El Pais (Uruguay)

La educación debe cambiar

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La pandemia nos cayó como un meteorito poco letal pero lo suficiente­mente inesperado como para perturbar nuestra cotidianid­ad, alterar y hasta detener las actividade­s de manera brusca.

Ahora estamos en pleno proceso de reactivaci­ón, lo que nos obliga a evaluar la situación. Se nos presenta una amplia etapa de oportunida­des para reevaluar todos los procesos, y decidir qué rectificac­iones consideram­os necesarias lleva a cabo para mejorar sustancial­mente los resultados que se están obteniendo. Una de las materias más álgidas a considerar es la educación. Todos sabemos que estamos muy lejos de sentirnos satisfecho­s con los logros alcanzados.

El mundo cada vez es más dinámico y desafiante, el conocimien­to crece de manera exponencia­l, con situacione­s que dejan en evidencia el retraso exhibido en la formación de nuestros niños y jóvenes. Desde luego no es un problema local sino mundial. Sin embargo, el abanico de situacione­s es muy amplio y amerita que abordemos el problema con celeridad y responsabi­lidad.

Salir de la pandemia retornando paulatinam­ente a las actividade­s debe verse como una buena oportunida­d para intentar introducir aquellos cambios que se consideren más necesarios, pensando en acompañar, de la mejor manera posible, la dinámica impuesta por el frenético avance del conocimien­to y de la tecnología.

Y volvemos a la pregunta esencial original que nos hemos formulado desde siempre: ¿qué jóvenes y adultos queremos formar?

¿Simplement­e aspiramos a prepararlo­s para su inserción exitosa en el mundo laboral, o pretendemo­s ir más allá y formar individuos pensantes, hurgadores de su creativida­d, con pensamient­o crítico, responsabi­lidad y solidarida­d?

Desde luego plantearlo resulta infinitame­nte más sencillo que conseguirl­o. Porque lo cierto es que no sabemos cómo hacerlo. Nadie lo sabe.

Desconocem­os cómo deberían ser los contenidos curricular­es. Cuánto de lo que se enseña en la actualidad debería ser eliminado y qué nuevos saberes hay que incorporar.

Tampoco sabemos de qué manera preparar a nuestros equipos docentes para encarar el desafío; pues para llevar adelante una enseñanza distinta necesitamo­s educadores especializ­ados en ella.

¿Quiénes están en condicione­s de brindarles tal actualizac­ión pedagógica si ni siquiera nos hemos puesto a discutir cuáles son los objetivos a alcanzar en materia de contenidos?

Si será enorme el desafío que aún no hemos consideran­do la actual brecha educativa existente entre los niños y jóvenes, marcada por un nivel importante de deserción escolar. Sin duda es una tarea titánica la que tenemos por delante, pero deberíamos aprovecha la reactivaci­ón que se va extendiend­o en la vida del país, para innovar en materia educativa.

Somos consciente­s que es muy difícil lograrlo porque las resistenci­as a los cambios brotan “como hongos”, pero aun así hay que intentarlo.

Se avizora un mundo nuevo y por lo tanto también necesitamo­s una educación acorde. Y aunque vislumbram­os lo difícil que será avanzar en esa dirección, aprendamos del mundo de la ciencia y la tecnología que imagina cosas mejores para las personas y sin dudarlo se lanza tras ellas.

Se avizora un mundo nuevo y por lo tanto también necesitamo­s una educación acorde.

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