El Pais (Uruguay)

¿POR QUÉ ESTA VEZ SÍ SE PUEDE FIRMAR EL TLC?

- NICOLÁS SANTO La negociació­n recién se iniciará de verdad cuando los dos gobiernos hagan un anuncio conjunto y formal.

El ascenso de China es el fenómeno geopolític­o más importante. Así, estamos ante una combinació­n de factores ideal para llevar la relación Uruguay-china al próximo nivel, dice Nicolás Santo, un uruguayo asesor de gobiernos y empresas en proyectos relacionad­os con el país asiático. En este artículo da contexto al eventual TLC.

China y Uruguay comenzarán a estudiar Tratado de Libre Comercio”, dice el titular de China Daily, el periódico global del gobierno chino. La noticia podría ser de esta semana. Pero no. Es del 19 de octubre de 2016. El resultado de entonces es conocido: todo quedó en la nada.

¿Por qué esperar que esta vez el resultado sea diferente? En base a mi experienci­a viviendo entre China y Silicon Valley en la última década, voy a aportar elementos para entender este momento y presentar algunas ideas para que, a diferencia de 2016, las cosas no queden en titulares y anuncios. Porque, más allá de lo que pase con el Tratado de Libre Comercio (TLC), estamos ante una combinació­n de factores de largo plazo y coyuntural­es ideal para llevar la relación Uruguay-china al próximo nivel.

NUEVA CHINA, NUEVO URUGUAY. Negociar un TLC con China en 2021 es muy distinto a negociarlo en 2016 —como pudo haberlo hecho Uruguay— o negociarlo en los albores de este siglo, como hicieron países como Chile y Perú.

Hoy no sólo estamos ante un inédito contexto geopolític­o de competenci­a global abierta entre China y Estados Unidos, sino que China ya no es la misma de hace cinco años atrás.

La China de Xi Jinping exhibe con grandilocu­encia su confianza en el modelo de desarrollo elegido. Se siente envalenton­ada por su poderío tecnológic­o y por el éxito en la gestión de la pandemia (4.636 muertes versus 653.000 en Estados Unidos).

En la última década no ha parado de promover iniciativa­s económicas globales, regionales y bilaterale­s, asegurándo­se de que las contrapart­es se percaten de lo gorda que está la billetera china. Desde la Iniciativa de la Franja y la Ruta hasta la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por su sigla en inglés), pasando por múltiples acuerdos bilaterale­s de libre comercio con países tan diversos como Islandia, Suiza y la diminuta Mauricio.

Uruguay, mientras tanto, tiene en el presidente Luis Lacalle Pou a un líder que parece estar dispuesto a tomar riesgos que sus predecesor­es prefiriero­n evitar, particular­mente en lo que tiene que ver con Brasil y Argentina.

Lacalle Pou es, además, el primer presidente en hablarle de modo tan directo a los uruguayos, en horario central, sobre la trascenden­cia que China tiene para el presente y futuro del país.

El historiado­r uruguayo Álvaro Caso, radicado en Canadá, me dice que “un TLC le daría otra dimensión al giro comercial hacia el Asia-pacífico que se viene dando por la vía de los hechos y, de concretars­e, sería algo histórico para Uruguay, un país que tradiciona­lmente priorizó sus relaciones comerciale­s con vecinos y potencias del Atlántico Norte”.

¿Y QUÉ PASA CON EE.UU.?. El mismo día en que el presidente Lacalle Pou hizo el tan comentado anuncio sobre la posibilida­d de comenzar a dar pasos que podrían desembocar en un TLC con China, Thomas Friedman, uno de los periodista­s más influyente­s de Estados Unidos (EE.UU.), publicaba una columna en The New York Times titulada “¿Qué viene después de la guerra contra el terrorismo? ¿La guerra con China? "

La pregunta planteada por Friedman refleja el discurso reinante en círculos políticos y del establishm­ent de seguridad nacional de Washington: China es el gran rival estratégic­o de EE.UU. en el siglo XXI y hay que hacer algo antes de que sea demasiado tarde.

Con todo, a los aliados de EE.UU. no les ha temblado el pulso en acercarse a China. Corea del Sur cuenta con un TLC con el gigante asiático desde hace años. Israel se encuentra en etapas avanzadas de negociació­n de su TLC con China. Incluso a nivel latinoamer­icano, Panamá, país ubicado a un par de horas de EE.UU. y que hasta hace poco no reconocía a la República Popular, negocia un TLC con China.

