Velas de cera de soja de aromas y formas originales
Josefina buscó un emprendimiento para escapar de la rutina y así nació Maluhia
Por qué no hacés velas?”, fue la sugerencia que recibió Josefina Schramm (27 años) de su hermana. Estaban en un almuerzo familiar y había comentado que necesitaba un escape de su rutina laboral y de todo lo que venía significando la pandemia por COVID-19.
Josefina trabaja al frente de una empresa de transporte de carga junto a sus dos hermanos. Fue algo que decidió hacer cuando sus estudios de Escribanía no la terminaban de convencer. “Probé dos años, pero no logré que me gustara, entonces se me dio la oportunidad de trabajar con mis hermanos”, apunta. La opción fue la correcta; les va muy bien.
Estaba contenta con eso, pero luego de ocho o diez horas de trabajo diarias su deseo era llegar a casa y tener alguna otra cosa para hacer.
“Quería distraerme un poco, pero también tener algo propio, personal”, cuenta.
Entonces le hizo caso a su hermana, buscó tutoriales en Youtube, pidió los moldes a los Estados Unidos y a la semana ya estaba haciendo velas en el cuarto de su hermana.
“Empecé con 30 velas que me pidió una amiga para su tienda de ropa. Fui probando y probando”, recuerda sobre el nacimiento de lo que llamó Maluhia. “En hawaiano significa paz, relajación”, explica.
Dominica fue la tienda de Punta Carretas que le abrió sus puertas y, por el momento, es el único local en el que se la encuentra; el resto ocurre todo en Instagram y le insume su buen tiempo.
“Tener un emprendimiento es un trabajo aparte, te lleva mucho tiempo porque sos fotógrafa, llevás los números, atendés a los clientes, hablás con los proveedores… es todo un combo, pero es algo distinto que la verdad te abre muchas puertas y aprendés demasiado. Esto me abrió un mundo nuevo”, afirma.
SOSTENIBLE. Lo que destaca Josefina es que no eligió cualquier tipo de velas para lanzarse al mercado, sino las que se hacen con cera de soja, que respetan mucho más el medio ambiente. “Son distintas a las velas de parafina, que son hechas en base a petróleo. Estas son velas hechas en base a semillas de soja. Es un producto renovable”, explica.
Lo único negativo es que son algo más caras que las de parafina. Una vela decorativa, por ejemplo, puede salir $ 350.
De todas formas hoy las velas de cera de soja son tendencia. “Como sociedad estamos buscando cosas mejores para el medio ambiente y para la salud”, apunta.
Agrega que, además, son velas que tienen un bajo grado de fusión y por eso el cebo que sobra se puede usar tanto como un hidratante para la piel como para hacer masajes.
“Son aromáticas, con formas y diseños bien originales. Son una buena idea para complementar y transformar los rinconcitos de los hogares”, señala Josefina, quien eligió como sus aromas distintivos el coco y la vainilla y el pepino y la sandía.
“Perduran más que los de una vela de parafina. No quiero incluir tantos aromas porque quiero que se sienta ese olor y que sea algo propio mío. Uso un aceite esencial que tampoco es dañino, es todo natural”, aclara a El País.
En cuanto a las formas, lo que más le piden son las Bubble (cuadraditos con formas de burbujas), las Seashell (conchas de mar) y la silueta de una mujer. Como toque diferente puede agregarles papelitos de bronce, oro o plata. Hasta el momento cuenta con seis diseños de velas.
PLANES. Lo más inmediato que tiene en mente es la producción para las fiestas de fin de año. “Las velas son un detalle lindo de regalar. Las tenés en tu casa, las prendés cuando querés o las usás como decoración”, detalla.
Lo siguiente es el verano. Con su novio tienen una combi y cuando llega esta época del año les gusta hacer turismo interno por Rocha. “Mi sueño es poner una mesita al lado de la camioneta y vender las velas”, cuenta a El País.
Quizás para ese entonces ya esté funcionando el otro emprendimiento que tiene pensado montar con su padre dentro de Maluhia: toallas y pareos de playa con diseños.
“Me gusta trabajar en familia, a mi padre le encantó la idea y vamos a hacerlo juntos. Serían diseños coloridos, con flores, caritas felices… productos para disfrutar. Esa es mi idea, que la gente que use mi producto se sienta contenta”, acota Josefina.
A más largo plazo se ve con un local propio por Piriápolis (Maldonado). “Mi novio vive en Punta Colorada y me encanta toda esa zona”, señala contenta de que lo que en principio podría haber sido solo un hobby terminó convirtiéndose en ese emprendimiento que necesitaba para darle un toque distinto a su vida.