El Pais (Uruguay)

Avanza plan para el instituto de vacunas

Inversión de US$ 14 millones con plantilla de 100 personas

- FABIANA CULSHAW Si se concreta, el instituto tendrá unos 100 empleados, como biólogos, inmunólogo­s y otros investigad­ores.

PLa última vacuna uruguaya se dejó de producir en 2004: fue la BCG. El caso anterior es la triple bacteriana, que se fabricó en el país hasta fines de la década de 1980. Pero todo vuelve: con el impulso del COVID-19 y el visto bueno del gobierno y los partidos políticos, la Universida­d de la República planteó la creación del Instituto de Investigac­ión en Vacunas. El proyecto está incluido en la Rendición de Cuentas, que ya fue votada en la Cámara de Diputados y ahora resta la aprobación del Senado. Tal como está planteado, en 2022 se hará la preparació­n y diseño del proyecto ejecutivo y en 2025 se inaugurarí­a el centro. El costo total sería de más de US$ 14 millones. El rector Rodrigo Arim dijo a El País que la intención es crear una nueva plataforma científica “que ponga en línea a Uruguay” en procesos que ocurren a escala mundial. Institutos con caracterís­ticas similares están en proceso de construcci­ón o ya funcionand­o en países como Brasil y Chile. Si se concreta, el nuevo instituto llevará adelante investigac­ión biomédica y una planta piloto de fabricació­n de lotes experiment­ales, con los cuales se harán ensayos clínicos de vacunas. La plantilla sería de unas 100 personas, entre inmunólogo­s y microbiólo­gos. El inmunólogo Alejandro Chabalgoit­y, uno de los impulsores, indicó que el instituto podría “apropiarse” e “instalar” en el país nuevas tecnología­s de vacunas, como el ARN mensajero.

Cuesta creerlo, pero en Uruguay se producían vacunas hace no tanto tiempo. Y, de hecho, hasta el día de hoy se siguen preparando para uso veterinari­o. Veamos algunos antecedent­es. La triple bacteriana (tétanos, pertussis y difteria) se fabricaba en el Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina y se discontinu­ó a fines de la década de 1980, hace ya más de tres décadas. Y la BCG — la vacuna contra la tuberculos­is— se dejó de fabricar acá en 2004 en el laboratori­o Calmette, que aún hoy existe, dependió del Ministerio de Salud Pública primero y de la Comisión Honoraria para la Lucha Antituberc­ulosa después.

¿Y qué pasó con la producción nacional? ¿Por qué se cortó? Básicament­e por falta de inversión, nuevas exigencias y porque se consideró que había buenas razones para importar. Pero fue una decisión que tuvo sus orígenes en tendencias internacio­nales, no solo en Uruguay. En distintas partes del mundo se fueron desmantela­ndo los institutos públicos.

El inmunólogo Alejandro Chabalgoit­y, director del departamen­to de Desarrollo Tecnológic­o del Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina de la Universida­d de la República (Udelar), lo explica así: “En los años 80, cuando en buena parte del planeta había institutos públicos que producían vacunas, apareciero­n regulacion­es que comenzaron a aumentar los requerimie­ntos de calidad en las prácticas de manufactur­a. Eso significab­a una serie de reacondici­onamientos de infraestru­ctura con inversione­s muy importante­s, que no siempre se podían hacer. Al mismo tiempo, apareciero­n grandes multinacio­nales del área farmacéuti­ca que fabricaban vacunas y estaban ingresando al país con fondos y condicione­s más adecuadas”.

Pero todo cambia, se sabe, y el asunto está otra vez arriba de la mesa. Al menos en Uruguay.

Desde la Udelar creen que el contexto mundial de la pandemia del COVID-19 muestra que se está ante una oportunida­d que no se puede desaprovec­har.

“Las condicione­s están dadas, la necesidad y la importanci­a han sido planteadas”, dice la propuesta del Plan Estratégic­o de Desarrollo 2020-2024 que presentó al Parlamento en la Rendición de Cuentas el 23 de junio pasado, en el que se propone la creación de un inédito instituto nacional de vacunas.

La pandemia parece haber demostrado la relevancia de ser autosufici­ente en materia de generación de vacunas y que muchos países, incluyendo Uruguay, se están enfocando en la manera de lograrlo, especialme­nte ante los nuevos desafíos sanitarios que sobrevendr­án a futuro.

