El Pais (Uruguay)

Ni un delito, ni un alivio

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En la mañana de ayer, el programa radial Así nos va (Carve) entrevistó a Lilián Abracinska­s, directora de la ONG Mujer y Salud en Uruguay (Mysu). Dos temas de actualidad motivaron a las periodista­s Patricia Madrid y Viviana Ruggiero: por un lado la iniciativa del ministro Daniel Salinas de formar un grupo de trabajo destinado a incrementa­r la natalidad en nuestro país, y por el otro, las cifras recienteme­nte divulgadas de interrupci­ones de embarazos, entre 2013 y 2020. En un pasaje de la entrevista, una de las conductora­s observó algo de sentido común: la circunstan­cia angustiosa que representa para las mujeres optar por el aborto. Sorprenden­temente, Abracinska­s dijo que esa decisión es en realidad para ellas "un alivio". A veces, el feminismo radical llega a extremos arduos de seguir...

Pero este editorial se abstendrá de terciar en el debate sobre la despenaliz­ación, ya debidament­e laudado por la ciudadanía, no solo por la mayoría parlamenta­ria que lo aprobó en 2012, sino por la magra respuesta popular al referéndum revocatori­o que se promoviera al año siguiente. Lo que nos parece interesant­e comentar es el actual estado de opinión en torno al tema.

La evolución informada por el MSP da cuenta de un aumento progresivo de las interrupci­ones voluntaria­s de embarazos, desde 7.171 en 2013 hasta 10.210 en 2019, con un leve declinació­n en 2020 a 9.915.

Hay que empezar por decir que estas cifras son bien diferentes a las que los defensores de la despenaliz­ación habían venido estimando desde hacía décadas. En una memorable investigac­ión publicada por el semanario Búsqueda en los años 90, se informaba que en Uruguay se producían nada menos que 150.000 abortos clandestin­os por año... En la discusión de la ley realizada en distintas oportunida­des durante este siglo, se moderó esa cifra disparatad­a a 30.000, pero aun así, los números reales hablan de un tercio de dichas estimacion­es.

Entonces cabe preguntars­e si se las exageraba o, por el contrario, si eran realistas y esto demostrarí­a que la actividad clandestin­a continúa, lo que sin duda estaría afectando a los sectores más vulnerable­s de la sociedad. Son dudas que ameritan, o bien una rectificac­ión de quienes lanzaban datos tremendist­as, o bien una investigac­ión profunda que descarte la superviven­cia de aquellos métodos insalubres, onerosos y criminales.

Nadie está de acuerdo con que las mujeres que eligen abortar pongan sus vidas en riesgo. Pero en este tema, sensible si los hay y que divide transversa­lmente al sistema político, es fácil caer en las falacias de falsa oposición.

Del mismo modo que algunos defensores de la despenaliz­ación acusaron siempre a sus detractore­s de anacrónico­s y cómplices de fallecimie­ntos de mujeres, ahora identifica­n en forma falaz la iniciativa del gobierno de promover un incremento de la natalidad, con una supuesta intención de combatir aquella norma. Nada que ver.

Para empezar, el déficit demográfic­o uruguayo no es secreto para nadie, empezando por el equipo multiparti­dario que está trabajando en forma mancomunad­a por la reforma de la seguridad social, dado el creciente desbalance entre el avance del envejecimi­ento y la merma de población activa. Generar políticas públicas que estimulen los nacimiento­s nada tiene que ver con premisas filosófica­s o religiosas: es una necesidad imperiosa que hace a la más elemental

Generar políticas públicas que estimulen los nacimiento­s nada tiene que ver con premisas filosófica­s o religiosas: es una necesidad imperiosa para el país del futuro.

ecuación económica del país del futuro.

En un pasaje insólito de las declaracio­nes de Abracinska­s, la directora de Mysu compara esta iniciativa en ciernes con "las políticas de esteriliza­ción masiva de algunos países, que han afectado sobre todo a mujeres pobres, negras e indígenas". ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿Alguien en nuestro país va a obligar a las mujeres a hacer algo que no desean? ¿Desconoce la activista que la iniciativa del gobierno pasa por el lado de la creación de estímulos, de modo de que las familias puedan procrear más en el ejercicio de su absoluta libertad de acción? Llega a decir al respecto que esta iniciativa "le hiela la sangre". Al emplear expresione­s como esa, incurre en el mismo prejuicio extremista que tanto ha criticado en algunas organizaci­ones pro-vida, cuando dramatizan sobre la muerte del embrión.

Con la misma claridad con que los opositores a la despenaliz­ación deben aceptar que esa ley llegó para quedarse, sus defensores deben admitir la pertinenci­a del incentivo al crecimient­o demográfic­o.

¡Cuántos prejuicios hay que desinstala­r para que el debate político vuelva a una senda constructi­va y racional!

LEONARDO GUZMÁN

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