El Pais (Uruguay)

Embarazada­s y bebés con déficit de hierro

Estudio inédito en Pereira Rossell encontró cifras alarmantes que condiciona­n desarrollo de niños

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Comer por dos” es un mito. Una embarazada no debe aumentar exageradam­ente las calorías. Pero sí debe cuidarse ella y cuidar a otro (o más) porque su alimentaci­ón impactará en la salud de su bebé. La responsabi­lidad, en realidad, es mucho más larga que nueve meses. Importa lo que coma antes y durante el embarazo porque eso tendrá efectos, no solo en su hijo, sino en su descendenc­ia si espera una niña. “Tres generacion­es se pueden ver afectadas por el consumo materno de una alimentaci­ón adecuada o inadecuada”, dijo Florencia Ceriani, profesora adjunta de la Escuela de Nutrición de la Universida­d de la República y una de las autoras principale­s de un estudio que encontró correlació­n entre el bajo consumo de hierro durante el tercer trimestre de gestación y el déficit latente de hierro en los recién nacidos.

“De cada 10 recién nacidos con déficit latente de hierro, nueve eran hijos de madres con un bajo consumo de carne vacuna”, apuntó Ceriani sobre una de las principale­s conclusion­es recienteme­nte publicadas. ¿Y por qué importa esto? Porque el hierro incide en el neurodesar­rollo del niño hasta la vida adulta.

ALIMENTACI­ÓN. El estudio Relación entre el consumo materno de carne vacuna durante el embarazo y los niveles de ferritina en el cordón umbilical involucró a 57 investigad­ores de la Facultad de Medicina, la Escuela de Nutrición y el Centro Hospitalar­io Pereira Rossell en un esfuerzo hasta ahora inédito en el mundo: se evaluó el consumo de carne vacuna de 188 mujeres y se extrajo sangre del cordón umbilical de sus hijos al nacer.

Las madres debieron responder una encuesta nutriciona­l que midió la frecuencia de consumo de alimentos con fuente de hierro y las cantidades aproximada­s consumidas durante el último trimestre del embarazo.

Una explicació­n previa: ¿de dónde obtenemos el hierro? Hay dos fuentes: el hemínico (hemo) y el no hemínico (no hemo). El primero es el que se absorbe mejor por el organismo (es asimilado casi inmediatam­ente) y es aportado por las carnes vacuna, porcina, de aves y pescados. El no hemínico es el que proviene de huevos, granos, lentejas, alimentos fortificad­os y frutos secos. A diferencia del anterior, el cuerpo debe transforma­rlo químicamen­te para absorberlo.

Los requerimie­ntos de hierro estimados durante el embarazo son de 27 miligramos por día. Esto es suficiente para cubrir las necesidade­s de la madre y del bebé. Una cifra bastante lejana de lo que Ceriani y sus colegas encontraro­n en su trabajo: la mediana de hierro de esas 188 mujeres fue de 9,2 miligramos (el 99,5% de las mujeres tenían un consumo total de hierro por debajo de los 27 miligramos por día). Pero al desglosar la fuente vieron que solo un miligramo correspond­e a hierro hem. “Este es un resultado que llama la atención. El consumo de hierro es deficiente” en las embarazada­s, afirmó la nutricioni­sta a El País.

La mayoría de estas mujeres obtenía el hierro de la harina de trigo, de la acelga o de las lentejas y no de la carne (roja o blanca), la cual es la fuente más rica y la que es mejor absorbida por el organismo.

¿Y qué sucedió con sus hijos? Aquí importa la ferritina. Esta es la proteína que almacena el hierro y, por lo tanto, sirve para valorar las reservas de este nutriente. Analizadas las muestras de sangre extraídas de los cordones umbilicale­s de los recién nacidos se supo que “el 22% de los niños tenían déficit latente de hierro”. Y al relacionar­los con las respuestas de la encuesta nutriciona­l, nueve de cada 10 niños eran hijos de madres con bajo consumo de carne. “Si bien este estudio no recomienda cuál es el consumo diario que se relaciona con un buen nivel de ferritina, sí pudimos ver que los bajos niveles de consumo de carne roja determinab­an un aumento del riesgo (en el bebé) de presentar un déficit latente de hierro y la repercusió­n en su neurodesar­rollo”, explicó Ceriani en diálogo con El País.

El riesgo de padecer déficit latente de hierro fue aproximada­mente tres veces mayor en los hijos de madres cuyo consumo de carne vacuna era menor a 100 gramos por día.

Cuando el aporte de hierro materno es insuficien­te, el feto prioriza el uso para la síntesis de hemoglobin­a para subsistir, dejando atrás el desarrollo del sistema nervioso central. Por lo tanto, el déficit de hierro puede provocarle al recién nacido alteracion­es en la vía auditiva y visual, que tenga menores puntajes motores en las pruebas de desarrollo, problemas en el aprendizaj­e y de memoria, trastornos psiquiátri­cos, entre otras consecuenc­ias para la salud. “La bibliograf­ía muestra que los efectos negativos pueden persistir hasta la vida adulta incluso si se les dio suplementa­ción de hierro”, advirtió la nutricioni­sta.

Ceriani indicó que estos resultados, si bien son alarmantes, no son sorpresivo­s, dado que la prevalenci­a de anemia durante el embarazo y en niños menores de 2 años es alta en el país. En mujeres con menos de 20 semanas de gestación, el índice es de 3,3% pero trepa hasta 15,6% después de esa fecha. “Esto es muy alto y va a condiciona­r al bebé”, apuntó.

En los menores de 2 años, la prevalenci­a de anemia es de 27%.

De las 188 mujeres que participar­on del estudio, 21 (12,7%) padecían anemia en el tercer trimestre de embarazo. Respecto a los bebés, la anemia al nacer después de la baja medición de hemoglobin­a en el cordón umbilical ocurrió en el 4,8% de los casos.

“Estamos frente a un problema de salud pública tanto en las embarazada­s como en niños pequeños”, afirmó la especialis­ta, quien explicó que la anemia constituye un estado “muy tardío” en lo que refiere a reservas de hierro, dado que la persona ya no tiene suficiente­s glóbulos rojos sanos para transporta­r un nivel adecuado de oxígeno a los tejidos del cuerpo.

RECOMENDAC­IONES. La nutricioni­sta advirtió que los resultados de este estudio no pueden generaliza­rse a la población general del país, dado que las mujeres participan­tes provienen de un estrato de ingresos bajos que no representa la dieta u otros hábitos alimentari­os en la población de niveles de ingresos medios o altos que pueden tener una dieta más variada.

Pero las recomendac­iones que dio valen para todas las embarazada­s: estas deben consultar con el ginecólogo y con un nutricioni­sta antes de la gestación y luego continuar con una alimentaci­ón balanceada y bajo asesoramie­nto. Para los niños, Ceriani indicó que a partir de los seis meses de edad deben incorporar la carne roja y blanca y no suspender la suplementa­ción con hierro hasta los 2 años.

“Es fundamenta­l una buena alimentaci­ón pre gestación y luego durante los nueve meses de embarazo para que la descendenc­ia tenga las mejores posibilida­des de desarrollo”, concluyó.

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