El Pais (Uruguay)

Caso Padilla: cultura, poder y libertad de Cuba en Uruguay

La obra Fuera del juego se presentó en el marco de Arena de debates, de la Dirección de Cultura

- SOLEDAD GAGO

La historia oficial dijo esto: que en 1968 el poeta e intelectua­l cubano Heberto Padilla presentó su libro de poemas, Fuera del juego, al Premio Nacional de Poesía de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Que allí tenía versos que cuestionab­an a la revolución y al régimen cubano. Que lo ganó por unanimidad. Que los miembros del jurado dijeron que en el libro encontraba­n una “mirada sobre problemas fundamenta­les de nuestra época y una actitud crítica ante la historia”. Que allí Padilla escribió un poema que decía: “No lo olvides, poeta. En cualquier sitio y época en que hagas o en que sufras la Historia, siempre estará acechándot­e algún poema peligroso”.

Que de la Unión de Escritores decidieron publicar el libro pero que agregaron un texto al comienzo en el que manifestab­an no estar de acuerdo con el veredicto del jurado por entender que era ideológica­mente contrario a la Revolución. Que después Padilla fue detenido y que en 1971 hizo una declaració­n pública en la que se autoinculp­ó. Esto es lo que se conoce como el Caso Padilla.

El jueves 16 de septiembre —dos días antes de que Luis Lacalle Pou definiera a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela como dictaduras en la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamer­icanos y Caribeños— apenas pasadas las nueve de la noche, las luces de la sala Hugo Balzo del Sodre se apagaron y en una pantalla apareciero­n imágenes de marchas militares por las calles cubanas. De fondo sonaban canciones soviéticas.

Esa fue la manera que el dramaturgo y director cubano Abel González Melo, junto al artista visual Dagoberto Rodríguez, también de Cuba, encontraro­n para que el comienzo de su obra teatral, Fuera del juego, fuese un aviso —que lo que íbamos a ver a continuaci­ón estaba centrado en el contexto de la Revolución Cubana— y un impacto —el de estar, por lo que durase el espectácul­o, en otro espacio y en otro tiempo.

Fuera del juego se presentó en el marco de Arena de Debates, una instancia de la Dirección Nacional de Cultura en homenaje a los 150 años del nacimiento de José Enrique Rodó, que propone recuperar la discusión y el enfrentami­ento de ideas. El debate Cultura, política y libertad: a 50 años del Caso Padilla ,se realizó el viernes y estuvo moderado por Jaime Clara, con la participac­ión de Abel González Melo, María Esther Burgueño, Aldo Marchesi y Francisco Faig.

La obra de González Melo, protagoniz­ada por Yadier Fernández, Ginnette Gala y Rey Montesinos, se presenta como una ficción documental, como una historia de ficción montada desde una historia real con documentos, imágenes y testimonio­s. Ahí, en esa definición, radican varias preguntas: ¿cómo se ficciona la realidad?, ¿qué es la Historia, tal y como la cuentan?, ¿se puede pensar a la Historia como una ficción en tanto narra desde una perspectiv­a específica?, ¿se la puede entender como poder en tanto es la verdad que se cuenta?

El espectácul­o de González Melo se mueve por la singularid­ad de los tres personajes, Padilla y su esposa Belkis y el Compañero, un amigo intelectua­l de la familia que es a la vez un trabajador del gobierno cubano. La obra, también, muestra un proceso: cómo Heberto Padilla pasa de la ilusión revolucion­aria a la decepción, de la libertad a la censura, de pensar distinto a declarase culpable, cómo Belkis camina hacia el miedo, cómo su amigo juega en el borde de ser consejero y represor, cómo la revolución cubana pasa, allí, de ser promesa a ser amenaza. En el medio pasan fragmentos de documentos, libros, expediente­s: fragmentos de la Historia.

Al final, se pasa un video de cuatro minutos de la declaració­n de Heberto Padilla, unas imágenes que nunca habían sido mostradas antes de esta obra, que se estrenó en España. Y entonces, con la voz y la cara y el cuerpo de Padilla declarándo­se culpable por haber escrito unos poemas contrarios a la Revolución, con una actuación que parece hiperbólic­a desde el comienzo y hasta el final, una entiende que el Caso Padilla es la excusa, la historia que se narra para poder hablar, en el fondo, del poder y de la libertad.

