El Pais (Uruguay)

Cristina humilló y sometió al presidente

- CLAUDIO F ANTI NI LA BITÁCORA

Fue un feroz linchamien­to de imagen. Mientras detonaba el gobierno desde adentro, Cristina Kirchner ordenó un bombardeo de insultos y humillacio­nes sobre Alberto Fernández. Parte del gabinete mostró ser una quinta columna iniciando la batalla, y la artillería kirchneris­ta derribó lo poco que quedaba en pie de la imagen del presidente, disparando agravios y descalific­aciones de grueso calibre.

“Mequetrefe que no sirve para nada”, “ocupa” y “enfermo” fueron algunos de los proyectile­s lanzados a través de la diputada Fernanda Vallejos. Y estaban apuntados con precisión.

Muchos argentinos fueron al diccionari­o a buscar el significad­o de la palabra que, junto a “badulaque y botarate”, usaba el coronel Cañones contra su sobrino Isidoro en la historieta de Dante Quinterno. Y encontraro­n que la Real Academia Española define “mequetrefe” describien­do a un intruso inservible que actúa con arrogancia, como lo señala desde la raíz etimológic­a la palabra árabe “muhatrif”.

¿Qué es, en la mirada de Cristina expresada por Vallejo y por la propia vicepresid­enta en su carta pública, lo que se “arroga” con petulancia el presidente? Nada menos que la autoridad; la potestad de decidir las acciones del gobierno que preside.

Quedaron enfrentada­s la autoridad que da el poder político y la autoridad emanada de la Constituci­ón. Para el kirchneris­mo, la autoridad no reside en el poder institucio­nal sino en el poder político. La fórmula “Cámpora al gobierno Perón al poder” lo planteó de manera explícita. La vicepresid­enta tiene el poder político y el presidente tiene “solo” el poder institucio­nal. Para el kirchneris­mo, el “soberano mandante” al que debe acatar el mandatario, no es el ciudadano sino el líder que, desde su autoridad política, le confirió el mandato de asumir el cargo de presidente. La legitimida­d del mandatario ungido solo existe en tanto y en cuanto haga lo que le ordena su mandante.

En este caso, el presidente terminó aceptando que su mandante es Cristina.

¿Qué fue lo que detonó el enfrentami­ento? Según Cristina, la diferencia entre su visión económica y la de Alberto y su ministro Martín Guzmán.

Si fuera cierto la pelea se habría desatado amén del resultado en las PASO. Sin embargo, de haber ganado el oficialism­o, la trifulca no se habría producido. Aunque existen visiones económicas diferentes, lo que causó el choque de planetas fue una contraposi­ción de intereses.

La prioridad de Cristina es revertir en estos dos meses, a como sea, el resultado de las PASO, para que la elección de noviembre la deje con mayoría en ambas cámaras. Necesita esa mayoría para imponer la reforma judicial y exhibir poder a los jueces para conjurar la amenaza de varias causas que la acechan. En cambio la prioridad de Alberto no son estos dos meses sino los próximos dos años.

El presidente no está cercado por procesos judiciales y, si el oficialism­o quedara en minoría en el Congreso, podría gobernar negociando acuerdos puntuales con todo el arco parlamenta­rio. Su habilidad ha sido siempre manejarse en escenarios transversa­les.

No es extraño que vicepresid­entes conspiren contra presidente­s. Elvin Santos participó discretame­nte en la conspiraci­ón que derribó al presidente hondureño Manuel Zelaya. Y en Paraguay Federico Franco fue parte de la ofensiva legislativ­a que destituyó a Lugo. Temer no inició la conspiraci­ón contra Dilma, pero terminó allanando el camino al impeachmen­t, mientras que el choque entre presidente y vice en Ecuador, lo ganó Lenin Moreno y Jorge Glas terminó en prisión.

La diferencia de Cristina con los otros vicepresid­entes que conspiraro­n contra sus respectivo­s jefes de Estado, es que la vice argentina no quiere desplazar a Alberto Fernández de la presidenci­a, sino poner la presidenci­a bajo sus órdenes.

La primera orden será inyectar una sobredosis de dinero para provocar un shock de consumo que pueda, en dos meses, cambiar el humor social para las elecciones legislativ­as, aunque implique activar una bomba de tiempo que le explotará al propio Alberto.

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