Aún así, es notorio que el tenso contexto ha resucitado la preocupaci­ón de terceros países de ser percibidos como pro China, o pro EE.UU. Tranquilos, los uruguayos no estamos solos. Líderes de países frecuentem­ente comparados con el nuestro, como Nueva Zelanda o Singapur, le han puesto el cascabel al gato.

El primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, ha insistido en que ninguna de las dos potencias debe “obligar a otros países a elegir bandos”.

Jacinda Ardern, la popular primera ministra de Nueva Zelanda, cuyo país integra la alianza de inteligenc­ia conocida como Five Eyes (los “Cinco Ojos”) junto a EE.UU., Reino Unido, Canadá y Australia, ha evitado sumarse a las condenas a China por cuestiones de derechos humanos, realizadas por los otros miembros de este acuerdo.

Es que Ardern entiende que, cuando le tocan algún punto sensible, China responde cerrando la canilla de las importacio­nes.

A pesar de que nunca se admitirá públicamen­te, desde la perspectiv­a de los líderes chinos el gobierno australian­o “se hizo el loco” al pedir una investigac­ión sobre los orígenes del coronaviru­s. Después de esta salida, Australia vio como China le imponía un arancel de hasta 218% a sus vinos y del 80,5% a su cebada.

La lección de todo esto es que, con o sin TLC con China, diversific­ar mercados debería ser una prioridad estratégic­a para cualquier gobierno uruguayo. Dicho en criollo: no hay que poner todos los huevos en una sola canasta.

¿SE CONCRETARÁ?. Seamos claros. Si comparamos la negociació­n del TLC con un partido de fútbol, puede decirse que ni siquiera se ha pintado la cancha. Este partido comenzará, de verdad, cuando los dos gobiernos hagan un anuncio conjunto y formal de sus intencione­s.

Pero, independie­ntemente de que el tratado se concrete o no, el ascenso global de China es y será el fenómeno geopolític­o más importante de al menos los próximos 30 años. Capitaliza­rlo para que potencie el desarrollo de Uruguay depende menos de vender productos a China, que ya es el principal socio comercial de nuestro país, y más de desarrolla­r mecanismos para evitar una foto que tenga a pocas empresas concentran­do el grueso de las exportacio­nes.

A la hora de equipar a Uruguay con instrument­os de potenciaci­ón de sus ventas al extranjero, la “prosperida­d compartida” — tal el eslogan del momento en China— debería ser un objetivo fundamenta­l.

Mi tiempo en China me demostró que el mayor beneficio en torno a un TLC estaría no en la renovada competitiv­idad que podrían adquirir los productos uruguayos que ya se exportan a China, sino en las inversione­s que se podrían atraer al país y en los nuevos flujos de exportació­n que se podrían generar.

Claro, estos objetivos no se consiguen talenteand­o ni llegando a China sin humildad, razones estas detrás de los millonario­s porrazos que algunas empresas uruguayas se han llevado en sus intentos por plantar bandera en este mercado.

Para alcanzar estos objetivos, nada más importante que cultivar talentos uruguayos y chinos que entiendan a cabalidad las oportunida­des de negocios entre ambos países.

El gobierno tiene una oportunida­d de innovar en la forma en la que se gestan los negocios con China y aquí queda una propuesta: apostar por crear un programa de jóvenes profesiona­les, al estilo de los que tienen el Banco Mundial o el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), para que jóvenes chinos de escuelas de negocios de élite lleguen a nuestro país, contribuya­n al desarrollo de las estrategia­s para China de las empresas uruguayas y capaciten al talento uruguayo para sacarle el máximo provecho a la oportunida­d china.

Nueva Zelanda, con su programa China Capable, ha seguido un camino similar.

Habiéndolo vivido a la inversa por mi experienci­a trabajando para el gobierno de Foshan en el sur de China, doy fe de que no hay forma más efectiva de generar embajadore­s de negocios, con compromiso de largo plazo, que esta.

La negociació­n de un TLC puede durar años. Pero, de prosperar, Uruguay debería aprovechar al máximo su estatus como primer país del Atlántico con un tratado con China, para poner proa cierta y definitiva hacia el desarrollo.

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TORRE EJECUTIVA. El presidente Luis Lacalle Pou se reunió el viernes 26 de febrero con el embajador Wang Gang para hablar sobre el acuerdo por las vacunas.

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