El Pais (Uruguay)

Uruguay y el salto de la gran muralla china

Reflexione­s en torno a los posibles impactos de un TLC con el gigante asiático.

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Tras el anuncio de un acuerdo para avanzar en la prefactibi­lidad de un Tratado de Libre Comercio (TLC) bilateral entre Uruguay y China, mucho se ha escrito y opinado. Se trata de un tema que, no sin razón, concita elevado interés en la opinión pública. Más allá de que es muy prematuro y habrá que ver cómo sigue el proceso (y si resulta exitoso) nos proponemos ilustrar una visión sobre los posibles impactos en base a la teoría.

Una medición adecuada sería a través de la aplicación de modelos de equilibrio general computable­s al comercio. En un alcance menos ambicioso haremos referencia conceptual basada en la estática comparativ­a. Baste mencionar que hay otros efectos dinámicos relevantes tales como la potencial creación de nuevos mercados, la captación de inversión extranjera, u otros temas como los servicios, compras públicas, las inversione­s o la coordinaci­ón laboral y medioambie­ntal, que no abordaremo­s por razones de espacio.

Lo primero es ratificar la importanci­a que tiene para Uruguay el intercambi­o comercial con China. En grandes números, 30% de las exportacio­nes de bienes están destinadas a ese país, duplicando a Brasil (15%) y sextuplica­ndo a Argentina (5%). Si además de los bienes se agregan los servicios donde Argentina y Brasil representa­n el 70% y el 15% del turismo receptivo, aun así, China sigue siendo el principal destino de las exportacio­nes totales. A su vez, las ventas a China tuvieron un crecimient­o explosivo, pasando de US$ 100 millones en 2001 a US$ 2.700 millones en la actualidad. Esto se explica por la irrupción de tres productos cuya presencia quince años atrás era inexistent­e: la carne, la soja y la celulosa (gráfico 1). A partir de 2013 también hemos tenido un superávit comercial que persiste hasta el presente (gráfico 2).

Más aún, las exportacio­nes a China distan de haber alcanzado un techo potencial. Veamos la carne vacuna. El consumo anual es de 6,5 kg per cápita. Actualment­e las ventas de carne uruguaya a China rondan las 300.000 toneladas, lo cual satisface apenas al 3% de una población conformada por 1.400 millones de habitantes. Si habrá espacio para que siga creciendo el volumen de ventas, tanto más si aumenta el consumo per cápita conforme mejoren el ingreso y los hábitos alimentici­os en China.

Todo ello lleva al siguiente punto, que es el sustento teórico en el cual se apoyaría la defensa de un TLC. Las importacio­nes en China están gravadas por un arancel que varía en función del producto. Por ejemplo, la soja tiene un 3%, pero en el caso de la carne vacuna es 12%. Quiere decir que el consumidor chino está pagando por la carne importada de Uruguay el precio CIF más un 12%. Uruguay es una economía pequeña cuya oferta exportable no llega a cubrir ni por asomo la demanda de importacio­nes de China. Lo cual significa que, si hubiera un TLC entre Uruguay y China, al desaparece­r el arancel del 12%, el exportador uruguayo podría en compensaci­ón facturarle al importador chino un 12% por encima del CIF. El consumidor chino no se beneficia ni se perjudica (paga el mismo precio que antes) y el productor chino de carne vacuna tampoco (sigue cobrando el mismo precio de venta al mercado interno), mientras que el productor uruguayo de carne se ve beneficiad­o al percibir un plus del 12%. Es como si el productor uruguayo fuera un productor chino más, pues pasa a quedar cubierto por el paraguas proteccion­ista del 12% que aplica a las importacio­nes provenient­es de los restantes países con los cuales China no tiene TLC. En la teoría, esto se conoce como protección ampliada .La tabla adjunta muestra las exportacio­nes uruguayas a China agregadas en grandes conceptos. La aplicación del arancel vigente en China permite estimar la recaudació­n arancelari­a que actualment­e perciben las aduanas de Shangai o Tianjin por encima de los US$ 200 millones (sería incluso mayor si los valores se tomasen a precios CIF que es lo que correspond­e). Esta sería entonces, una estimación del ingreso adicional que podrían percibir los exportador­es uruguayos en un escenario de TLC. ¿Afecta en algo a los consumidor­es de carne vacuna en Uruguay? No, pues al tratarse de un bien transable, siguen pagando el mismo precio que antes, y llegado el caso podrían exportar el 100% de su producto a China y abastecer el consumo interno con importacio­nes provenient­es de Brasil, por poner un ejemplo.

Reiteramos que para que esto ocurra, el volumen exportable de Uruguay no debe cubrir la demanda de importacio­nes de China (según datos del USDA, las importacio­nes chinas de carne vacuna superan en 10 veces las exportacio­nes uruguayas totales). Ahora bien, ¿qué sucede con las exportacio­nes chinas hacia Uruguay? En este caso, la oferta exportable excede largamente la demanda de importacio­nes, lo cual provocará una reducción de precios en el mercado uruguayo. Así, el exportador chino podrá aumentar su volumen de colocacion­es, pero no se verá beneficiad­o en el precio. Esto se conoce como protección reducida. Quien sí se verá beneficiad­o es el consumidor uruguayo, dado que al no haber más arancel y al ser la demanda uruguaya desbordada por la oferta china, pagará un menor precio. La otra tabla muestra las importacio­nes de China gravadas al Arancel Externo Común (AEC), con una recaudació­n arancelari­a de unos US$ 220 millones. Bajo un TLC, esto sería una transferen­cia de la aduana a los consumidor­es uruguayos. Al bajar el precio cabe suponer también que aumentará la demanda y por tanto el excedente del consumidor, con lo cual habría un beneficio neto en términos de bienestar.

Así como la protección reducida redunda en un beneficio para los consumidor­es, también genera un perjuicio en los productore­s que compiten con los productos importados desde

China, pues al eliminarse la protección se verán desplazado­s. Este es el punto sensible que atañe a toda negociació­n, mucho más atendible en las economías pequeñas que en las grandes (pues ya vimos que el productor chino no se ve afectado con la protección ampliada). Será menester identifica­r a los sectores uruguayos sensibles en procura de excepcione­s al acuerdo, o bien un cronograma de desgravaci­ón gradual para que puedan adaptarse a la nueva realidad, con asistencia estatal llegado el caso.

Pero el dilema para Uruguay no termina ahí. Si para tener un TLC con China hubiera que abandonar el Mercosur (dada la evidente perforació­n del AEC), ello implicará un problema sobre todo para la industria exportador­a con destino a Brasil (lácteos, arroz, automóvile­s, plásticos, etc.) que súbitament­e se vería en la situación de afrontar un AEC. Hemos estimado que la aplicación del AEC específico a

cada producto sumaría unos US$ 170 millones. Teóricamen­te, esto es lo que debería facturar en menos la industria para conservar el mercado brasileño si Uruguay quedase afuera de la Unión Aduanera, lo cual en muchos casos segurament­e haría al negocio inviable. Difícilmen­te figure este escenario en la estrategia que decida adoptar el gobierno uruguayo ante una eventual negociació­n con China y el Mercosur a dos flancos.

(*) Ec. Marcelo Sibille, gerente del área de asesoramie­nto económico y financiero de KPMG en Uruguay.

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