El Pais (Uruguay)

El dúo pop que vive el sueño MAURICKY &

Antes de su debut en vivo en Uruguay, los hermanos Montaner charlaron con El País sobre su momento

- BELÉN FOURMENT

Estamos felices y estamos presentes”, dice Mau Montaner cuando le pregunto, en la videollama­da que atiende desde Miami, cómo vive el mejor momento de Mau y Ricky. El dúo que formó en 2015 junto a su hermano, sobre la base del proyecto juvenil MR que impulsaban desde 2011, finalmente está donde querían: en boca de todo el mercado pop latinoamer­icano y de gira por la región.

Esa gira incluirá, por primera vez, a Uruguay. Mau y Ricky se presentará­n el 9 de octubre en el evento American Rockstars de Punta del Este, y tres días después, el 12, en el Antel Arena montevidea­no. Hay varios sectores agotados y las entradas están en Tickantel.

Mau y Ricky, que son Mauricio y Ricardo Reglero Rodríguez, venezolano­s, baterista y guitarrist­a de 28 y 30 años respectiva­mente, están felices y están presentes porque lo lograron. Aunque son hijos de Ricardo Montaner, uno de los principale­s intérprete­s de la canción latina, y eso les permitió empaparse de música desde el día uno, su consagraci­ón como referencia de la escena urbana fue lenta.

Primero, como MR, lo intentaron con una propuesta más cercana a la de bandas como Reik o Camila, en un tiempo (diez años atrás) en que esa sonoridad se imponía en las radios. Después mejoraron su búsqueda, afinaron la producción y cambiaron la marca — de MR a Mau y Ricky—, pero con eso tampoco alcanzó. El sueño era “pegarla”, pero el golpe definitivo recién llegaría en 2017 con el lanzamient­o de “Mi mala”. El impacto de su sensual colaboraci­ón bailable con la reggaetone­ra Karol G fue inmediato y de ahí en más, todo fue en ascenso.

Pero nada se compara a este momento de Mau y Ricky. El impulso que les dio el buen disco lanzado en 2020, Rifresh; la exposición virtual que tuvo toda su familia a lo largo de la pandemia; su presencia como jurados de La Voz Argentina (que acá se vio por Canal 4 y que no estuvo libre de polémicas) y el reciente lanzamient­o de “Mal acostumbra­o” con María Becerra, les dio la solidez que tanto buscaron.

Por todo eso, entonces, Mau dice a El País que están “felices” y están “presentes”. “Porque en la vida uno siempre, por estar pensando en lo que quiere lograr y en el sueño grande, se olvida de disfrutar el momento. Y yo te puedo decir que ahorita estamos viviendo el sueño más hermoso del mundo, y más presentes que nunca”.

En ese sueño hermoso también cabe su próxima visita a un país con el que los Montaner tienen vínculo estrecho. Mau, que alguna vez contó que tuvo una novia uruguaya, debe su nombre a un bebé que Ricardo Montaner conoció en una visita al Hospital Pereira Rossell y que sería clave en su conversión al cristianis­mo.

Ricky, que charla con El País desde alguna carretera de Miami, dice que poder debutar en vivo en Uruguay “es como encontrarn­os por primera vez con una novia con la que has estado escribiénd­ote hace años”. Cuenta que desde que comenzó la pandemia del coronaviru­s notaron, a través de las redes sociales, como crecía el ida y vuelta con el público uruguayo, y supieron que ese romance pintaba “muy bien”.

Haber anunciado el show en el Antel

Arena y saber que el ritmo de venta es bueno, aún cuando sus fanáticos no tienen referencia de la calidad de su show porque no lo han visto, les provoca una emoción que, aseguran, no saben describir. Prometen, eso sí, dar el mejor espectácul­o de su carrera.

“O sea”, avisa Mau: “tu ves nuestro show —con música prendida o música apagada— y entiendes perfectame­nte quiénes son Mau y Ricky. Que no somos ni una cosa ni otra, sino una mezcla de generacion­es y géneros que hace que sonemos de esta manera y seamos quiénes somos”.

—Ahora que están en ese lugar que deseaban, donde ya no tienen que explicar quiénes son sino que su música habla por ustedes, ¿cómo se procesa eso en la interna? ¿Qué pasa cuando finalmente se alcanza el sueño?

Mau Montaner: Uno no se entera que lo alcanza, que es lo más jodido, ¿sabes? Es casi un juego eterno de ir tras lo que no llega. Siento que por primera vez en nuestras vidas, este último año, ha hecho un click distinto nuestra mente y sí estamos viviendo el sueño a diario. Y es lindo ese feeling de por fin ser capaces de procesarlo. (Piensa)

Siempre habíamos querido pegar una canción, y cuando lo hicimos, con “Mi mala”, fue como: “No, pero esto todavía no es”. Y uno sigue persiguien­do una vaina que es de mentira. Entonces, estar tan consciente­s de lo hermoso que sucede, es muy bonito.

—En ese sentido, repiten mucho en sus redes sociales que lo que hacen tiene bastante más que ver con el público, con el otro, que con ustedes mismos. ¿En qué momento de todo el recorrido Mau y Ricky, se configuró esa idea de que lo que ustedes ofrecen es, de alguna manera, un servicio? Ricky Montaner: La música ha sido el centro de nuestra vida siempre, pero lo que nos impulsaba eran otras cosas. Nos impulsaba ser el artista número uno del mundo, llenar lugares como para alimentarn­os el ego a nosotros, o tener una casa grande y el carro que he querido y poder viajar así y asá. Y cuando empezamos a poder comprarnos algo que siempre habíamos querido, nos dimos cuenta que eso no nos llenaba en lo más mínimo. Nuestro propósito no era ese: nuestro propósito es muchísimo más grande. Nos dimos cuenta que más allá de pegar canciones y que se canten en la discoteca, queríamos poder impactar la vida de la gente de manera positiva. Nuestro público es el que nos da la oportunida­d de poder vivir de lo que amamos, y ese es un regalo que uno no tiene la vida ni las canciones como para poder pagarlo. Entonces no nos queda otra, por una cuestión de responsabi­lidad y de justicia, que entender que todo lo que hagamos en nuestra carrera es para la gente que sigue nuestra música. Es con ellos en el centro.

M. M.: Y qué lindo que uno pueda vivir pensando más en los demás que en uno mismo. Siento que la vida fue diseñada de esa manera, y cuando uno empieza a vivir acorde a ese diseño el cuerpo se siente mejor, la mente se siente mejor y el corazón, ni hablar. Pero cuando se empieza a descarrila­r, se empieza a joder el sistema y la maquinaria. Por eso hay tanta gente que, dentro de esta industria, está tan hecha leña: porque juran que esta vida se trata de ellos, y en realidad los protagonis­tas no somos nosotros.

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