LA VIDA OCULTA DE LOS ANALFABETOS
Blanca Ida Saavedra terminó la escuela a los 93 años. Su bisnieta fue la maestra. Nació en una zona rural de Flores. De niña, solo pudo cursar hasta tercer año porque sus padres necesitaban que los hijos trabajaran en el campo. Aprendió a leer y a escribir, pero recién ahora pudo culminar la Primaria y se apronta para hacer Ciclo Básico en un año. Aunque parece que ya no quedan personas que no entiendan las letras, la estadística indica que son más de 41.500. Para ellas, ser analfabetas es un estigma que esconden como un secreto pesado, y recurren a diversas estrategias para funcionar en la sociedad.
El próximo martes, el programa Aprender siempre, de la Dirección de Educación del Ministerio de Educación y Cultura presentará el proyecto Tomar la palabra. El mismo se creó en el marco del programa de cooperación internacional Puente Sejong, de Unesco Corea. Tiene como objetivo fortalecer el derecho a la educación de los grupos marginados apoyando la educación no formal en los países en desarrollo. En nuestro país se pondrá el foco en reducir el índice de analfabetismo en la población privada de libertad. La Dirección de Educación de Jóvenes y Adultos brinda talleres en centros de reclusión, donde suelen trabajar con tutores pares, es decir otros reclusos que contribuyen en la tarea junto con los maestros. De hecho, en 2020, 447 privados de libertad culminaron Primaria. El flamante proyecto propondrá un mecanismo para diagnosticar el analfabetismo en la población que ingresa. Estas personas serán derivadas a los cursos de la dirección de la ANEP. Se pretende transversalizar la propuesta del proyecto sobre mediación a la lectura y la escritura, y a su vez instaurar un modelo multimodal de bibliotecas desarrollado de acuerdo a las características de cada unidad.