El Pais (Uruguay)

Para entender al Cumbre Vieja

Experta en volcanes explica el fenómeno que mantiene en alerta a isla canaria de La Palma

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Experta en volcanes explica el fenómeno que afecta a La Palma.

Puede durar días, semanas, meses o años. “Termina cuando el volcán lo decide”, adelantó Rossana Muzio, profesora adjunta de Petrología Ígnea de la Facultad de Ciencias, sobre lo que se puede esperar del volcán Cumbre Vieja que entró en erupción el pasado domingo en la isla canaria La Palma y que en octubre iba a cumplir 50 años sin rugir.

Uruguay no tiene volcanes (aunque sí tuvo un pasado activo, ver recuadro) y, por tal motivo, desconocem­os lo que implican estos fenómenos naturales que, en algunos casos, han cambiado la historia de la humanidad.

Afortunada­mente para los 85.000 habitantes de La Palma, Cumbre Vieja no es ni el Vesubio ni el Kratatoa, sino que pertenece al modelo estromboli­ano, que debe su nombre al volcán italiano Stromboli, y Canarias tiene un Instituto Volcanológ­ico que hace un permanente monitoreo de la actividad de la zona y que siguió los pasos correspond­ientes de prevención y evacuación.

¿Pero qué es un volcán estromboli­ano? Hay que saber que existen distintos tipos de volcanes y de erupciones volcánicas. Cumbre Vieja no tiene la forma de cono como el Monte Fuji o el Vesubio, sino que es un cráter o caldera que tiene erupciones intermiten­tes. “Puede haber erupciones alternadas con emisión de gases y de lava, pueden detenerse y luego continuar. El tiempo lo dirá el volcán”, explicó quien también es investigad­ora de Pedeciba Geociencia­s.

Los estromboli­anos largan emisiones de gases, partículas finas, cenizas y lava en periodos más o menos regulares sin alcanzar una gran explosión como sucede con el Krakatoa (el mayor ejemplo de un volcán que puede ocasionar un cataclismo). “En el caso de Cumbre Vieja, como en el Stromboli, las emisiones se dan a intervalos regulares”, apuntó Muzio.

Le siguen en intensidad los plinianos, como el Vesubio, cuyas erupciones provocan columnas de material particulad­o y gases de entre 10 kilómetros y 15 kilómetros de altura; y los superplini­anos, “los extremadam­ente explosivos”, que forman columnas de 25 kilómetros o más, que ingresan a nivel estratosfé­rico y cuyas nubes de cenizas se dispersan por largas regiones del globo.

Un aspecto importante del evento en La Palma es que la isla está conformada por el mismo volcán y por algunas bocas menores. El archipiéla­go de Canarias surgió de un volcán submarino a varios miles de metros bajo el nivel del mar en el que siempre ha intervenid­o la separación de las placas y la presencia de anomalías térmicas. El movimiento “permite que el magma ascienda desde el manto terrestre; este es continuo y permanente y es el que construye el fondo oceánico con los derrames de lava”, dijo.

Por erupciones anteriores (las más importante­s sucedieron en las décadas de 1940 y 1970), La Palma sufrió fracturas importante­s en el terreno que se convirtier­on en nuevos conductos volcánicos por los que puede salir la lava que asciende desde una zona de menor presión hacia una de menor presión en la superficie. Veinticuat­ro horas después de la primera erupción, Cumbre Vieja tenía nueve fisuras activas. La lava “se va abriendo espacio; el propio efecto térmico hace que la fisura se vaya propagando o genere nuevas bocas de salida”, comentó Muzio a El País. Por ejemplo, la erupción de 1971 y el enjambre sísmico que la acompañó durante días generaron una fractura bastante profunda con dirección norte-sur que probableme­nte se haya reactivado en la actualidad.

LLEGADA AL MAR. Ayer se esperaba que la lava del Cumbre Vieja llegara al océano al final del día. El manto de lava que brota del volcán y fluye como un río recibe el nombre de colada. “Son como sábanas de lava”, ilustró Muzio. En La Palma había tres lenguas diferentes. Cuando la lava, que tiene una temperatur­a de unos mil grados, choca con el mar, cuya temperatur­a ronda los 20 grados, genera un impacto térmico que levanta “explosione­s leves” y de “riesgo localizado”. Se trata de nubes de vapor de agua y gases levemente tóxicos que son liberados a la atmósfera y que su mayor impacto es la afectación de invertebra­dos marinos. “No es una explosión que vaya a destruir la isla”, afirmó la geóloga. Tampoco generará problemas en el control aéreo dado que no ha habido una gran columna eruptiva (eso sucedió en 2010 con el Eyjafjalla­jökull, cuyas cenizas paralizaro­n las comunicaci­ones aéreas en toda Europa).

¿EL FINAL? De todos los riesgos geológicos, el volcanismo “es uno de los más controlado­s”, a juicio de Muzio. El momento de un terremoto es “impredecib­le”, pero las erupciones volcánicas lo son en gran medida porque hay muchos indicios que permiten tomar medidas preventiva­s para evitar pérdidas humanas. Existe un “semáforo volcánico” que es un sistema de alerta que consta de cuatro niveles, indicados con los colores verde, amarillo, naranja y rojo. Para Cumbre Vieja se había adoptado el rojo el sábado; el volcán finalmente entró en erupción a las 15:15 de domingo (hora local). Antes de ese momento se habían registrado más de 20.000 temblores.

Los expertos monitorean la cantidad de dióxido de azufre emitido en cada erupción y la movilidad del suelo para estimar el cese de la actividad volcánica aunque la última palabra la tenga siempre el volcán.

Se estima que el volcán tiene 17 o 20 millones de metros cúbicos de lava.

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