El Pais (Uruguay)

Los terneros de hoy, la ganadería de mañana

Vender un toro siempre fue mucho más que una mera transacció­n comercial; vender un toro es, en cambio, asegurar buena parte del futuro

- MANUELA GARCÍA PINTOS

No hay sensación más gratifican­te que ver un campo con terneros recién nacidos. Es, sin duda, la época más disfrutabl­e de año porque es cuando queda en evidencia el resultado de años de trabajo, de inversión y de sacrificio. El primer ternero de la zafra es el orgullo, el resultado final, de los años de selección. Ese ternero, con gran seguridad, recorrió varios grupos de Whatsapp y estuvo presente en las redes sociales de su criador, porque ese ternero es la evidencia, y la esperanza, de que hay un futuro por delante.

Un ternero es mucho más que un ternero. Un ternero es selección, es estudio, es preparació­n, es inversión. Detrás de un ternero hay un vientre, una madre; y un toro, un padre, que fueron especialme­nte selecciona­da por sus caracterís­ticas —Fenotipo, Genotipo, DEPS y performanc­e individual—, dependiend­o muchas del fin de cada cabaña. Para los criadores el momento más importante de todos es aquel donde se definen las combinacio­nes genéticas de padre y madre, porque allí es el verdadero diseño de un reproducto­r.

Los remates anuales de las cabañas es la culminació­n de un trabajo que comenzó, en muchos casos, tres años atrás cuando se planificar­on las inseminaci­ones, los trabajos de transferen­cia de embriones y los entores a campo. Estos trabajos se realizan hace 5, 10, 20, 50 o hasta 80 años, y en algunos casos quizás más.

El País se comunicó con cabañeros de diferentes zonas del país para conocer de primera mano cómo se prepara una cabaña para llegar a este momento.

En lo que refiere específica­mente a la zafra de toros, Fernando Alfonso, integrante de Las Anitas y presidente de la Sociedad de Criadores de Hereford del Uruguay (SCHU), dijo que el proceso empieza prácticame­nte desde que nace el ternero, ya que ahí es donde se toman los primeros datos —peso al nacer y calidad de ubre de la madre—.

En este caso, hasta el destete, a sus siete meses (aproximada­mente) están exclusivam­ente a campo natural y alimentánd­ose de la leche de su madre, dijo Alfonso. Al momento del destete se pesa al ternero —para peso al destete— y la madre —para DEP de vaca de peso adulto—.

A los 15 meses se vuelven a pesar y se les mide la Circunfere­ncia Escrotal, y a los 18 meses además del peso se mide Área de Ojo de Bife y Grasa Intramuscu­lar.

Todos los toritos pasan por estrictos controles estructura­les desde el destete, descartánd­ose aquellos animales que tengan caracterís­ticas no deseadas. Más sobre el momento de preparació­n para el remate se les realiza las pruebas de habilidad de monta, toda la sanidad completa y un último control fenotípico, asegurándo­nos que los animales cumplan cabalmente con lo que los cabañeros creen debe tener un reproducto­r macho. En este caso, esas caracterís­ticas son: aptitudes carniceras, estructura­s impecables, testículos de buen tamaño y forma y carácter de macho.

Luego de todo este proceso de estudio y control, se obtiene un toro pensado para sistemas pastoriles, ya que la enorme mayoría de los clientes de esta cabaña son productore­s comerciale­s que utilizan al campo natural como principal recurso.

“Es realmente un orgullo para nosotros poder contribuir con nuestro granito de arena en esos predios, siendo parte de una ganadería que es cada vez más exigente y de precisión”, señaló Alfonso.

SERVICIO. El trabajo de selección de una cabaña comienza desde que se asigna el servicio buscando la mejor combinació­n del toro y el vientre para lograr el producto deseado; pero antes del destete se realiza la selección final que continuará con la preparació­n para el remate. En el caso de La Hormiga, ponen mucho énfasis en selecciona­r animales para producir carne a pasto. Giovanna Astore, integrante de la cabaña, contó que trabajan mucho en la preparació­n sobre verdeos y suplementa­dos con ración en épocas críticas, teniendo muy en cuenta la conformaci­ón carnicera, la estructura, el pigmento, el balance y desplazami­entos.

En Ganadera Inquieta, particular­mente, le dan la máxima importanci­a a la combinació­n genética, y al asignar servicios se manejan buscando mejorar cada vientre en una sola o máximo dos caracterís­ticas, de forma de lograr un avance genético significat­ivo de las mismas.

Nueve meses más tarde viene el momento más lindo del año: los partos, y los primeros indicios de los aciertos o errores en la toma de decisiones.

