Cristina humilló y sometió al presidente
Fue un feroz linchamiento de imagen. Mientras detonaba el gobierno desde adentro, Cristina Kirchner ordenó un bombardeo de insultos y humillaciones sobre Alberto Fernández. Parte del gabinete mostró ser una quinta columna iniciando la batalla, y la artillería kirchnerista derribó lo poco que quedaba en pie de la imagen del presidente, disparando agravios y descalificaciones de grueso calibre.
“Mequetrefe que no sirve para nada”, “ocupa” y “enfermo” fueron algunos de los proyectiles lanzados a través de la diputada Fernanda Vallejos. Y estaban apuntados con precisión.
Muchos argentinos fueron al diccionario a buscar el significado de la palabra que, junto a “badulaque y botarate”, usaba el coronel Cañones contra su sobrino Isidoro en la historieta de Dante Quinterno. Y encontraron que la Real Academia Española define “mequetrefe” describiendo a un intruso inservible que actúa con arrogancia, como lo señala desde la raíz etimológica la palabra árabe “muhatrif”.
¿Qué es, en la mirada de Cristina expresada por Vallejo y por la propia vicepresidenta en su carta pública, lo que se “arroga” con petulancia el presidente? Nada menos que la autoridad; la potestad de decidir las acciones del gobierno que preside.
Quedaron enfrentadas la autoridad que da el poder político y la autoridad emanada de la Constitución. Para el kirchnerismo, la autoridad no reside en el poder institucional sino en el poder político. La fórmula “Cámpora al gobierno Perón al poder” lo planteó de manera explícita. La vicepresidenta tiene el poder político y el presidente tiene “solo” el poder institucional. Para el kirchnerismo, el “soberano mandante” al que debe acatar el mandatario, no es el ciudadano sino el líder que, desde su autoridad política, le confirió el mandato de asumir el cargo de presidente. La legitimidad del mandatario ungido solo existe en tanto y en cuanto haga lo que le ordena su mandante.
En este caso, el presidente terminó aceptando que su mandante es Cristina.
¿Qué fue lo que detonó el enfrentamiento? Según Cristina, la diferencia entre su visión económica y la de Alberto y su ministro Martín Guzmán.
Si fuera cierto la pelea se habría desatado amén del resultado en las PASO. Sin embargo, de haber ganado el oficialismo, la trifulca no se habría producido. Aunque existen visiones económicas diferentes, lo que causó el choque de planetas fue una contraposición de intereses.
La prioridad de Cristina es revertir en estos dos meses, a como sea, el resultado de las PASO, para que la elección de noviembre la deje con mayoría en ambas cámaras. Necesita esa mayoría para imponer la reforma judicial y exhibir poder a los jueces para conjurar la amenaza de varias causas que la acechan. En cambio la prioridad de Alberto no son estos dos meses sino los próximos dos años.
El presidente no está cercado por procesos judiciales y, si el oficialismo quedara en minoría en el Congreso, podría gobernar negociando acuerdos puntuales con todo el arco parlamentario. Su habilidad ha sido siempre manejarse en escenarios transversales.
No es extraño que vicepresidentes conspiren contra presidentes. Elvin Santos participó discretamente en la conspiración que derribó al presidente hondureño Manuel Zelaya. Y en Paraguay Federico Franco fue parte de la ofensiva legislativa que destituyó a Lugo. Temer no inició la conspiración contra Dilma, pero terminó allanando el camino al impeachment, mientras que el choque entre presidente y vice en Ecuador, lo ganó Lenin Moreno y Jorge Glas terminó en prisión.
La diferencia de Cristina con los otros vicepresidentes que conspiraron contra sus respectivos jefes de Estado, es que la vice argentina no quiere desplazar a Alberto Fernández de la presidencia, sino poner la presidencia bajo sus órdenes.
La primera orden será inyectar una sobredosis de dinero para provocar un shock de consumo que pueda, en dos meses, cambiar el humor social para las elecciones legislativas, aunque implique activar una bomba de tiempo que le explotará al propio Alberto.