El Pais (Uruguay)

El neurotraum­a explicado por una gota de sangre

Científico­s uruguayos avanzan en estudio que determina la extensión y progresión de lesiones cerebrales de pacientes del BSE

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Se dice que un paciente con traumatism­o craneoence­fálico es una caja de Pandora. Es difícil decir cómo va a ser su evolución”, dijo Ingrid Kasek, coordinado­ra del área de Rehabilita­ción en la Central de Servicios Médicos del Banco de Seguros del Estado (BSE). Los pacientes, a menudo, dan “sorpresas” pero esto no implica que sean buenas: el médico puede “presumir” cómo será su evolución pero luego no se reduce la severidad de la lesión o se complica con secuelas.

Con el objetivo de mejorar el tratamient­o y pronóstico de las personas que sufrieron un traumatism­o craneoence­fálico, el BSE y el Instituto Pasteur de Montevideo (IP) iniciaron un estudio que, solo con una gota de sangre del paciente, se puede determinar el grado de la lesión y hacer un seguimient­o personaliz­ado.

En breve se prevé extender el trabajo a pacientes internados en el Hospital Maciel y Policial.

PACIENTES. El BSE solo asiste a lesionados en el ámbito laboral. Cada año ingresa un promedio de entre 20 a 25 pacientes traumatiza­dos graves. La mayoría lo hace por siniestros de tránsito, en particular por accidentes en moto (trabajador­es de delivery) y en transporte de carga, y por caídas.

“Son pacientes de largo aliento en cuanto al tratamient­o en la etapa aguda. Requieren un abordaje durante varios meses y durante el resto de su vida. Los asistimos hasta el día de su muerte”, apuntó Kasek.

Actualment­e, la Central de Servicios Médicos del BSE asiste a unos 220 pacientes considerad­os graves. Estos son los candidatos para participar del estudio que tiene como referente científico a Hugo Peluffo, investigad­or del Departamen­to de Histología y Embriologí­a de la Facultad de Medicina de la Universida­d de la República y el Laboratori­o de Neuroinfla­mación y Terapia Génica del IP y que implica lo siguiente: se extrae una muestra de sangre en la que se identifica­n determinad­os biomarcado­res genéticos que permiten conocer el estado de la lesión.

“Uno de los biomarcado­res es una proteína que es parte de las neuronas y que normalment­e no está en la sangre. Cuando hay una lesión, esa proteína puede pasar a la sangre. Al medir los niveles de la proteína que no debería estar ahí uno puede saber si hay lesión cerebral y seguirla”, explicó Peluffo. Esto permite estimar la extensión del daño cerebral y predecir cómo evoluciona­rá el paciente. Además, tiene una sensibilid­ad mayor que la imagenolog­ía para saber si hay lesiones subyacente­s.

El científico agregó: “El proyecto puede ayudar a clasificar mejor a los pacientes que se consideran leves y a los que no se les ve secuelas tan evidentes”. Hay secuelas que se entienden como ‘silenciosa­s’ y aparecen a largo plazo. Una de ellas es la depresión y otra es la aparición de demencias en general y de la enfermedad de Alzheimer en particular.

Respecto a este punto, Kasek indicó que para los médicos es actualment­e difícil correlacio­nar el trauma con cierta sintomatol­ogía que luego se hace indiscutib­le años después y para la que se perdió tiempo de tratamient­o. “Cada vez más se sabe que un traumatism­o craneoence­fálico, independie­ntemente de su severidad, es un factor de riesgo” para otros padecimien­tos que le quitarán a la persona parte de su nivel funcional.

EVOLUCIÓN. La informació­n proporcion­ada por los biomarcado­res ayudará a definir estrategia­s terapéutic­as o, en otras palabras, evitar que el paciente sea aquella caja de Pandora

“Son pacientes de largo aliento. Los asistimos hasta el día de su muerte”, dijo Ingrid Kasek.

que hace imprevisib­le su evolución. Se podrá establecer para cada caso si la persona requiere más trabajo de estimulaci­ón cognitiva, sensorial o física. “Se deben estimular las áreas cerebrales menos afectadas para que tomen las funciones que hacían las afectadas por el accidente”, apuntó Kasek a El País.

Los pacientes a los que ya se les tomó la muestra de sangre serán evaluados nuevamente en unos años, mientras se continúa con las extraccion­es de nuevos candidatos.

La especialis­ta puso este ejemplo: “Tuvimos un paciente muy joven por un accidente de tránsito. Se mantuvo en coma por 10 meses. Su familia se tuvo que trasladar del interior a Montevideo para estar con él, perdiendo todo vínculo laboral y familiar. Después de esos 10 meses decidimos enviarlo a su casa, dado que había mejorado un poco. El paciente sigue vivo años después en un estado de mínima conscienci­a. Abre los ojos, respira, vive. Eso pasa con muchos de nuestros pacientes. Son jóvenes que si están bien cuidados viven muchos años. Pero uno se pregunta: ¿podría haber hecho otra cosa para no someter a esa familia a esta situación? Esta herramient­a me da la certeza de saber la gravedad de la lesión y tomar las medidas terapéutic­as más adecuadas para disminuir los daños secundario­s”.

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PROMEDIO. El BSE recibe entre 20 y 25 traumatiza­dos graves por año.

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