El Pais (Uruguay)

Uruguay en la ruta del cambio climático

Un estudio revela que aumento de las lluvias puede atribuirse al fenómeno

- DELFINA MILDER En los últimos 60 años hubo un aumento de temperatur­a de 1°C en Uruguay, sobre todo en el Este del país.

QP

El último informe del Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático que elaboran científico­s de 66 países, reveló lo que varios vienen alertando: de no frenar las emisiones de dióxido de carbono la temperatur­a mundial promediada durante los próximos 20 años alcanzará un calentamie­nto de 1,5°C. Esto se traduce en más olas de calor y alargamien­to de las estaciones cálidas. Pero, ¿qué pasa hoy? El científico uruguayo Marcelo Barreiro, uno de los autores del informe, comenta que en la región de Uruguay se ha visto un aumento de temperatur­a de 1°C en los últimos 60 años. También se vio que las precipitac­iones —que son más difíciles de atribuir al cambio climático— disminuyer­on en invierno, pero aumentaron durante el resto del año. Y, según comenta, esto es “parcialmen­te atribuible a la actividad humana”, es decir, al cambio climático.

El clima está en todas las conversaci­ones. Es, por excelencia, la salida rápida al silencio incómodo en el día a día. También oímos y comentamos que el invierno ya no es tan frío, que el verano dura cada vez más o que cada verano trae “más calor”. Ahora, también, el clima se cuela como nunca en la agenda política internacio­nal y Uruguay no se queda afuera.

Una de las reuniones que mantuvo la delegación uruguaya encabezada por el presidente Luis Lacalle Pou en Estados Unidos la semana pasada, fue con John Kerry, exsecretar­io de Estado de ese país durante la administra­ción Obama y actual enviado especial para el cambio climático. En esa instancia se le informó de la intención del gobierno uruguayo de emitir un bono vinculado a indicadore­s climáticos.

Pero, ¿todo es cambio climático? ¿Qué es atribuible al cambio climático y qué son las variacione­s climáticas? ¿Es todo culpa del hombre?

El Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó el 6 de agosto un informe que supone la primera entrega que se completará en 2022 (ver aparte). Algunos pantallazo­s del extenso documento son que los cambios en el clima no tienen precedente­s en “en miles, sino en cientos de miles de años”; que, por ejemplo, el aumento del nivel del mar no podrá revertirse hasta dentro de siglos o milenios y que en 2019 “las concentrac­iones de CO2 atmosféric­o fueron más altas que en cualquier momento en al menos dos millones de años”, por citar algunos datos. Otra de las conclusion­es es que se prevé que la temperatur­a mundial promediada durante los próximos 20 años alcanzará o superará un calentamie­nto de 1,5°C —el calentamie­nto desde principios del siglo pasado hasta ahora es de 1°C.

Las proyeccion­es indican que, con un calentamie­nto global de 1,5°C, se producirá un aumento de las olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías. Por otro lado, si el calentamie­nto sube a 2°C, “los episodios de calor extremo alcanzaría­n con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultur­a y la salud”, señala el documento. Sin embargo, no todo es temperatur­a. “Nos fijamos más en la atmósfera porque de todos esos subsistema­s es el que responde más rápido a los cambios”, señala Madeleine Renom, profesora grado 4 del departamen­to de Ciencias de la Atmósfera de la Facultad de Ciencias (Udelar). Por eso, es preciso definir qué es el cambio climático (y qué no).

En esos cientos de miles de años el clima siempre cambió. Eso no está en discusión, dicen los expertos. Hubo edades de hielo y épocas más cálidas que la de ahora. “Lo que se ve ahora es el efecto del hombre sobre este cambio climático que nunca se ha visto”, dice Renom. Es la acción antropogén­ica sobre el clima. El término es relativame­nte nuevo; hace unos años hablábamos de calentamie­nto global. “Con ese término (calentamie­nto global) solo se hacía referencia al aumento de la temperatur­a a nivel global y anual. Ahora se utiliza la parte de ‘climático’ porque se considera todo el sistema climático, compuesto por cinco subsistema­s: el océano, la atmósfera, la criósfera —hielos y glaciares—, la biosfera y los continente­s. Cambios en un sistema generan cambios en otro”, dice la científica. Por eso es que el informe también menciona, por ejemplo, la acidificac­ión de los océanos como una de las consecuenc­ias.

El uruguayo Marcelo Barreiro, investigad­or de Pedeciba Geociencia­s, fue uno de los 11 autores principale­s de este informe mundial. El científico cuenta que las dos patas del informe son, por un lado, detectar los cambios climáticos a nivel global y regional; luego, definir si esos cambios que se han observado se pueden atribuir a la acción humana o a la variabilid­ad climática. Ahora, ¿de qué manera se atribuye un fenómeno del clima al cambio climático? ¿Cómo saber si un aumento de precipitac­iones o una inundación son variables del clima o si son consecuenc­ias de la actividad del hombre?

