El Pais (Uruguay)

Punto muerto

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La República Argentina construye dos emisores subacuátic­os que verterán deshechos en las aguas de uso común del Río de la Plata. El primero en entrar en servicio será el correspond­iente al Sistema Riachuelo. El segundo, correspond­iente al Sistema Berazategu­i, se encuentra en la etapa de licitación. Las obras están sujetas al Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo. En dos sentidos. Primero, porque son obras de infraestru­ctura que pueden producir perjuicio sensible al interés de la navegación de la otra Parte o el régimen del Río, y, segundo, porque sus emisiones pueden tener un impacto dañoso para el medio acuático. En el Tratado, los dos países acordaron “proteger y preservar el medio acuático y, en particular, a prevenir su contaminac­ión, dictando las normas y adoptando las medidas apropiadas, de conformida­d a los convenios internacio­nales aplicables y con adecuación, en lo pertinente, a las pautas y recomendac­iones de los organismos técnicos internacio­nales”.

Los recientes esfuerzos que ha realizado el Gobierno uruguayo para establecer un sistema de monitoreo de las emisiones en el río no han tenido éxito. La principal causa del fracaso es la política equivocada que siguieron en esta materia sucesivos ministros de Relaciones Exteriores, desde el año 2009. A primera vista esta afirmación puede sorprender porque la atención se centra en la Delegación Uruguaya en la Comisión Administra­dora del Río de la Plata (CARU). Pero es necesario tener presente que esta última no es un ente independie­nte sino solamente un instrument­o de la Cancillerí­a, que es la última responsabl­e de sus éxitos y, también de sus fracasos.

La Delegación Uruguaya en CARP ha tenido en el pasado una gestión poco brillante en esta materia (mejor olvidar piadosamen­te el error de pretender dragar el Canal de Acceso del Puerto de Montevideo a – 14 metros y presentar un proyecto para hacerlo a – 13 metros). A principios del año 2009, nuestro país dio su visto bueno, sin mucho estudio, al proyecto para la construcci­ón del emisor del Sistema Riachuelo. Ahora nos enteramos que, aparenteme­nte, dio su aprobación tácita al segundo emisor, en mayo del año 2019, de acuerdo al artículo 19 del Tratado.

Dejar pasar un emisor puede ser una distracció­n, pero aprobar tácitament­e el segundo ya parece una política.

Este tipo de obras (independie­ntemente de los dos casos actuales, pensemos en el

Los esfuerzos para un sistema de monitoreo ambiental en el Río de la Plata han sido en vano.

futuro) plantea varios desafíos de control. Uno de ellos es durante la etapa de formulació­n del proyecto. Los proyectos de inversión normalment­e contendrán estudios de impacto ambiental que concluirán que las obras no tendrán un efecto adverso sobre el entorno acuático. Otro desafío es el del monitoreo del funcionami­ento del sistema durante la vida útil del mismo. Décadas. Las amenazas incluyen defectos de planificac­ión o de construcci­ón, problemas de mantenimie­nto, los estándares ambientale­s que evoluciona­n constantem­ente (las “medidas apropiadas” a que se refiere el Tratado), el mejor conocimien­to sobre los ecosistema­s o cambios en estos.

Estos sistemas deben contar con mecanismos de control ambiental de largo plazo, eficaces, transparen­tes y oponibles a las partes. Como los que ya funcionan en el río Uruguay. Lamentable­mente, no se ha conseguido un acuerdo en el seno de CARP.

Es un error.

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