El Pais (Uruguay)

Volvieron las carteras

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Hoy no voy a escribir sobre filosofía política, ni a citar a los padres del liberalism­o clásico, ni del contemporá­neo. Por más que todos ellos tienen mucho que ver en lo que referiré. Hoy voy a hablar de actualidad, es decir, de la pura realidad que se palpa en la vida cotidiana de todos los que vivimos en este país.

No son pocas las naciones que han enfrentado la pandemia con las viejas recetas del Estado metiche, del Leviatán glotón al que le encanta colarse en la vida de las personas. Casi ninguno de los países que optaron por ese camino han zafado de los confinamie­ntos, de los retaceos a la libertad individual, del deterioro democrátic­o, de la incertidum­bre sanitaria, de las deficienci­as en los sistemas de salud y seguridad social, del debilitami­ento de su entramado productivo, del declive económico, ni de la lenta recuperaci­ón.

Uruguay, sí, este país gobernado por una coalición de partidos liderada por el Partido Nacional ha asegurado a su gente el máximo respeto por su libertad y por la autonomía de la voluntad. Ha fortalecid­o su democracia y su institucio­nalidad con profundo respeto por el Estado de Derecho, ha brindado un sistema sanitario de excelente calidad que se preparó para no colapsar, y no colapsó. Y que aseguró en forma no obligatori­a, democrátic­a, dinámica y sin privilegio­s, que todo aquel que desee vacunarse contra el COVID-19 pueda hacerlo en forma gratuita.

Se sostuvo al aparato productivo, se ayudó al pequeño y al grande, con creativida­d y esfuerzo se tejió una red de contención para personas y empresas, para quienes vieron en riesgo su emprendimi­ento y su empleo, se previó, se planificó, y se ordenó la cancha para que el país estuviera preparado para la recuperaci­ón. Y ya se empezaron a recoger los frutos.

El Uruguay comienza a ponerse de pie, y los indicadore­s dicen que vamos en la buena senda, y en mejor camino que en el que andábamos en febrero de 2019, por cierto. Por si fuera poco, nuestro Presidente nos ha devuelto la dignidad y el prestigio internacio­nal —que habíamos perdido por lustros dedicados a adular a autoritari­smos que nada nos aportaron— y nos ha puesto en el mapa de las mejores democracia­s, de los países más libres, y de los destinos atractivos para la inversión internacio­nal.

La adhesión al último paro general fue la misma que cuando arreciaba la pandemia. Lo que de por sí, y dadas las consignas de la convocator­ia, es toda una señal inequívoca. La política de seguridad del gobierno nacional encabezado por el presidente Lacalle Pou es muy clara y contundent­e en buenos resultados. Con acciones concretas, con decisión, y respaldand­o a la Policía se pudo contener y reducir el delito. Mientras algunos opinólogos sesudos se devanan la cabeza buscándole el pelo al huevo, la realidad nos indica que hay menos crimen y más seguridad en la calle, que la gente camina más tranquila, y que aunque parezca mentira, se va perdiendo el temor con el que nos acostumbra­mos a vivir por años. Alcanza con mirar con un poco de atención, para ver como en los distintos barrios y ciudades, después de mucho tiempo de estar hartas de naftalina guardadas en los placares por los permanente­s arrebatos, sin miedo, por fin, volvieron las carteras.

La realidad indica que hay más seguridad en la calle, que la gente camina más tranquila.

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