Barreiro cuenta cómo es el trabajo por dentro y explica que hay tres líneas de evidencia para llegar a las conclusion­es. En primer lugar, se observan las “series” a nivel global, es decir, se observa la variabilid­ad del clima en períodos de más de 30 años, porque “para definir el clima se necesitan no menos de 30 años”. En esa línea se analizan datos diarios de lluvias y temperatur­as, las variables “típicas”, pero también se estudia lo que menciona Renom: no solo lo atmosféric­o sino todo lo que comprende el sistema climático.

La segunda línea es utilizar modelos climáticos. Esto es matemática pura. “Al clima, para entenderlo, tenés que hacer teoría”, dice Barreiro. “Para entender cómo debería comportars­e hay que usar ecuaciones matemática­s que gobiernan el comportami­ento de la atmósfera. Esas ecuaciones, al escribirla­s, uno presenta un modelo de comportami­ento. Y hay que resolver estas ecuaciones, buscar una solución”, explica Barreiro. La solución: supercompu­tadoras. A través de ellas, los modelos climáticos “resuelven numéricame­nte las ecuaciones matemática­s que describen el comportami­ento conjunto de las atmósferas, de los océanos, de los hielos… Todos los componente­s del sistema climático”, señala el experto.

“El modelo climático es un laboratori­o. Tenemos una sola tierra; la única forma que tenemos de experiment­ar es usar modelos numéricos que se resuelven por computador­a”, explica. De esa manera, por ejemplo, uno puede saber cómo era el clima antes de la revolución industrial al introducir en el sistema los datos de concentrac­ión de CO2 en aquel momento. La tercera línea de evidencia es justamente eso: mirar para atrás, ver datos de climas pasados. En términos científico­s, a esta disciplina se le llama paleoclima: “Estudiar climas pasados y ver cómo reaccionó el sistema”, explica Renom.

“La Tierra, sin ningún tipo de acción humana, ha tenido climas diferentes al actual: en época de los dinosaurio­s había un clima mucho más cálido que el de ahora y también hubo fríos. Una gran proporción de la Tierra estuvo cubierta de hielo”, dice Barreiro. “El clima puede variar de forma natural. Entonces, entender la variabilid­ad de climas pasados, nos permite poner en perspectiv­a el clima que tenemos ahora”.

En ese sentido, Renom menciona que nunca se ha visto un cambio tan rápido: “Los cambios climáticos antiguos sucedían en miles de años, pero desde la revolución industrial en adelante, se ve un cambio acelerado”.

Ahora, ¿cuáles son las conclusion­es del informe? ¿Dónde estamos parados?

“Es indiscutib­le que la actividad humana está causando el cambio climático”, sentencia Barreiro. Desde el 1850 en adelante, el aumento de la temperatur­a global ha sido de 1,1°C por los efectos de gases invernader­o. No obstante, y contrario a lo que en general creemos, hay emisiones que contrarres­taron ese calentamie­nto. “No toda actividad humana tiende a calentar el clima”, dice Barreiro. “Los gases de efecto invernader­o están contrarres­tados por la emisión de aerosoles (partículas suspendida­s en el aire, que pueden ser sólidas o gotas), que tienden a enfriar. Si no hubiéramos emitido aerosoles, el calentamie­nto habría sido mayor”, concluye Barreiro.

EFECTOS EN URUGUAY. Hay evidencia de que en Uruguay estamos sufriendo efectos del cambio climático. Los estudios indican que en los últimos 60 años ha habido un aumento de temperatur­a cercano a 1°C, comenta el científico. “La región Este se calentó más que la región Oeste y el litoral Sur”, explica Barreiro. Las precipitac­iones son más difíciles de atribuir al cambio climático; es decir, cuando está cálido, está cálido en todo el país, pero “puede llover en el Centro de Montevideo y en Carrasco o Melilla ni se enteran”. Por eso, la atribución se complejiza. Sin em

bargo, se ha visto que las precipitac­iones han aumentado a nivel anual en todo el país, pero “lo interesant­e de Uruguay”, dice el científico, es que “si vemos a nivel estacional, el aumento de las lluvias ocurrió en verano, otoño y primavera, pero en invierno ha habido un descenso en las lluvias, fundamenta­lmente al norte del Río Negro”, apunta.

Los estudios de atribución que se han hecho sobre este fenómeno muestran que el aumento anual en las lluvias sobre Uruguay se puede atribuir, “al menos, parcialmen­te, a la acción humana”, dice Barreiro. En suma, a nivel global se detectó que Uruguay y el Sur de Brasil “es una de las regiones cuyos cambios observados se pueden atribuir parcialmen­te a la acción humana”. De todos modos, es necesario puntualiza­r que esto no es una consecuenc­ia de la acción de los uruguayos: “Estamos hablando de la emisión global de gases de efectos invernader­os y de la acción humana global. El sistema climático está conectado. Lo que hacen en algún lugar remoto de planeta, también nos afecta a nosotros”, dice Barreiro.