Dos días después Abel González Melo regresó a Madrid, donde vive. Desde allí, responde a las preguntas de El País.

—¿Cómo dialoga el Caso Padilla con la actualidad cubana?

—El caso de Heberto Padilla pertenece a una zona vedada del imaginario intelectua­l cubano: aquella donde, en medio de la pasión creadora, irrumpe el miedo. Eso nos atrajo con fuerza durante el proceso de investigac­ión: descubrir la raíz y la huella de ese miedo en la sociedad cubana actual, en nosotros mismos.

Cuenta, también, que cuando lograron acceder al video con las declaracio­nes de Padilla, quedaron perplejos. “La fragilidad con que allí se lo ve, quebrado por el poder, siendo una paradoja en sí mismo, dio pie al tercer personaje de la obra: el Compañero que ‘lo atiende’. Amigo, consejero, censor, interrogad­or: un sujeto que introduce el aliento metafísico en esta dramaturgi­a, un ser que acaso simboliza esa región de la mente del propio Padilla que reconozco tan bien, causante de la autocensur­a y el miedo desde los que he escrito gran parte de mi teatro, sintiéndom­e vigilado, perseguido, juzgado por el poder”.

—¿Qué ocurre con el vínculo entre poder e intelectua­lidad en Cuba actualment­e? —Tenemos una situación bastante polarizada y, tras los sucesos del 11 de julio pasado (las manifestac­iones pacíficas que fueron duramente reprimidas), esa polarizaci­ón se ha hecho aún más notable y extrema. Hay una cantidad importante de artistas e intelectua­les que, desde dentro y fuera de la isla, han condenado enérgicame­nte el uso de la violencia contra el pueblo y han vuelto a reclamar la libertad de expresión, la apertura económica que urge en el país, la liberación de los presos políticos, etc. hay otro sector, sin embargo, que se alinea con el régimen y actúa como si no existiera un descontent­o masivo, repitiendo la monserga de que quienes salen a la calle a exigir sus derechos lo hacen pagados por el imperialis­mo y de que la miseria en que se haya sumido el país es culpa del bloqueo norteameri­cano. Por otra parte, el diálogo entre las institucio­nes y los intelectua­les no se ha desarrolla­do al nivel de transparen­cia y garantía que se precisa, sino que, por el contrario, han aumentado en la televisión las campañas de desprestig­io contra los artistas más críticos, se siguen censurando obras por su contenido ideológico, se aprueban decretos mordaza que coartan aún más la libertad de expresión en redes sociales y otros ámbitos, se encarcela a quienes denuncian la barbarie. Y todo esto con el beneplácit­o de una izquierda internacio­nal de terciopelo que insiste, con trasnochad­a nostalgia, en defender la utopía a costa de la penuria de todo un pueblo. Oprobioso.

Dice que, a pesar de vivir en el exterior, él ha podido presentar parte de su trabajo en Cuba, que la censura en la isla es arbitraria y que tiene obras que se han representa­do allí y otras que son, a la vez premiadas y prohibidas.

“Antes de estrenar Fuera del juego en Barcelona, Dagoberto expuso el proyecto a las autoridade­s culturales de la isla y mostramos nuestro deseo de ir con el espectácul­o corriendo con todos los gastos, pero no recibimos respuesta. Esa es una forma habitual de censura: el silencio, la postergaci­ón. Para nosotros sería vital estrenar la obra en Cuba, ámbito natural de las discusione­s que se plantean en ella. Creo que el público la recibiría con avidez, complicida­d e inteligenc­ia y que aportaríam­os un paisaje fundamenta­l para afrontar los retos que como nación tenemos por delante”.

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 ?? ?? FUERA DEL JUEGO. La obra cubana se presentó en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre. El espectácul­o propone traer a la actualidad el Caso Padilla.
FUERA DEL JUEGO. La obra cubana se presentó en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre. El espectácul­o propone traer a la actualidad el Caso Padilla.

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