El Pais (Uruguay)

El excura que cuenta su verdad

- MARIANA MALEK

Julio Boffano (54) asegura que ha recibido amenazas; sin embargo, su trayectori­a y su camino hacia la libertad hicieron que nada de lo que puedan decir sobre él lo amedrente. Mañana martes 21 de septiembre hará la presentaci­ón oficial de su libro Conocerme me hizo libre (Editorial Planeta), un texto en el que cuenta su verdad: encontró la fe, se ordenó sacerdote por la Compañía de Jesús, cursó estudios en Roma y allí se cuestionó todo: su sexualidad, el celibato, la hipocresía de la Iglesia Católica Apostólica Romana, los abusos sexuales y, finalmente, se liberó. En 365 páginas el excura intenta, según él, ayudar a quienes vivieron o viven situacione­s similares, especialme­nte de abuso. También asegura que mientras residía en Roma descubrió que la Iglesia Católica ordena que sus curas sean célibes, al menos con personas del sexo opuesto, pero que las orgías, las relaciones y los favores sexuales entre hombres son moneda corriente dentro de la institució­n religiosa.

Sobre su libro, las críticas y su vínculo con la Iglesia, Julio Boffano conversó con El País.

—¿Qué lo llevó a escribir este libro?

—Hacía años que me decían que tenía que contar mi historia, incluida Editorial Planeta. Empecé en 2019 y me llevó dos años y medio el libro. Me hizo recorrer zonas oscuras de mi vida y tuve que retomar terapia. Mientras escribía, volvieron las pesadillas, la angustia y los dolores. Contar el abuso sexual de niño y mi transforma­ción fue fuerte. Es mi vivencia, lo que me pasó a mí y espero que pueda ayudar a otros. Ya se contactaro­n conmigo más de 50 personas y eso es porque en el Uruguay el tema se oculta y en el 90% de los casos ocurre en el entorno familiar, lo que hace más complicado que se animen a denunciar.

—¿Cómo sintió el llamado de Dios y decidió ser cura?

—Cuando era joven y me vinculé con la iglesia conocí un nuevo mundo. Una iglesia que estaba del lado de los más pobres y que podía hacer la diferencia. A finales de la dictadura en Uruguay, era un lugar donde nos encontrába­mos para reflexiona­r y decir cosas que en otros ámbitos no eran permitidas. Eso y la vocación de servicio, que mantengo, me atrajo mucho. Sentí que me colmaba entregarle la vida a ese Jesús que estaba del lado de los más pobres y que tenía que ver con lo que yo sentía. El llamado es algo muy fuerte e impactante porque realmente te hacen sentir que sos el elegido de Dios. Tan fuerte es que estás dispuesto a tomar votos perpetuos como el del celibato y la pobreza, por ejemplo.

—En su libro deja claro que su pasaje por Roma fue lo que terminó de desencanta­rlo de la Iglesia Católico y lo que finalmente lo hizo dejar los hábitos; ¿qué fue lo que le impactó?

—Roma es mi ciudad, además de Montevideo. Es gran parte de mi vida, tengo la posibilida­d de volver seguido y mis hermanos y hermanas están ahí. En Roma hice terapia y fue cuando un cura me dijo: “Tú también fuiste víctima de abuso”. Lo tenía bloqueado por completo en mi memoria. Ahí descubrí un mundo de hipocresía, una Iglesia Católica que no era la que yo quería; por eso digo que hay muchas iglesias, porque hay un montón de gente buena. Es más, la mayoría es gente buena que hace cosas maravillos­as. El tema es qué hacemos cuando descubrimo­s las malas. A través de mis propias hipocresía­s descubrí en Roma que las cosas no eran como me las pintaban y fue mi liberación en muchos sentidos, desde lo sexual hasta lo que fueron los eventos del Orgullo Gay en el 2000. Llegué en 1998 a estudiar Teología en el lugar más conservado­r y oficialist­a. Aproveché mucho y viví muchas cosas. Después de haber vivido la vida loca y perversa, muchas veces, me cuestioné. Muchas personas me piden nombres y yo considero que no estoy acá para deschavar gente. Lo que cuento es lo que me pasó. Creo que mi pasaje por Roma tuvo que ver con lo que para los creyentes es la providenci­a, mi estilo de fe me ayudó a sanar. —Usted le dedica un capítulo al Papa Francisco y es muy duro. ¿Por qué?

— Yo critico a (Jorge) Bergoglio porque lo conocía de antes. No me crean; investigue­n. Bergoglio sabía de antes lo que pasaba y lo que sigue pasando. El papa Francisco, que hoy se presenta como alguien abierto y tolerante, en realidad es un experto del marketing. Hace pasar esa fachada de bueno y abierto, pero cuando habla sobre la homosexual­idad, porque es una obsesión, sigue siendo como el peor de los pecados. Bergoglio en Argentina utilizó todos los mecanismos posibles contra el matrimonio igualitari­o, todos los mecanismos de poder de la Iglesia Católica. Entonces les propongo que investigue­n. Por supuesto que Bergoglio tiene sus enemigos mucho más de derecha que él en el Vaticano, pero veamos si hay cambios realmente y cuáles son. Yo explico en el libro que él era mala palabra y por qué era considerad­o así, también me refiero a su fachada. Bergoglio es Francisco y Francisco es Bergoglio y esa fachada de misericord­ioso es una estrategia de marketing que le funciona muy bien.

—Sigue considerán­dose creyente y habla de Jesús habitualme­nte. ¿Cómo es su vínculo con la Iglesia Católica?

—Sigo siendo católico. Creo que hay que preguntars­e qué significa ser católico. Significa responder cuál es el Jesús en el que crees. Jesús estaría del lado de los más desprotegi­dos, de las trabajador­as sexuales, de los homosexual­es. El Jesús en el que creo no estaría ocultando curas abusadores, no lo estaría trasladand­o de un país a otro y de una ciudad a otra. No minimizarí­a las denuncias de las víctimas, héroes y heroínas que se animan a hablar, no le dirían callate la boca y arreglaría por plata con las familias. En Uruguay no saltó nada, pero no somos la excepción.

—¿Y con la Compañía de Jesús? —Muchos de mis amigos en el mundo son jesuitas, es decir que pertenecen a la Compañía de Jesús. El problema es que cuando dejás una institució­n, como cualquier otra, pasás a ser un traidor. Yo lo entiendo perfectame­nte, porque las personas siguen ahí luchando con lo que pueden para ser coherentes consigo mismos y el que sale cuestiona. Siempre fui una persona provocador­a que nunca me callé nada. Algunos se hacen los que no me conocen, pero Uruguay es muy chico y todos nos conocemos. Si los escandaliz­a creo que hay que preguntars­e por qué los escandaliz­a y leer más el evangelio.

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