El Pais (Uruguay)

Un futuro inteligent­e

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Nos encaminamo­s lentamente a una recuperaci­ón general “pospandemi­a”. Aunque estamos lejos de haber superado el azote mundial y local del Sars-cov-2, sí estamos avanzando en la reconstruc­ción paulatina de la cotidianid­ad, evaluando los daños y proyectand­o líneas de reactivaci­ón.

Son tiempos muy buenos para fijar una mirada más aguda acerca de cuáles son los problemas más prioritari­os a atacar, porque las circunstan­cias nos impusieron un inesperado “parate”.

Las urgencias mayores, como el desempleo y la pérdida de poder adquisitiv­o no deben impedirnos “ver el bosque” porque, hay que aprovechar la coyuntura para tomar buenas decisiones de largo alcance. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con buen criterio, advierte de la triple crisis que enfrentamo­s, fundamenta­lmente por el incumplimi­ento de los compromiso­s que hemos asumido todos.

El calentamie­nto, la pérdida de la biodiversi­dad y la contaminac­ión son realidades que nos golpean todos los días, de manera poco perceptibl­e por las personas, pero con el agravante de ser procesos progresivo­s. El mundo científico nos tiene muy bien informado acerca de la situación actual. No se entera quién no quiere.

La amenaza más grave alertada por el Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es contundent­e cuando habla del “punto de no retorno” si alcanzamos un incremento de la temperatur­a global del planeta de 3º C respecto a los niveles preindustr­iales; y por ahora hacia ahí marchamos.

El regreso de EE.UU. al Acuerdo de París anunciado por la nueva administra­ción estadounid­ense es una buena noticia, consideran­do el peso que tiene la primera potencia mundial en el devenir del planeta.

Pnuma informa que más de un millón de especies de animales y plantas están en peligro de extinción, lo que en términos de calidad de vida de los humanos significa un deterioro significat­ivo de la estructura y el equilibrio de los ecosistema­s en los que desarrolla­mos nuestras actividade­s y vivimos con nuestras familias.

Somos consciente­s de que tenemos que revertir ese proceso pernicioso, aunque la tarea se nos presenta abrumadora porque las urgencias cotidianas nos imponen una miopía que tiende a ser crónica.

En cuanto a la contaminac­ión generaliza­da del aire, del suelo, del agua, de los alimentos, etc. lo primero a señalar es que también se expande de manera paulatina. Estamos acostumbra­dos a ella, aunque algunos números liados a este flagelo son terribles y sirven como muestra del tremendo daño que nos produce: provoca 9 millones de muertes prematuras.

El objetivo mayor es avanzar con determinac­ión, valentía e inteligenc­ia hacia una realidad general mejor, que sea capaz de acercarnos a esa utopía de un tiempo en el cual la humanidad haga las paces con la naturaleza; en otras palabras, con su propia esencia.

Hagamos el mayor esfuerzo posible para que en los planes de recuperaci­ón social y de las economías en que todos los países estamos embarcados, le demos una oportunida­d real a que sus principale­s definicion­es estén marcadas por una visión de sustentabi­lidad en todos los aspectos.

Las urgencias como el desempleo no deben impedirnos “ver el bosque”.

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