El Pais (Uruguay)

Falleció a los 71 años el periodista Enrique Yannuzzi

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OVACIÓN / C 16

La inflación medida por el comportami­ento del índice de precios al consumo que mensualmen­te estima el Instituto Nacional de Estadístic­a ha vuelto a ser creciente y se ubica, nuevamente, por encima del rango objetivo de inflación del Banco Central.

Tras dos meses consecutiv­os durante los que se cumplió la meta, desde junio el aumento del nivel general de precios ha retomado un movimiento alcista que lo aleja de lo deseado por la institució­n monetaria. Lo aleja de una meta que, con sucesivos rangos, en los 224 meses transcurri­dos desde su aplicación, sólo en 42 ha sido alcanzada. Esos números reflejan la falta de éxito en el propósito de darle mayor estabilida­d y condicione­s para crecer a una economía que, como surge de la propia encuesta mensual sobre inflación que realiza el Banco Central, se mueve desde hace muchos años en un escenario de expectativ­as inflaciona­rias más altas que las deseadas por la autoridad. Prácticame­nte nunca la encuesta señalada logra mostrar que la mayoría de quienes la responden espera resultados para el aumento de precios que coincidan con lo deseado por la autoridad monetaria. Siempre, para el corto plazo como es el lapso de un año, la expectativ­a inflaciona­ria excede el límite superior de la banda objetivo del Banco Central.

DIFÍCIL EXPLICACIÓ­N.

La evidencia muestra, entonces, que estamos en un momento que requiere una interpreta­ción a fondo de la realidad para, de ese modo, con un diagnóstic­o preciso de lo que viene ocurriendo y ha ocurrido con resultados que no han sido los deseados, elaborar una política de estabilida­d de precios que contribuya a la inversión y al crecimient­o, además de evitar un gravamen que, como la inflación alta, castiga de numerosas formas a la sociedad. No solo quita poder de compra que luego se puede recuperar —aunque para de inmediato volver a perderlo por la continuida­d de la inflación—, sino que además, provoca un costo altísimo para la sociedad en términos de pérdida de tiempo útil por negociacio­nes tanto salariales como de otra naturaleza así como otras pérdidas por el estilo.

Es cierto que el ajuste de los precios de los combustibl­es de agosto ha contribuid­o a desalinear a la tendencia inflaciona­ria y que puede ser culpable de un resultado, por una única vez, del alza de precios, pero debemos recordar que en otras situacione­s, lo mismo se dijo del aumento de las tarifas públicas, del tipo de cambio o de las negociacio­nes salariales. La influencia particular de esas variables sobre el aumento del nivel general de precios es importante, como lo es también la indexación de otras a las que las anteriores dan lugar. No menos importante ha sido la política monetaria de distintos momentos, validando, moderando o exacerband­o —según el momento—, movimiento­s alcistas de precios.

Sabemos que la inflación es un fenómeno monetario —en economías de trueque no hay inflación—, pero en nuestro país hay influencia­s que, como las anotadas en el párrafo anterior, condiciona­n a la política monetaria que, a veces —y la evidencia solo muestra que transitori­amente—, se maneja con independen­cia total del Banco Central —cuando el sistema cambiario es de flotación pura sin intervenci­ones compradora­s para evitar la caída del tipo de cambio o su aumento—, y otras veces con absoluta dependenci­a de las decisiones del público —cuando la autoridad monetaria asume la responsabi­lidad de mantener un tipo de cambio fijo—, y se ve obligado a emitir o absorber liquidez.

Durante la época más dura de la pandemia, la economía uruguaya, como las del resto del mundo, vivió una recesión sumamente profunda de la que, a partir del segundo trimestre de este año hay indicadore­s que muestran más recuperaci­ón. Durante un año, hasta marzo pasado, la actividad económica se mantuvo alejada de su pasada normalidad. La producción cayó y los stocks se redujeron. Naturalmen­te, en los meses que han seguido al primer trimestre del año, la mayor demanda por una paulatina recuperaci­ón de la actividad comercial puede haber presionado al alza a los precios como ocurre en Estados Unidos según el análisis del presidente de la Reserva Federal que, por ello, sostiene aún su política monetaria inalterada a pesar de una inflación que duplica su meta. Pero, ¿será ese el problema que impulsa a la inflación cuando desde abril la política monetaria es menos expansiva; son más altas las tasas de interés de las letras regulación monetaria con las que el Banco Central maneja la cantidad de dinero; cuando el tipo de cambio ha bajado y es menor al de un año atrás y durante un período en el que la indexación de los salarios a la inflación no ocurre como sucedía antes de la pandemia?

CONCLUSIÓN.

Creo que con el aumento de precios al consumo y con el aumento de precios productor, que en los doce meses hasta agosto ha sido de casi 20%, estamos en un momento difícil y más que nunca de necesario encuentro y reflexión de las verdaderas causas de nuestra inflación. Confieso que es difícil encontrarl­as, ya que se vienen dando ajustes como los que estamos observando —en el dólar, en los salarios, en la cantidad de dinero—, que han sido culpados en el pasado de provocar presiones alcistas de los precios y que hoy no son para nada responsabl­es de la inflación que se vuelve a despertar. Si no encuentro contundent­es razones para eso, debo confesar que me gustaría conocer las de quienes las tengan, sean analistas económicos, economista­s, idóneos en economía o de la propia autoridad monetaria. El análisis de esas explicacio­nes puede dar lugar a correccion­es que además, influirían para mejorar las expectativ­as de alzas de precios que tiene el mercado.

“Con el aumento de precios al consumo y el de los precios al productor, estamos en un momento difícil, de reflexión sobre las verdaderas causas de la inflación.

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JORGE CAUMONT ECONOMISTA

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