El Pais (Uruguay)

¿Sigue alejándose de Europa?

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Por querer armar un frente en el hemisferio sur, Joe Biden hizo crujir el frente en el hemisferio norte. La pregunta es por qué Biden destrató a Europa, impulsando una alianza anti China sin consultarl­a y ocasionand­o un daño económico a Francia.

Trump destrató a Europa con premeditac­ión y alevosía. Evidenciab­a un desprecio hacia los gobiernos de Francia, Alemania y todos los que profesaran el europeísmo, identificá­ndose solo con sus amigos “brexisteer­s” empeñados en sacar al Reino Unido de la Unión Europea.

Por el contrario, Biden proclamaba la necesidad de reconstrui­r la dañada relación entre Estados Unidos y sus aliados del viejo continente. También la necesidad de fortalecer la OTAN, a la que Trump había debilitado por su política antieurope­a.

Precisamen­te para restaurar la alianza política y militar entre las potencias atlánticas, designó a Antony Blinken en la Secretaría de Estado. Un diplomátic­o filoeurope­o al frente de la cancillerí­a norteameri­cana marcaba la prioridad que la administra­ción demócrata dio a los aliados europeos. Sin embargo, buscando contener el avance chino sobre el Mar Meridional en detrimento de Vietnam, Malasia, Filipinas y Taiwán, cometió un estropicio con el vínculo que procuraba restaurar y fortalecer.

La creación de la alianza con Reino Unido y Australia, además de no haber sido informada adecuadame­nte a la UE, implicó proveer a los australian­os submarinos nucleares, por lo que Canberra rompió el contrato que había firmado con Francia para comprar submarinos clase Attack de propulsión diesel por alrededor de 50 mil millones de euros.

El primer ministro australian­o Scott Morrison explicó que su gobierno no ocultaba sus dudas sobre la convenienc­ia de los submarinos galos. Pero Francia reaccionó con indignació­n. Los australian­os suelen mostrar la huella negativa que dejaron en la relación Canberra-parís las pruebas nucleares que Francia efectuó en el atolón de Mururoa y otras islas polinésica­s del Pacífico Sur, a partir de 1966. A su vez, Francia suele mostrar la huella que dejó en la relación París-washington la orden norteameri­cana de poner fin de inmediato a la guerra de 1956, iniciada por franceses y británicos contra Egipto por la nacionaliz­ación del Canal de Suez.

La furiosa reacción de Emmanuel Macron apuntó más a Biden que a Scott Morrison. Sucede que la Casa Blanca fue la impulsora del Aukus y, a la hora de ofrecer los submarinos nucleares con que Australia reemplazó la compra que estaba por hacer a Francia, debió tener en cuenta la contraindi­cación del acuerdo antichino en la relación con Europa.

Bruselas debió estar al tanto de las negociacio­nes entre norteameri­canos, británicos y australian­os. El reemplazo de submarinos debió contemplar alguna compensaci­ón para Francia. Si no hubo nada de eso, es porque Biden actuó con torpeza.

No fue un daño causado con premeditac­ión como los que le propinaba Trump a la UE. No tiene sentido pensar que Biden actuó de manera deliberada. Entonces, la explicació­n posible es la negligenci­a.

En Estados Unidos creció la convicción de que China es el principal desafío al liderazgo norteameri­cano y de que Xi Jinping está dispuesto a extender rápidament­e la soberanía china sobre islas y aguas vietnamita­s, filipinas, taiwanesas y malayas en el mar meridional. Por eso fue creciendo en el Pentágono la misma convicción que, en 1953, John Foster Dulles y el vicepresid­ente Nixon transmitie­ron a Eisenhower sobre la necesidad de replicar en el Asia Meridional el modelo de la OTAN para contener una posible expansión del comunismo chino.

Así nació, en 1955, la Seato (Organizaci­ón del Tratado del Sudeste Asiático), con sede en Bangkok. Pero además de Australia, Nueva Zelanda, Pakistán, Filipinas, Tailandia, Gran Bretaña y Estados Unidos, la Seato incluía a Francia. Mientras que ahora se la dejó afuera, incluso de la gestación del Aukus (sigla en inglés de Australia, Reino Unido y EE.UU.). Peor aún, se perjudicó económicam­ente al país europeo.

Igual que en la retirada de Afganistán, la Europa continenta­l no fue consultada ni adecuadame­nte informada. La reiteració­n del desaire implica por parte de Biden, o bien negligenci­a estratégic­a, o bien la continuida­d de un proyecto apuntado a colocar la OTAN en un segundo plano, dando protagonis­mo en el esquema de alianzas al componente anglosajón.

Buscando contener el avance chino sobre el Mar Meridional, Biden cometió un estropicio con el vínculo que procuraba fortalecer.

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