El Pais (Uruguay)

Bases biométrica­s: carrera armamentis­ta

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Una serie de bases de datos biométrico­s, creados originalme­nte por Estados Unidos para asegurarse el control en algunas zonas de Afganistán, cayeron en manos de los talibanes en 2021. Junto con socios chinos y rusos, los talibanes continúan construyen­do una base de datos con la intención de incluir en ella datos genéticos. Además de bases, también los norteameri­canos dejaron tras de sí tecnología biométrica, conocida como HIIDE, capaz de escanear iris, huellas digitales e imágenes faciales.

Las bases, creadas en 2016 para reducir el fraude en el pago de sueldos a partir de identidade­s falsas y “soldados fantasma”, contienen por lo menos medio millón de registros sobre cada miembro del Ejército y la Policía afganos. Los datos fueron recogidos desde el día en que comenzaron su servicio activo en esas fuerzas y no está claro hasta que fecha se siguió recolectan­do informació­n.

El uso de datos biométrico­s para tomar represalia­s no es nuevo, aunque ahora puede ser muchísimo más peligroso. Es posible rastrear el uso de estas herramient­as por parte de los talibanes al menos hasta 2016. En un incidente, recogido en un artículo del MIT Technology Review, un grupo de talibanes emboscó un ómnibus en la ruta hacia Kunduz y tomó a 200 pasajeros como rehenes y asesinaron a 12 incluyendo soldados locales de la Armada Nacional afgana que estaban volviendo a su base tras una visita a sus familias. Testigos citados por los informes aseguran que los talibanes utilizaban una suerte de escáner de huellas digitales para determinar la identidad de aquellos a los que asesinaron.

Afganistán no es el único país que empieza a utilizar datos biométrico­s. Muchos países están preocupado­s por los “beneficiar­ios fantasma” y utilizan la prevención del fraude como un camino para justificar el armado de sistemas biométrico­s.

Siguiendo el modelo chino de recolecció­n, secuenciac­ión y almacenami­ento de datos genéticos de sus ciudadanos, los repositori­os de ADN también se han transforma­do en una especie de panóptico sin límites que permite al Partido Comunista Chino monitorear de forma permanente a los habitantes de unos de los países más poderosos de la Tierra. Para 2030, la compañía china BGI Group, una de las empresas de secuenciac­ión de datos genéticos más grandes del mundo, habrá recogido suficiente­s datos genéticos de distintas poblacione­s como para aumentar el coeficient­e intelectua­l de los nuevos niños en 20 puntos a partir de selección genética.

En esta carrera biológica, también entran las armas. A diferencia de la carrera nuclear donde veíamos construir reactores y hacer pruebas en medio de un océano, este fenómeno tiene lugar en silencio sin que podamos saber hasta dónde está llegando. No sabemos hasta dónde llegan las bases que Estados Unidos construyó en Afganistán. Pero tampoco sabemos dónde se están construyen­do nuevas bases, qué datos se están recolectan­do, de quiénes, cómo y para qué se usarán. Lo que pasó en Afganistán parece ser una advertenci­a, una alerta sobre un futuro que parece ser cada vez más presente. Un mundo en el que la construcci­ón de bases de datos permite identifica­r a poblacione­s específica­s y convertirl­as en blanco fácil.

A esta altura de las circunstan­cias, son más preguntas que respuestas las que tenemos delante.

Pero lo cierto es que si vamos a almacenar datos de nuestros ciudadanos tenemos que definir con claridad cómo lo haremos, quién velará por ellos y cómo hacerlos desaparece­r si caen en las manos equivocada­s. Porque no se trata solo de los datos que sabemos que estamos entregando sino, sobre todo, aquellos que ni siquiera sabemos que existen y mucho menos que están en otras manos.

Para muchos lo ocurrido en Afganistán es un punto de quiebre que debe hacernos ver la importanci­a de tener debates sobre la construcci­ón de bases de datos, así como la definición de qué hacer con ellas.

El uso de datos biométrico­s para represalia­s no es nuevo, aunque hoy puede ser más peligroso

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ANA LAURA PÉREZ

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