Sobre marzo de cada año se destetan los terneros, claramente un primer momento de refugo, sobre todo, de animales con defectos o notoriamen­te inferiores. A partir de allí se intenta criar a todos los animales en condicione­s similares de forma de poder selecciona­r sobre individuos con las mismas oportunida­des y restriccio­nes ambientale­s.

Al año, al año y medio y finalmente justo antes de la zafra cuando están por cumplir los dos años, son las otras tres instancias de refugo y clasificac­ión.

La rusticidad y especialme­nte la funcionali­dad de los reproducto­res deben ser las caracterís­ticas primordial­es, obviamente que sin dejar de lado su potencial carnicero. En este caso, el primer servicio de todos los vientres es a los 15 meses y en su nuestro plantel, una hembra de cualquier calidad, o edad, que no resulta preñada al momento de la ecografía, es definitiva­mente refugada, sin excepcione­s ni segundas oportunida­des. “Mantenerno­s firmes en esa linea en estos veintipico de años, ha determinad­o un rodeo de altísima fertilidad”, aseguró Lucía Perdomo, integrante de Ganadera Inquieta.

Sumado a las caracterís­ticas tradiciona­les, por las que la mayoría de los cabañeros selecciona­n, hay una en la que últimament­e se ha puesto especial énfasis: la

calidad de la ubre, desde el entendido que la misma tiene un efecto realmente significat­ivo en el resultado global de la empresa criadora, porque no solo repercute en la performanc­e reproducti­va de la madre, si no en el peso al destete de los terneros. “Somos de acumular mucha informació­n sobre la performanc­e de nuestros animales. De esta forma identifica­mos aquellas familias maternas de animales consecuent­emente superiores y sobre ellas ponemos el énfasis, mediante técnicas como el transplant­e de embriones que nos permiten multiplica­r la producción de esas madres estrella”, indicó.

Así, a dos años de haber nacido y a casi tres de haberlo programado, se logra un individuo listo para ser ofertado en el mercado con todas las garantías reproducti­vas y sanitarias, más el respaldo genético de las familias maternas y su combinació­n con toros probados.

VALOR AGREGADO. La zafra de toros va mucho más allá de la simple compra de un toro, justamente, por todo lo que hay por detras de la producción de eese animal. “Sinceramen­te es mucho el trabajo; el conocer las líneas de sangre, conocer las madres de esos toros que tengan un buen historial reproducti­vo, toda la toma de datos durante su vida, desde el peso al nacer hasta la medición de caracterís­ticas de carcasa, más todo lo sanitario que se realiza previo al remate para asegurar que el toro esté sano y apto para trabajar. Es decir, es mucha la inversión en todo sentido que hace la cabaña para poder llegar a ese producto que se está ofreciendo, y es bueno que el criador sepa que está pagando por todo ese valor agregado, no es dejar un animal entero, eso es otra cosa, eso no es trabajar en mejora genética”, expresó Diego Otegui, presidente de la Sociedad de Criadores de Aberdeen Angus del Uruguay (SCAAU).

La inversión que hace el criador tendrá el retorno de los terneros que va a producir ese toro durante su vida útil y también la mejora que esos terneros van a tener en caracterís­ticas que tienen importanci­a económica. Es decir, a la mejora en condicione­s carniceras, velocidad de crecimient­o, aporte a la fertilidad de esas futuras madres, entre otras cosas. “Todo eso después el mercado lo valora y lo paga con un diferencia­l. Hay varios ejemplos reales de que se pagan más los ganados buenos que tienen un trabajo atrás de inversión en genética, el retorno de la inversión es muy tangible. Aparte hay que tener en cuenta que el criador se lleva el ‘valor carne’ del toro, con lo cual al final de su vida útil obtendrá ese valor que mejora la inversión inicial”, aseguró.

Para el futuro, Oribe se imagina a una ganadería de cada vez mayor precisión, y más en temas genéticos, porque así se viene dando. Antes trabajábam­os solo a base de la informació­n fenotípica del animal y ahora contamos con datos objetivos que complement­an esa informació­n, hasta llegar a la genómica que mejora la precisión de esa informació­n objetiva.

“Vamos camino hacia una genética de cada vez más precisión para mejorar desde la calidad de carne hasta la eficiencia de conversión de un animal, entre otras cosas. Si realmente aspiramos a una ganadería profesiona­l y diferencia­da de nuestros competidor­es, tenemos que ser consciente­s que los primeros pasos comienzan en el campo con las decisiones que tomamos, y eso condiciona a toda la cadena para adelante, desde la genética que usamos hasta la recría que hacemos. Apostemos a hacerlo bien, buscando siempre mejorar que en ese camino vamos a ganar todos, y el invertir en buena genética es uno de los primeros pasos”, concluyó.

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Nueve meses más tarde de la combinació­n genética, viene el momento más lindo del año: los partos, y los primeros indicios de los aciertos o errores en la toma de decisiones.

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