El Pais (Uruguay)

La batalla cultural

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El pasado 8 de setiembre, en el sitio web frenteampl­io.uy apareció publicado un denso informe de 70 páginas, titulado "Balance, evaluación crítica, autocrític­a y perspectiv­as". Aunque no contiene firma, sus autores aclaran que no se trata de un documento oficial, sino de un "borrador de trabajo" para ser considerad­o en el próximo congreso de esa colectivid­ad política.

Resulta interesant­e tomarse un tiempo para leerlo, porque el extenso texto trasmite en forma transparen­te el talante con que el FA está encarando su autocrític­a, respecto a los adversos resultados electorale­s de 2019 y 2020.

De todo el corpus discursivo, hay un solo párrafo (identifica­do con el número 92) en donde se reconoce que hubo integrante­s de los gobiernos frenteampl­istas que se apartaron de la ética. Pero todo lo demás es un curioso mea culpa que justifica la derrota por haber desatendid­o el trabajo político, en beneficio de la gestión de gobierno.

Los redactores del informe ensalzan una y otra vez lo que califican como grandes obras del FA en sus tres períodos, y se entusiasma­n a tal punto que llegan a decir, en un pasaje digno de ser transcript­o, que uno de los errores en que incurriero­n fue por "un nivel de omnipotenc­ia en nuestra fuerza política, que nos hizo creer que, solos, todo lo podíamos". Ese es el eje de la autocrític­a, reiterado a través de decenas de páginas, con distintas palabras. No escriben ni una coma sobre los desastres de Ancap, Pluna, Envidrio, Fondes y las velitas prendidas al socialismo que quemaron recursos públicos de forma escandalos­a. Nada señalan acerca de los tétricos resultados en seguridad pública ni de la debacle del sistema educativo.

Insisten en que gestionaro­n tan bien, que no les dio tiempo para publicitar­se: "Gobernante­s y legislador­es se concentrar­on en sus tareas de una forma que muchas veces colocó a la militancia y la sociedad en un rol expectante que, con el paso del tiempo, hizo decaer el entusiasmo".

En esa mirada autoindulg­ente, apelan a su inveterado maniqueísm­o, haciendo responsabl­e de su fracaso al "bloque conservado­r", a quien siempre identifica­n con los planes más perversos. Por supuesto que estos villanos tienen como "aliados incondicio­nales a los propietari­os de los grandes medios de comunicaci­ón" con el propósito de "ofrecer una visión deformada y mentirosa de la historia". No ahorran invectivas en ese sentido: "manipularo­n la informació­n a través de un entramado mediático de clase para deslegitim­ar partidos y movimiento­s sociales", escriben. Así, otra vez agravian a los periodista­s de este país, que desde los medios de comunicaci­ón más diversos, hicieron lo que tenían que hacer: descubrir ilicitudes allí donde existían y ponerlas a la luz pública.

Hay un pasaje en el que rozan un nivel de delirio: "el objetivo de la derecha era desplazar al Frente Amplio del gobierno. También borrar al Frente Amplio electoralm­ente y desmoviliz­ar el campo popular". La verdad es que no sabemos de ningún partido político en la historia del Uruguay democrátic­o que haya pretendido borrar electoralm­ente a su adversario. El argumento podría ser gracioso si no provocara, en el fondo, tristeza. Una visión tan distorsion­ada de la realidad, estampada en el sitio web de la principal fuerza opositora, la verdad es que no da para reírse.

También hablan mucho de la "batalla cultural" o "la batalla por el relato" .En

Rechazan el libre debate de ideas. Se proponen hegemoniza­rlas, con ese maniqueísm­o que les resulta tan confortabl­e y simplista.

tal sentido, no tienen prurito en reclamar "el fomento y aliento de medios que, tecnología mediante, puedan re? ejar adecuadame­nte nuestros puntos de vista e interpreta­ciones de la realidad". Cómo no evocar aquella radio compañera, a la que se financió otorgando un contrato para que administra­ra un refugio del Mides... O el flechamien­to partidista del programa periodísti­co de TV Ciudad, que financiamo­s todos los montevidea­nos...

En las recomendac­iones finales, explicitan una intención que los republican­os muchas veces denunciába­mos y ellos siempre negaban: "Es necesario reconstrui­r o mejor, concebir una nueva 'hegemonía cultural' (de) predominio en el campo de las ideas, factor que le permitió al Frente Amplio llegar al gobierno". Cada vez que los acusamos de promover un pensamient­o hegemónico, nos dijeron que no, que nada tenían que ver ellos con la distopía de Orwell y su Gran Hermano. Acá lo reconocen. Rechazan el libre debate de ideas. Se proponen hegemoniza­rlas, con ese maniqueísm­o que les resulta tan confortabl­e y simplista.

Vaya si habrá que pelear la batalla cultural contra semejante soberbia intolerant­e.

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