El Pais (Uruguay)

La realeza rusa revivió sus días de esplendor

Heredero al trono de los Románov se casó con una italiana por la iglesia ortodoxa en San Petersburg­o

- EFE, AFP / SAN PETERSBURG­O

Los Románov, dinastía que gobernó Rusia hasta 1917, volvieron a reinar ayer viernes por un día en San Petersburg­o, un siglo después del asesinato del último zar, con una boda real entre el “heredero” al trono, el gran duque Jorge de Rusia (40), y una plebeya italiana, Rebecca Bettarini (39).

La boda fue en la grandiosa catedral de San Isaac, tras una ceremonia religiosa a la vieja usanza, a la que asistieron representa­ntes de las casas reales de Europa, pero no del Kremlin, que declinó la invitación en la ciudad natal del presidente, Vladímir Putin.

El portavoz presidenci­al se limitó a decir que “todos los días se celebran muchas bodas” en Moscú y San Petersburg­o, y “siempre deseamos felicidad a los novios”.

La boda recordó desde un principio a los invitados que no estaban en Occidente, sino en Rusia. Pañoletas en las cabezas de las mujeres y oro, mucho oro, desde la Biblia a las paredes de San Isaac.

Mientras el novio optó por un traje clásico, ella llevó un tradiciona­l vestido blanco con el escudo de los Románov —el águila bicéfala— y una tiara Chaucet con cientos de diamantes.

El momento cumbre fue cuando los novios fueron coronados en el sentido más ritual de un casamiento ortodoxo. Dos personas elegidas por los novios se encargaron de sostener dos coronas que significan que cada pareja es un reino en el que solo tiene cabida el amor, la fidelidad y la felicidad.

La madre del novio, María Románova, fue recibida en el templo como toda una zarina. Uno de los primeros en saludarle fue Simeón de Bulgaria, uno de los principale­s representa­ntes de la realeza europea que viajaron a Rusia. También se pudo ver a Fuad II de Egipto; Leka II de Albania; Eduardo Pío de Braganza, el heredero al trono portugués; y a miembros de casas de Alemania, Italia y Francia.

Se echó de menos a representa­ntes de algunas monarquías como la española o inglesa, pero el coronaviru­s dificultó su presencia o les facilitó una excusa, dadas las tensiones políticas entre Rusia y la Unión Europea.

Hubo pompa dentro de la iglesia y un cóctel y una recepción para los invitados, pero en las calles de la ciudad los fastos zaristas fueron mucho más modestos. De hecho, muy pocos habitantes de la antigua capital zarista sabían de la ceremonia y las únicas carretas con caballos que se pudieron ver estaban aparcadas a la entrada de la iglesia, pero no esperaban a la realeza, sino a los turistas.

HEREDERO SIN TRONO. Jorge Mijáilovic­h y Rebecca Bettarini —vivió cuatro años en Venezuela— se comunican en español. Los novios se conocieron cuando eran adolescent­es y llevan una década juntos, primero en Bruselas donde ambos trabajaron para

institucio­nes europeas, y desde hace años en Moscú.

En una entrevista al medio ruso Fontanka publicada el miércoles, Jorge explicó que eligió casarse en San Petersburg­o porque es “la historia de Rusia, la historia de la casa Románov”.

Nacido en Madrid y graduado de Oxford, Jorge es hijo de la gran duquesa María Románova, nieta del Gran Duque Kirill. Este último era primo de Nicolás II, el último zar de la dinastía Románov, que reinó más de 300 años en Rusia hasta la revolución de febrero de 1917. Entonces Nicolás II fue hecho prisionero por los bolcheviqu­es y fusilado un año más tarde, en los Urales, junto con su esposa, la emperatriz Alexandra, sus cuatro hijas y su hijo.

Enterrados durante mucho tiempo en un lugar mantenido secreto por el poder soviético, sus restos fueron trasladado­s en 1998 a la catedral de San Petersburg­o. Fueron canonizado­s en 2000 por la Iglesia ortodoxa rusa y reconocido­s oficialmen­te en 2008 como víctimas del bolchevism­o por la justicia.

Putin fue invitado pero se excusó; sí envió “deseos de felicidad a los novios”.

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LOS NOVIOS. Jorge y la italiana Rebecca Bettarini se conocieron siendo adolescent­es en Bruselas.

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