Joven ciclista con diabetes: la compañía posible
Alejandro Duera acaba de cruzar los Pirineos en bicicleta; su enfermedad lo llevó a entrenar con la élite
Siete días. Ochocientos veintitrés kilómetros. Más de 14.000 metros de desnivel acumulado. Tiempo: 35:59 horas. Esos son las estadísticas de un sueño cumplido para Alejandro Duera. Primero porque atravesó los Pirineos en bicicleta. Segundo, porque fue con un amigo. Y, tercero, porque cumplió con una ruta “realmente dura” por la que circulan muchas pruebas famosas de ciclismo.
Se le podría sumar una cuarta razón y es que, con cada pedaleada, Alejandro deja más atrás el diagnóstico de diabetes tipo 1 que “condicionó” pero “no limitó” su vida.
DIAGNÓSTICO. El páncreas de Alejandro no produce insulina. Lo sabe desde los 7 años. “Un balde de agua fría”, dijo ahora con 22 y durante un semestre sábatico de la Facultad de Ingeniería. Los médicos tardaron un poco en darse cuenta que la sed, el hambre y la pérdida de peso sin razón aparente tenían que ver con la diabetes tipo 1. Al principio sintió miedo y recuerda que “saltaba de cama en cama” en el sanatorio para que no lo agarraran las enfermeras. Con el tiempo se “amigó” con la diabetes y asumió que los pinchazos eran parte de su rutina.
Hoy espera que el Team Novo Nordisk lo contrate para la próxima temporada como ciclista, dado que este año asistió por segunda vez al campamento de identificación de nuevos talentos.
En esta edición fue el único latinoamericano seleccionado y, hasta ahora, ha sido el único uruguayo invitado a entrenar con este equipo profesional conformado exclusivamente por insulinodependientes. “Me queda esperar para ver si me llega la oportunidad de formar parte de esa familia y bajo el lema del equipo que es seguir cambiando la diabetes alrededor del mundo”, apuntó a El País.
ENTRENAMIENTO. Antes del diagnóstico, Alejandro practicaba baby fútbol. Era su pasión. Luego siguió por salud. “Los pilares fundamentales de la diabetes son la alimentación, la insulina, la educación y el deporte”; recordó.
Del fútbol pasó al atletismo y luego se especializó en triatlón (disciplina que comprende natación, ciclismo y carrera a pie y a la que llegó a instancias del atleta diabético Abayubá Rodríguez).
Hasta que en el año 2018 descubrió a Novo Nordisk y empezó a reforzar la parte de la bicicleta que hoy ocupa, por lo menos, tres horas de su día.
En el campamento, que se realizó en el Centre Sportif de Normandie (Caen, Francia), de alto rendimiento, tenía jornadas de hasta seis horas de actividad física.
“El deporte me ayuda un montón con los valores de glicemia”, explicó Alejandro. Por ejemplo, logra que estén más bajos y más estables. “Solamente con ponerme en actividad bajo la basal en más de un 50%”, apuntó. La glicemia basal es el nivel de glucosa en ayunas.
Un diabético tipo 1, sin insulina suficiente, acumula glucosa en el torrente sanguíneo y su cuerpo es incapaz de usarla para obtener energía. El deporte es, a su juicio, “nuestra segunda y mejor insulina”.
Así siguió Alejandro en diálogo con El País: “Ejercer un control total sobre la diabetes impacta de forma directa en el rendimiento físico. Si uno quiere lograr el mayor rendimiento tiene que estar con los mejores valores de glicemia”.
Durante el entrenamiento en Caen y luego en su entrenamiento en Barcelona –hasta donde estuvo hasta ayer–, Alejandro se sometió a un monitoreo constante que es conocido como sistema FLASH. En vez de medir la glicemia a través de una gota de sangre, lo que, obviamente interrumpe los entrenamientos y las carreras, lleva un dispositivo en el brazo que consta de un lector y un sensor que genera una lectura continua de la glicemia del líquido intersticial.
“Te facilita la vida arriba de la bicicleta. Te da las tendencias y es mucho más fácil tomar decisiones porque, si sabés que tu glicemia está bajando, tomás una acción sin esperar más tiempo. Es una herramienta que ayuda mucho al rendimiento”, señaló a El País.
Una hipoglicemia (cuando el nivel de azúcar en la sangre es menor a 70 mg/dl en pacientes diabéticos) “te saca de la carrera porque no tenés fuerza para seguir”.
En el campamento de nuevos talentos de Novo Nordisk, al que llegó al ser seleccionado entre 70 postulantes y tras haber cumplido con pruebas clasificatorias realizadas entre 2020 y parte de 2021 y por las que tuvo semanas de entrenamiento con hasta 22 horas arriba de la bicicleta y con tres sesiones de fortalecimiento y prevención, Alejandro y todos los participantes tenían que mantener su glicemia dentro de determinados valores.
El control de los datos recabados por el sistema FLASH se realizaba cada hora y, si alguien estaba por encima o por debajo, paraba de ejercitarse inmediatamente.
Alguna vez le pasó a este joven. La sensación ya la conoce: es un gran abatimiento (mucho más que el que le provoca el ejercicio) y un sudor frío que le recorre el cuerpo. En esas ocasiones ha tenido que bajarse de la bicicleta para comprar algo dulce o comer lo que lleva siempre encima.
A los 22 años y, mientras espera la convocatoria de Novo Nordisk, Alejandro continúa pedaleando por Uruguay, por España o por Francia, transmitiendo un mensaje a todos los niños que reciben el mismo diagnóstico que lo asustó a los 7 años: “La diabetes es una compañera de viaje. Hay que verla como una amiga a la que hay que tomarle la mano y salir a caminar (o, salir en bicicleta, en su caso). Es la única forma de hacer lo que de verdad nos gusta”.