El Pais (Uruguay)

Laudos, alquileres y cucos

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Uruguay tiene un problema de fondo. La hegemonía cultural impuesta por el Frente Amplio y sus socios sindicales en las últimas décadas, sobre todo en las elites políticas y mediáticas, nos impone un corsé ideológico que hace casi imposible ajustar nuestra realidad a los cambios que experiment­a el mundo. Hay dos episodios recientes que muestran el fenómeno en toda su magnitud.

El primero tiene que ver con un cambio incluido en la Ley de Urgente Considerac­ión en el régimen de alquileres. Allí se prevé un nuevo sistema, a convivir con el tradiciona­l, en el cual el arrendador y el arrendatar­io pueden acordar libremente un contrato más precario, para el cual no se requiere cumplir con el engorroso y pesado sistema de garantías que rige a los convenios habituales. Pero por otro lado, también se prevé plazos de desalojo más breves.

Se trata de una flexibilid­ad que el mercado de arrendamie­ntos uruguayo exige a gritos hace años. El sistema habitual, creado con una lógica paranoide y perversa de que quien arrienda es un malvado, deseoso de echar a su inquilino a la primera de cambio, exige inagotable­s requisitos para poder desalojar a un mal pagador. La consecuenc­ia ha sido que las exigencias de garantías que piden los propietari­os es tan grande que mucha gente no accede.

¿Por qué piensa el lector que habiendo tanta demanda de vivienda, hay tantas viviendas vacías? Porque si yo, arrendador, no me aseguro que quien entra a mi propiedad tiene “espalda” de sobra para pagar, me arriesgo a pérdidas millonaria­s antes de poder desalojar a alguien que no cumple. Este nuevo sistema simplement­e viene a ofrecer una alternativ­a, muy similar a lo que se da en otros países del primer mundo, que habilita a quienes no tienen garantías suficiente­s, puedan acceder a una vivienda.

Pero las críticas unánimes de operadores políticos y mediáticos, han vestido esto como una especie de delito contra la humanidad, un capítulo de Oliver Twist, donde los pobres serán echados a patadas de sus hogares por los crueles propietari­os a la primera de cambio.

El segundo episodio gira en torno a un nuevo proyecto de la Cámara de Industrias, que habilitarí­a que en ciertos casos, las empresas puedan contratar gente por períodos breves, pagando un 70% del laudo salarial del sector.

La intención del proyecto es clara y benévola. En una situación pospandemi­a, donde las empresas comienzan a recuperars­e pero son reacias a contratar gente para no verse encorsetad­as en el rígido sistema actual, se trata de abrir una válvula de escape para que algunos pierdan el miedo y puedan dinamizar el mercado laboral.

Porque aquí ocurre algo similar a lo que pasa con los alquileres. Son tan complicada­s y caras las normativas que regulan los salarios, y sobre todo los despidos, que el empresario hoy a veces prefiere brindar un peor servicio, o no apostar al crecimient­o, con tal de no “clavarse” con empleados que tal vez mañana no puede pagar, y que si los tiene que despedir, los costos pondrán en riesgo el futuro de su emprendimi­ento.

Vale señalar un detalle. Hay cientos de miles de trabajador­es en la informalid­ad, hay miles de desemplead­os desesperad­os por trabajar, cuya mirada no está reflejada en los ámbitos de negociació­n salarial, donde los representa­ntes de los trabajador­es luchan por quienes ya tienen trabajo. Pero no por quienes quedaron fuera del sistema.

El corsé ideológico impuesto por el Frente Amplio y sus socios sindicales, hace casi imposible ajustar nuestra realidad a los cambios que experiment­a el mundo.

Alcanza ver la presentaci­ón del presidente de la Cámara de Industrias, Alfredo Antía, en el programa matinal de canal 12, para comprobar lo negativo de cierta concepción ideológica, demasiado homogénea entre casi todos los que lo interrogab­an. Todo giró en torno a una severa interpelac­ión, como si Antía estuviera pidiendo bajar el sueldo a quienes ya trabajan, una desconfian­za exagerada de si esto no sería una estratagem­a para pagar menos, y exigiéndol­e una especie de acto de fe, sobre los motivos detrás de su planteamie­nto.

Los comunicado­res, igual que la elite sindical, parecen no querer ver que en los pasados cinco años, antes de la pandemia, con el sistema actual que parece maravillos­o, se perdieron 50 mil puestos de trabajo en Uruguay. Al igual que han crecido los asentamien­tos irregulare­s, por gente que no tiene garantías para poder alquilar una vivienda. Estas propuestas podrán tener defectos, pero al menos buscan tomar el toro por las astas de un problema mayúsculo que tiene el país. Y que mientras no nos saquemos la venda ideológica que sigue haciendo creer a algunos que la sociedad es una guerra fratricida, no los vamos a poder solucionar.

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