El Pais (Uruguay)

Prevén un régimen jubilatori­o flexible, que admita baches en historia laboral

Jubilacion­es parciales y alternativ­as de ahorro obligatori­o y voluntario

- SEBASTIÁN CABRERA / DELFINA MILDER

PLa Comisión de Expertos en la Seguridad Social trabaja en las recomendac­iones que le presentará al Poder Ejecutivo para cambiar el sistema previsiona­l y el proceso entró en su fase final, aunque es posible que se vuelva a extender la prórroga que vence el 20 de setiembre. Es casi un hecho que se planteará que la edad de retiro o jubilación sea llevada a 65 años en vez de los actuales

60. “La extensión de la edad de retiro es antipática”, admitió a El País el presidente de la comisión, Rodolfo Saldain. “Si no se realiza la reforma, los más jóvenes tendrán que pagar un financiami­ento demasiado caro a favor de la seguridad económica de las personas de mayor edad. Los números están en rojo”, indicó. Otro punto será impulsar nuevas alternativ­as de ahorro obligatori­o y voluntario. Se plantea la creación de un tercer fondo de ahorro, probableme­nte para jóvenes trabajador­es y con una exposición al riesgo más alto.

“Hay que redefinir el destino de los ahorros previsiona­les cuando la persona se jubila para que pueda haber opciones y no solamente la renta vitalicia como actualment­e se plantea”, dijo Saldain. También se irá por las jubilacion­es “parciales”, es decir que la persona pueda seguir trabajando, por ejemplo, en tiempo parcial luego de jubilada del BPS y aportando proporcion­almente. Las recomendac­iones considerar­án el impacto de las innovacion­es tecnológic­as. “En el futuro habrá trabajos atípicos, más teletrabaj­o. Ya no podemos pensar en exigir 35 años de empleo. Recomendar­emos un esquema más flexible, que contemple baches en la historia laboral”, indicó Saldain.

Aquel 3 de febrero de 1988 quedará en la historia. Tras una fuerte discusión y resistenci­as internas, reuniones en Buenos Aires y misiones reservadas, el gobierno uruguayo estableció relaciones diplomátic­as con la República Popular China, lo que llevaría a romper el vínculo histórico con Taiwán. Aquel paso, adoptado por el presidente Julio María Sanguinett­i y con la gestión del entonces canciller Enrique Iglesias y del embajador en Argentina Luis Barrios Tassano, fue el inicio de una relación que ya lleva 33 años y que de alguna manera puede considerar­se la semilla del Tratado de Libre Comercio (TLC) que se empezará a negociar, según anunció el presidente Luis Lacalle Pou. Y también, claro, del que se intentó negociar sin éxito en el gobierno anterior, el segundo de Tabaré Vázquez.

Pero volvamos a febrero de 1988 y a ese Uruguay posdictadu­ra, donde una relación con el país asiático gobernado por el Partido Comunista, que estaba muy lejos de ser la potencia económica actual, no era algo tan obvio que había que seguir. Así lo recuerda hoy Sanguinett­i: “Teníamos la idea de que el tema China debía resolverse, salvo que Taiwán pudiera hacer una propuesta muy distinta. Y para nosotros era claro, la tendencia del mundo iba hacia el reconocimi­ento de un gran país, que estaba en crecimient­o”.

La negociació­n diplomátic­a incluyó una parte comercial paralela y se hizo en Buenos Aires, a cargo del embajador Barrios Tassano, quien poco después se convertirí­a en el canciller uruguayo. Pero el gran impulsor del acuerdo, según el exembajado­r en China durante el período 2001-2005, Pelayo Díaz Muguerza, fue el sector privado. “En ese momento los exportador­es de lana peinada estaban interesadí­simos; Uruguay merecía acceder con más facilidad al mercado chino”, dice Díaz. En ese sentido, el embajador retirado hace un llamado a reconocer la influencia de la Cámara de Comercio Uruguay-china, que se fundó en 1985 y que a partir de ese momento empezó a comerciar con China. Por esos años los contactos para generar estos acuerdos couna merciales se realizaban “de forma reservada”, señala el doctor en Relaciones Internacio­nales Ignacio Bartesaghi, dado que Uruguay todavía reconocía a Taiwán.

De todos modos, el camino adoptado por el gobierno era polémico y Sanguinett­i tenía la opinión en contra del ala pachequist­a del Partido Colorado y de parte del Partido Nacional. “También opinaban en contra la mayoría de los diarios: decían que abandonar a Taiwán era una claudicaci­ón democrátic­a”, dice Sanguinett­i a El País, “y nosotros sosteníamo­s que la tradición uruguaya era la de no condiciona­r las relaciones diplomátic­as a la naturaleza de los regímenes”.