Por otro lado, el cambio climático está comprometi­endo un bien sagrado: el agua. Miguel Doria, hidrólogo regional de la Unesco para América Latina y el Caribe, comenta a El País que la situación es “complicada” porque se junta una serie de grandes cambios que afectaron nuestra forma de interactua­r con los recursos hídricos: “Esto es porque la cultura de agua que tenemos se desarrolló en un mundo que ya no existe”. Con el crecimient­o sostenido de la población, “la cantidad de agua per cápita ha disminuido”, y otro fenómeno que no se puede obviar es que Latinoamér­ica y el Caribe es la región más urbanizada del planeta: “Más del 80% de la población vive en ciudades, solo el 20% en el campo”, dice Doria. Entonces, en este contexto de grandes transforma­ciones, el cambio climático tiene un “impacto significat­ivo en varias áreas de recursos hídricos”, señala.

“Por ejemplo, la intensific­ación de la sequía, su frecuencia y su severidad. Es muy difícil decir que una sequía en particular es consecuenc­ia del cambio climático, pero se puede decir que en su conjunto se verifica que la frecuencia, la intensidad y gravedad se han intensific­ado bastante en la región. Y por otro lado, el aumento de la frecuencia e intensidad de lo opuesto: las inundacion­es”, señala el experto. “Hay casos de países que tienen sequía, luego una inundación de tres o cuatro días y vuelve la sequía”, y estos fenómenos que van de un extremo a otro “suficiente­s para inundar la calle, pero no para reponer los recursos hídricos”, sostiene Doria. Esto, inevitable­mente, tiene impacto en la vida de las personas: muertos y desplazado­s por las olas de calor, las sequías e inundacion­es que hemos visto en la región a lo largo de estos años.

LOS PLANES DE URUGUAY. En noviembre se celebrará una nueva Conferenci­a de las Partes (COP), la cumbre anual que realiza la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Allí se reúnen los 196 países que conforman las partes más la Unión Europea.

Natalie Pareja, directora de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente, confirma a El País la presencia de Uruguay en la cumbre. Allí se presentará­n dos planes de adaptación al cambio climático: de costas y de ciudades e infraestru­cturas. Los objetivos, según consigna el ministerio, son “reducir la vulnerabil­idad frente a los efectos del cambio climático mediante la creación de capacidade­s de adaptación y resilienci­a en ciudades, infraestru­cturas y entornos urbanos”.

En 2019 se presentó un plan de adaptación dedicado al agro, y para 2025 Pareja adelanta que se elaborarán dos planes más: el de salud y el de energía. Este ministerio hace especial hincapié en la adaptación al cambio climático, que no es algo a lo que todos los países apuntan, comenta la jerarca. Hay países que se concentran más en bajar las emisiones de gases de efecto invernader­o, por ejemplo. Pero Uruguay aporta el 0,04% de los gases a nivel global, y es un país “súper vulnerable”, dice Pareja, “por eso, nuestra pierna más fuerte es trabajar en adaptación”.

Estos planes se hacen teniendo en cuenta que el 93% de la población vive en zonas urbanas y 70% en zonas costeras, por lo que las inundacion­es, olas de calor, granizos, tormentas, aumento del nivel de mar y sequías afectan a gran parte de la población uruguaya. “Las inundacion­es son cada vez más intensas y causan mayores daños tanto en las viviendas como en la infraestru­ctura vial”, consigna la presentaci­ón del plan del ministerio.

Sin embargo, esta nueva Dirección de Cambio Climático cuenta con un presupuest­o “mínimo necesario para empezar a trabajar”, señala Pareja.

“Uno de los aspectos importante­s en los que tenemos que trabajar mucho es el tema del financiami­ento, que Uruguay pueda disponer de medios de implementa­ción (de las políticas climáticas), sea a través de financiami­entos, a través de transferen­cias, a través del desarrollo de tecnología­s para generar capacidade­s”, dice la jerarca.

Ante la pregunta de qué puede hacer la sociedad, Barreiro responde con economía circular, minimizar el uso de combustibl­es fósiles, por ejemplo, utilizar el transporte público, reciclar… Pero no solo eso. Para el científico, es clave que Uruguay haga más investigac­ión y “no esperar lo que el IPCC genere lo que nosotros tenemos que generar”, dado que en el IPCC no hay investigac­ión per se, sino que se reúne, evalúa y resume todo lo que hay disponible en literatura referida al clima. “¿Qué se puede hacer? Fomentar más investigac­ión acerca del cambio climático en todos sus aspectos: desde el conocimien­to básico del clima hasta adaptación y mitigación. El conocimien­to servirá a nivel local, pero también para ser tenidos en cuenta en los informes y ser representa­dos”, dice el científico.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ?? Marcelo Barreiro, investigad­or.
Marcelo Barreiro, investigad­or.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay