COLONOS PIDEN MÁS TIERRAS
●●● nos y qué obligaciones tienen? El exsenador del Frente Amplio Andrés Berterreche, que presidió el organismo desde 2010 hasta 2013, y es uno de los actuales directores, explica que “se dan dos procesos en simultáneo” para la adjudicación de tierras. Cuando el INC compra un predio, los técnicos hacen una planificación que depende de cómo esté el campo —si se puede dar a pastoreo mientras se eligen los colonos o si hay que hacer un trabajo agrícola antes, por ejemplo—, y luego se determina si se fraccionará el predio de manera individual para producción familiar o si se dará en modalidad de colonos asociados.
“Cuando se aprueba el plan se hace el llamado. En un mes, los aspirantes presentan su proyecto, condiciones e historia. Los equipos evalúan cuáles están dentro de perfil claro para ingresar al campo según su característica productiva, capacidades económicas, su formación, su historia y sus condiciones sociofamiliares”, explica Berterreche. Es que hay requisitos estrictos: un colono, por ejemplo, no puede ser un profesional universitario. Cuando se le adjudica el predio al colono, se hace un contrato “a prueba” por dos años.
¿Cuántos se presentan y cuántos quedan afuera? “Es importante que se sepa”, dice Cardozo: “Hay alrededor de 1.300 familias que se anotan en los llamados. En cada fracción que ofrecemos, el promedio no baja de 30, 40 y hasta 60 familias postulantes. En algunos lugares, más de 100. El equipo hace un gran esfuerzo de entrevista a los aspirantes, y de esos 60 queda uno. Es decir, nos quedan 59 aspirantes esperando otra oportunidad”.
Estos dos procesos —planificación y adjudicación— pueden llevar un año, “Por eso, no podés esperar a que se termine de entregar la tierra para comprar más, porque ese tiempo es el que va a estar de vacío sin que el instituto pueda entregar tierras”, opina Berterreche, quien se opone a la transferencia de recursos del INC para el fideicomiso y está en desacuerdo con la decisión de esta administración de detener la compra de tierras.
Una vez que se instalan, los colonos deben llevar a cabo el proyecto productivo que presentaron y pagar la renta de esa fracción, que “nada tiene que ver con la renta del mercado”, dice Rodrigo Herrero, director del INC en representación de las Agremiaciones Rurales. “Colonización cobra una renta que se calcula en base a la capacidad productiva de ese campo”, explica. Para visualizarlo en cifras, pone un ejemplo: “Si el colono produce carne y lana en 200 hectáreas, genera dinero de las ventas, de ahí saca algo para vivir y para reinvertir, y le queda un resto para pagar la renta pudiendo hacer todo lo anterior. Si pongo una renta de mercado en esos sistemas, y a un productor ganadero le cobro 100 dólares por hectárea en un establecimiento de 200, el hombre va a venir, pagar 100 dólares y no le va a quedar nada para vivir dignamente ni reinvertir”, explica Herrero. Entonces, la cifra que el INC le cobra a un colono sería de entre 40 y 60 dólares por hectárea frente a los 100 dólares que fija el mercado, dice Herrero, continuando con el ejemplo.
Según los directores, los colonos están al día con la renta en un 86%.
TRANQUERAS ADENTRO. El colono Miguel Castro atiende el teléfono desde Colonia Rubio, un lugar recóndito del departamento de Salto donde lo primero que se ve al llegar es una casona antigua que anuncia con letras pintadas: “Sociedad Fomento Col. Rubio”. En esa casona, como simulando un museo, se exhiben cuadros con fotos de más de 60 años que repasan la historia del lugar. Hay desde un recorte de diario con la crónica de un partido de fútbol del cuadro de Colonia Rubio hasta imágenes de la fundación de la escuela. Allí, a 515 kilómetros de Montevideo, Castro, que lleva 50 años viviendo en Colonia Rubio, pasa un buen rato de sus días. Tuvo tambo, hizo queso artesanal y ordeñó para la industria.
Cuando se jubiló le pasó el campo a su hijo. “Ahora yo miro y lo critico”, bromea Castro. “Y mato el tiempo con la (sociedad) fomento. No hay secretos”.
La realidad de los colonos es variada, “pero vivir afuera no es fácil”, dice Castro, que enumera unas cuantas dificultades del campo en los últimos años. “Colonia Rubio fue lechera porque era rentable hasta que dejó de serlo y empezaron a cerrar los tambos. Ahora quedan tres o cuatro. La lechería se terminó, pero no es culpa de Colonización, es de los negocios que no sirven. Entraron capitales extranjeros, que tienen otras condiciones que no se le da al uruguayo. Al contrario, se le saca para aflojarle la mano a extranjeros”, dice.
Pero también tiene reparos con la administración de los recursos del INC. Desde hace años reclama que no se cobre renta los dos primeros años desde la adjudicación. “’El movimiento se demuestra andando’, como dice la canción. Cuando se le adjudica (una tierra) al colono deben cobrarle una renta menor para darle una manito; dejarlo que haga pie un año, dos, tres”. También dice que varios negocios “han fracasado” en la colonia porque “en las últimas tres o cuatros adjudicaciones (el INC) trajo gente de otro lado, que eligen ellos, y que no han podido pagar ni la renta. Hubo gente que no estaba en el rubro”, reclama.
Asimismo, Castro opina que sacar los recursos al INC es dar un paso en falso. “Hay que solucionar el tema de asentamientos, pero al sacarle a Colonización se le saca mucho al sector primario. Eso mismo forma los cinturones de pobreza de las ciudades. El sector primario no puede tener empleados porque es carísimo, entonces no das trabajo y las personas (del campo) terminan en pobreza, en cinturones de las ciudades”, dice.
En la misma línea se expresa el colono Gabriel Arrieta, quien tuvo su momento de fama cuando acusó a Tabaré Vázquez de “mentiroso” a la salida del Ministerio de Ganadería en 2018. “Es desvestir un santo para vestir a otro. Pero no se lo viste del todo: se le pone una alpargata”, opina respecto a la financiación del fideicomiso con recursos del INC. “Yo no sé cuál es el plan (para asentamientos). Me parece perfecto arreglarlos. Pero lo que se quita al instituto es la oportunidad de comprar tierras. La única trinchera que nos queda es el instituto. Y si esa herramienta la dejan de utilizar para la compra de tierra, va a haber mucho menos productores, desde ya digo que será así”, asegura Arrieta, que integra además la Mesa Nacional de Colonos. Como consecuencia, pronostica una pérdida de “la cultura de trabajo, de la producción familiar, que se está perdiendo y se va a perder”.
Pero no todos tienen la misma postura. Desde el departamento de San José, un colono que da su testimonio de forma anónima insiste en una premisa: “Los productores tenemos que saber crecer tranqueras para adentro”. Dice el colono: “Si elevamos un proyecto tenemos que tener la capacidad, la honorabilidad y las ganas de tener la fracción prolija, que me quede algo de dinero de la producción, alambrar, pagar la renta. No se trata de solo pedir”, opina. Para él, el INC tiene una base sólida como para traspasar los fondos para los asentamientos. “Algunos dicen que (el INC) se va a desfinanciar y desmantelar. No se desfinancia porque no es banco de los productores. El instituto administra tierras y recibe su renta de los colonos, paga empleados y los movimientos que tiene”. Por otro lado, sostiene que los directorios anteriores compraron tierras “en lugares estratégicos, por tres pesos, y que podría vender en 38”. De esa manera, ejemplifica, “se genera una fuente de dinero que se puede volcar a una parte de la sociedad que hay que ayudarla”.
EL INSTITUTO HOY. Julio Cardozo sostiene que al entrar en la presidencia había 40 mil hectáreas por entregar a colonos. “La compra de más tierras en esta administración estaban limitadas por presidencia porque había enorme cantidad comprada en últimos seis años”, dice. Desde 2020 hasta ahora, “llegamos a entregar prácticamente 17 mil hectáreas, nos quedan 11 mil para el resto del año y 8 mil para el año que viene”.
Berterreche, en cambio, puntualiza que al día de hoy quedan menos de 20 mil hectáreas por entregar, y que esas 40 mil sin adjudicar al finalizar el período pasado se dio, en parte, “porque se preveía que iba a haber restricción de compras en el siguiente gobierno”, es decir el actual.
Cardozo niega que no se vayan a comprar más tierras para adjudicar en un futuro. Menciona otros métodos de financiación aparte del que se pretende quitar; por ejemplo, una ley de 1931 que les permitiría, a través de un fideicomiso, “hacer acuerdos con el Banco República, Afaps u otros fondos de reserva para tener la posibilidad de negociar con capital suficiente la adquisición de nuevas tierras o mejora de colonias”, dice.
Berterreche, que da esta entrevista al costado de la ruta en el interior, dice que cuando hay períodos de “cierta bonanza” —y enseguida aclara que bonanza “no es tirar manteca al techo”—, los colonos piden ampliar sus tierras. “Cuando salimos (al interior) la gente hace cola para pedir tierra. Las organizaciones de lecheros nos piden, las ganaderas también, productores familiares asociados también. Se nos pide que apliquemos un programa generado en 2011, el de estabilidad del lechero, y para eso necesitás comprar tierra”, asegura.
En el debate hay quienes creen que estos artículos en la Rendición de Cuentas “desmantelan” el INC. De fondo, opina Berterreche, hay una cuestión “ideológica”: a lo largo de la historia, dice, hay quienes estuvieron de acuerdo con la herramienta y quienes no. “Hay una visión recurrente de un sector ideológico de la sociedad uruguaya que lo que plantea es contrario al instituto”, dice el exsenador frenteamplista.
Por otro lado, están quienes creen que es momento de crecer “tranqueras para adentro”: gestionar mejor los recursos con los que ya se cuentan. “El Frente Amplio conceptualmente definió que para hacer colonización hay que comprar más tierras. Yo creo que se puede seguir haciendo colonización agudizando el ingenio con los recursos que tenemos y mejorando gestión de algunos campos. Tenemos que centrar nuestro eje de trabajo en la gente que ya tenemos en la tierra”, opina Rodrigo Herrero, el representante de las agremiaciones rurales en el INC.
A la espera de lo que decida el Senado, los directores del INC trillan el campo recogiendo reclamos. Por su parte, los colonos esperan la resolución de los parlamentarios sin dejar de ordeñar, plantar, cosechar: trabajar la tierra.
Alrededor de 1.300 familias se anotan en los llamados. Por cada fracción, se postulan entre 30 y 100. “El INC no se va a desmantelar ni desfinanciar porque no es banco de los productores”, dice colono.