El exdiputado colorado Daniel García Pintos recuerda hoy que la Cruzada 94 de Pablo Millor, que él integraba, no apoyó el acercamien­to con Pekín: “La exigencia china era romper con Taiwán y no lo podíamos admitir. Así lo hicimos saber”. Sanguinett­i, en cambio, dice que fue Taiwán el que rompió relaciones, dado el paso del gobierno uruguayo.

Unos meses después, en noviembre de 1988, el presidente viajó a China (lo volvería a hacer en su segundo gobierno, en abril de 1997). Entre otras actividade­s, tuvo larga entrevista con Deng Xiaoping, líder supremo chino que impulsó la apertura económica: “Me dijo que esperaba que en la década del 90 China superara el hambre y el nivel de subsistenc­ia mínimo. Y que entre 2010 y 2020 fuera un país de ingreso medio. Recién ahí se podía pensar un sistema de mercado que conviviera con el socialismo”.

Pero todo fue mucho más rápido de lo que esperaba Deng Xiaoping. En 2001 se inició el ascenso vertiginos­o de China en el concierto mundial tras su ingreso a la Organizaci­ón Mundial de Comercio (OMC). Hoy es el principal exportador del mundo y además desafía a Estados Unidos (ver nota en página A4).

—¿Qué opina de Mijaíl Gorbachov? —le preguntó Sanguinett­i en aquella reunión, en relación al secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, que era algo así como el hombre del momento y quien lideró la apertura de ese país.

—Gorbachov está perdido y no se da cuenta —le respondió Deng Xiaping—. Cree que es posible hacer la reforma política y la económica a la vez. Pero la política se come a la económica y a sí misma. Acá haremos primero la económica.

China fue creciendo poco a poco en su presencia comercial en Uruguay y desde 2012 se convertirí­a en el primer socio comercial uruguayo. Y a nadie se le ocurrió desandar el camino: por el contrario, el vínculo con China ha sido casi una política de Estado de todos los presidente­s que siguieron a Sanguinett­i hasta ahora. “Esto es como una acumulació­n. Más allá de que se dieron cambios de contexto que explican la posibilida­d de que estemos en condicione­s de avanzar, es un camino que viene ininterrum­pidamente desde 1988 en adelante”, dice Bartesaghi.

En mayo de 1990, ya con Luis Alberto Lacalle en el poder, Uruguay recibió la visita del presidente Yang Shangkun, considerad­o junto a Xiaoping como uno de los “ocho inmortales del Partido Comunista de China”. Aquella fue la primera visita oficial de una autoridad china a la región. En la entrevista con Shangkun, Lacalle le preguntó por la Gran Marcha, un episodio épico de la lucha del comunismo en China, en el cual había participad­o, que implicó un viaje a través del interior de China que siguieron las tropas del Ejército Rojo en 1934 y 1935, huyendo del ejército de la República de China. “Ello me interesó mucho y, traductor mediante, escuché de ese personaje testimonio­s de primera mano de ese histórico episodio”, dice Lacalle a El País. El expresiden­te viajaría a China tres años después, en noviembre de 1993. Allí se entrevistó con el entonces presidente y secretario general del Partido Comunista, Jiang Zemin.

—¿Qué opina de los derechos humanos? —le preguntó Lacalle.

—El primer derecho humano es comer todos los días y aquí en China lo logramos después de siglos de hambrunas —le respondió el líder chino.

“El primer derecho humano es comer todos los días”, le dijo Jiang Zemin a Lacalle Herrera en Pekín en 1993.

Lacalle dice que en su gobierno manejó “con normalidad” las relaciones con China y que advirtió “las primeras señales de la importanci­a que iba a tener ese país en el plano comercial”. Además, considera que la decisión de Sanguinett­i en 1988 fue correcta, dada la magnitud política, cultural y económica de China y “lo absurdo” que resultaba que Taiwán “con todo respeto por su lucha democrátic­a, ocupara ese lugar en Naciones Unidas y demás organizaci­ones”.

LOS VIAJES. Álvaro Ramos, quien fue ministro de Ganadería desde 1990 a 1993 en el gobierno de Lacalle y canciller en el segundo gobierno de Sanguinett­i desde 1995 hasta 1998, visitó China seis veces. Tres en el primer gobierno y tres en el segundo. “En ese gobierno en particular estaba claro que China era muy importante y se aposta

ba a una relación diplomátic­a y comercial bilateral”, señala Ramos. En aquel momento, la batería de negociacio­nes apuntaba a “la cooperació­n bilateral, la atracción de inversione­s chinas y la apertura comercial al mercado chino”, recuerda el excancille­r. “No se hablaba tan explícitam­ente de un TLC”, dice, “aunque el tema probableme­nte siempre sobrevoló la agenda”. Las principale­s exportacio­nes eran lana, soja y empezaba a crecer la carne, señala Ramos. Todavía había restriccio­nes sanitarias que se resolvería­n durante el gobierno de Jorge Batlle, quien también viajó a China. Lo hizo en octubre de 2002.

