El Pais (Uruguay)

Ancap, el kirchneris­mo y China

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Este gobierno llegó con la propuesta de cambios. Y de cambios radicales, porque el desastre heredado era muy grande y —como decía Einstein— “locura es hacer las mismas cosas una y otra vez, esperando obtener resultados distintos”. Más allá de impulsar la Ley de Urgente Considerac­ión que incluye importante­s modificaci­ones en un vasto escenario de la actividad nacional, hay dos temas que han sido un ancla muy pesada a lo largo de los últimos años y se han convertido en el factor fundamenta­l del cierre de las compuertas para el crecimient­o y el desarrollo del país: Ancap y su monopolio por un lado y el Mercosur cada día más obsoleto, hoy a impulsos del kirchneris­mo argentino en el gobierno y mañana por la negativa de cualquier otro iluminado presidente del bloque. Solitos nos hemos encerrado entre cuatro paredes maltrechas, sin posibilida­d alguna de buscar en otra parte del mundo la solución o ayuda para el despegue. Pero hay una llave de salida; se llama China.

Lo de Ancap es una historia que se arrastra desde hace muchos años, con problemas agravados al convertirs­e en buque insignia del tétrico gobierno de Mujica que no solo generó un agujero negro de 800 millones de dólares, sino que para los uruguayos fueron 1.600 millones, porque hubo que meterles la mano en el bolsillo para reponer ese dinero. El Ancap que dejó Mujica como Presidente de la República y Sendic como Presidente del ente tenía cifras como que su patrimonio era de US$ 1.100 millones en 2012 y solo US$ 400 millones en 2014 y la empresa en ese año tenía una deuda de US$ 2.300 millones.

La posterior era Vázquez se limitó a buscar recursos para pagarla, pero sin ninguna solución de fondo y solo con el aumento del déficit fiscal que lo llevó a un 5,5%. El urgente salvataje de Ancap en el Parlamento significó, de pique nomás, una capitaliza­ción de 872 millones de dólares que llegaron prestados y el congelamie­nto (momentáneo) de las tarifas de combustibl­es cuando el precio del petróleo se iba en picada. La famosa paramétric­a dejó de funcionar para abajo, la manipularo­n a su antojo. Pero no alcanzó y hoy se sigue pagando la deuda.

En el sistema de ahora por lo menos hay transparen­cia al momento de fijar el costo de los combustibl­es: se rige estrictame­nte por los precios internacio­nales. El malhumor viene porque se ha ligado muy poco en las primeras experienci­as de este sistema, muy transparen­te por cierto. Pero más allá de que si baja el petróleo bajará la nafta, hay un costo inamovible que es la gigantesca burocracia de Ancap que hay que solventar. Un informe reciente dado a conocer por sus autoridade­s dice que en los primeros seis meses ha habido ganancias en los rubros de Ancap donde hay competenci­a y pérdidas en sus negocios monopólico­s. Einstein tenía razón.

Vayamos al otro tema: la tranca del Mercosur en el comercio internacio­nal. Y vamos a hacerlo con un ejemplo. Nueva Zelanda es un país muy parecido a Uruguay: tiene una superficie de 268 mil kilómetros cuadrados (un poco más grande que nosotros) y una población de cinco millones de habitantes (también un poco más que nosotros). Tiene un clima muy similar al nuestro y su economía, como nosotros, tiene en el sector agropecuar­io su gran motor. La gran diferencia es que no forma parte del Mercosur ni de ningún otro grupo parecido. Comercia con el mundo, tiene TLCS por todos los continente­s.

El PIB de Uruguay al 2019 (antes de la pandemia) era de 56.000 millones de dólares;

El monopolio de Ancap y la presencia del kirchneris­mo en la Argentina que busca trabar a través del Mercosur la apertura comercial al mundo de Uruguay son los grandes desafíos del gobierno de Lacalle. Y China abre sus puertas.

el de Nueva Zelanda al 2019 (ante de la pandemia) era de 206.000 millones de dólares. El PIB per capita de Uruguay al 2019 era de 16 mil dólares; el PIB per capita de Nueva Zelanda era de 42 mil dólares, más de dos veces y media mayor que el del ciudadano uruguayo.

Hoy estamos regalando nuestro destino y el destino de los ciudadanos, sus hijos y sus nietos por seguir apostando exclusivam­ente a un bloque, donde teóricamen­te cualquiera de los socios tiene poder de veto sobre el destino de los otros países.

El kirchneris­mo de ayer (con Néstor y Cristina al frente) se dedicó en forma infatigabl­e a cortar puentes y en hacerle la vida imposible a nuestro país y al gobierno del entonces presidente Vázquez. Y el kirchneris­mo de hoy (con Alberto Fernández y Cristina otra vez) está encantado en poner trabas y dificultad­es al gobierno de Lacalle Pou en su búsqueda de soluciones —que no encuentra en el Mercosur— para beneficio de los uruguayos.

Sigamos la frase de Einstein y hagamos algo distinto. El TLC con China sería nada menos que el primer gran paso hacia ese horizonte de cambio que se necesita en este país y terminará con la dependenci­a de los monopolios y los gobiernos vecinos envidiosos.

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