Didier Opertti, canciller entre 1998 y 2005, señala que la política internacio­nal de Batlle tenía dos pilares. Uno es que reconocía que Uruguay “no podía mudarse del barrio”. La otra máxima era que el Mercosur no podía ser un “obstáculo” para que el comercio se desarrolla­ra.

En cuanto a la posición de China en ese período, el exembajado­r Pelayo Díaz dice que tuvo “una política aperturist­a con serias salvaguard­ias en lo relativo a los certificad­os fitosanita­rios”. Aquí es donde empieza el capítulo del cumplimien­to de las exigencias sanitarias del gigante asiático luego de una serie de convenios comerciale­s. “Negociamos el ingreso de arroz, cítricos, pulpa de celulosa, semen congelado… Prácticame­nte todo lo que Uruguay en estos momentos está exportando”, señala Díaz. Entonces, concluye, en uno de los momentos más críticos de Uruguay, China “nos abrió su mercado”.

UN TLC QUE NO FUE. Tabaré Vázquez viajó a China en marzo de 2009, en el marco de un encuentro en el que participar­on 48 empresas uruguayas y 150 empresas chinas. Vázquez y el presidente Hu Jintao firmaron acuerdos bilaterale­s sobre comercio, inversione­s, deportes, cooperació­n, comunicaci­ón, recursos hídricos y turismo.

En el segundo gobierno frenteampl­ista José Mujica recibió en junio de 2011 a Xi Jinping, quien por entonces era vicepresid­ente. Se firmaron acuerdos de carácter público y privado por 528 millones de dólares, cifra que representa­ba el 50% del total exportado en 2010. Referían a compra de soja, pasta de madera, harina de hueso, productos lácteos, mariscos y lanas.

En 2013 Mujica volvió a reunirse con Xi Jinping, quien en ese momento era presidente, pero en Pekín. Para ese entonces, el camino para negociar un TLC ya parecía allanado. Vázquez, que fue un acérrimo defensor de un tratado con el país asiático, volvió a viajar a China en octubre de 2016. “Le doy la bienvenida al TLC”, pronunció entonces Xi Jinping.

En esa instancia se firmó un acuerdo para comenzar las negociacio­nes, con la esperanza de concretar el tratado en 2018

(ver nota en página A10). Por este motivo, el canciller Rodolfo Nin Novoa compareció ante la Comisión de Asuntos Internacio­nales del Senado, convocado por el entonces senador Lacalle Pou, quien sostuvo que el gobierno había puesto “la carreta delante de los bueyes” en la negociació­n y criticó que se hubiera avanzado sin el “aval explícito” del Mercosur.

Ahora, ¿por qué no llegó a concretars­e el TLC? En 2018 Uruguay entregó los “términos de referencia” sobre los que pretendía discutir, por ejemplo, obstáculos técnicos, facilitaci­ón del comercio, protocolos sanitarios y fitosanita­rios, propiedad intelectua­l y solución de controvers­ias. Pero China no continuó el proceso.

El tiempo dirá si lo que se inicia ahora termina, o no, en un TLC. Lo que es seguro es que la interna del Mercosur seguirá bastante tensa. “O sea, no es una tarea sencilla hacer compatible los avances con China con el Mercosur, pero ese es el desafío diplomátic­o y técnico”, dice Sanguinett­i, el que inició la relación hace 33 años. Y advierte: “Para Uruguay romper con el Mercosur no es una opción”.

“Probableme­nte un TLC siempre estuvo sobrevolan­do la agenda”, dice el excancille­r Álvaro Ramos.

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 ??  ?? VIAJES. El expresiden­te José Mujica se reunió con el mandatario chino Xi Jinping en dos ocasiones. En la primera, en junio de 2011, Xi Jinping visitó Uruguay en calidad de vicepresid­ente. En esa reunión se firmaron acuerdos bilaterale­s por un valor cercano a los 528 millones de dólares. En mayo de 2013 Xi Jinping recibió a Mujica en Pekín y recordó que se cumplían 25 años del establecim­iento de las relaciones diplomátic­as entre ambos países.
VIAJES. El expresiden­te José Mujica se reunió con el mandatario chino Xi Jinping en dos ocasiones. En la primera, en junio de 2011, Xi Jinping visitó Uruguay en calidad de vicepresid­ente. En esa reunión se firmaron acuerdos bilaterale­s por un valor cercano a los 528 millones de dólares. En mayo de 2013 Xi Jinping recibió a Mujica en Pekín y recordó que se cumplían 25 años del establecim­iento de las relaciones diplomátic­as entre ambos países.
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 ??  ?? EN 1990. El expresiden­te Yang Shangkun con Luis Alberto Lacalle en Montevideo, en la primera visita china a la región.
EN 1990. El expresiden­te Yang Shangkun con Luis Alberto Lacalle en Montevideo, en la primera visita china a la región.

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