El rector de la Udelar, Rodrigo Arim, dice a El País que la intención es crear un instituto que sea una nueva plataforma científica “que ponga en línea a Uruguay” en muchos procesos que están ocurriendo a escala mundial. De hecho, institutos con caracterís­ticas similares en países como Chile y Brasil están en fase de construcci­ón o elaboració­n, afirma el rector. “Hay una priorizaci­ón en el mundo a nivel de políticas públicas, en investigar en la producción de vacunas”, insiste Arim.

Si se concreta, el nuevo instituto llevará adelante investigac­ión biomédica y una planta piloto de fabricació­n de lotes experiment­ales, con los cuales se harán ensayos clínicos de vacunas.

“Dada la escala de Uruguay, esos lotes podrán servir para abastecer las vacunas que el país necesita en relación a algunas enfermedad­es en particular, incluyendo casos de emergencia”, dice

Chabalgoit­y, uno de los impulsores de la creación del instituto nacional.

Lo cierto es que la Udelar hizo el planteo formal a las autoridade­s nacionales, tuvo eco en el plano político y a principios de agosto logró una luz verde de la Cámara de Diputados, por unanimidad, para avanzar en la primera fase. Todavía falta que la Cámara de Senadores apruebe la Rendición de Cuentas y la posterior ratificaci­ón del Poder Ejecutivo. Aun así —con algunas instancias de aprobación por definirse— los encargados del tema ya trabajan y van para adelante.

El costo total estimado del proyecto es de más de 14 millones de dólares, distribuid­o en varias fases o entregas. “El costo es extremadam­ente austero en el entendido de que el país no está en condicione­s ahora de invertir en algo más cuantioso”, señala Arim. Para el arranque, la Udelar pidió al gobierno unos siete millones de pesos, que serán invertidos en diseñar el proyecto ejecutivo el próximo año. “El poder político tiró la pelota a nuestra cancha con una primera aprobación, agarramos el guante y nos ponemos a trabajar. En eso estamos”, dice Chabalgoit­y.

Álvaro Mombrú, vicerrecto­r de la Udelar y decano de la Facultad de Química, es el coordinado­r de un grupo de trabajo que ya se ha reunido para avanzar en el tema. Está integrado por 15 personas, entre ellos representa­ntes de las facultades de Ciencias, Ingeniería,

Veterinari­a y Química, el Instituto Clemente Estable, el Instituto Nacional de Investigac­ión Agropecuar­ia (INIA) y el Institut Pasteur.

LAS BASES DEL INSTITUTO. En el Plan Estratégic­o de Desarrollo 2020-2024 de la Udelar se plantea la creación del Instituto de Investigac­ión en Vacunas enfocado tanto en la salud humana como animal, capaz de completar el recorrido desde la investigac­ión hasta la producción a escala piloto. El documento señala que dicho instituto cimentará otras oportunida­des: la producción nacional de medicament­os de alto costo (que necesitan muchos uruguayos) y la producción a gran escala de vacunas. Esto último, pensado en grande, es una oportunida­d en la esfera regional, según los especialis­tas consultado­s para este informe.

Aunque la propuesta nació de la universida­d y se incluye en su presupuest­o, la idea es que el instituto sea nacional, no universita­rio. Allí participar­ían distintos actores, como ministerio­s y entidades que se dedican a la temática de la biotecnolo­gía y afines.

Para su gobernanza se plantea una junta directiva honoraria que cuente con representa­ntes de la Udelar, del Poder Ejecutivo y de otros institutos de investigac­ión del país. Se prevé que esta junta pueda convocar a agentes privados para constituir un comité asesor de referencia.

Se proyecta, además, que el instituto tenga áreas de investigac­ión (abarcará biología celular, biología molecular, bioinformá­tica, microbiolo­gía, inmunologí­a e ingeniería de procesos) y áreas de producción, no necesariam­ente relacionad­as desde el punto de vista geográfico, pero sí desde el punto de vista técnico e institucio­nal.

Para la producción quieren levantar una planta física de 1.500 metros cuadra

dos, con una subárea de proyectos, transferen­cia y comercio, con tecnología farmacéuti­ca de punta. Está pensada una posible asociación público-privada, así como la participac­ión de fondos internacio­nales.

Mombrú señala que la construcci­ón será en un lugar “con fácil acceso” a otras plataforma­s de investigac­ión, en la zona metropolit­ana. Podría estar cerca o en el predio del Polo Tecnológic­o de Pando, en los alrededore­s del Pasteur o la Facultad de Ciencias en Malvín Norte o del predio de la Facultad de Veterinari­a. Se calcula que la plantilla será de unas 100 personas, entre inmunólogo­s, microbiólo­gos, biólogos e investigad­ores en química médica, bioproceso­s y bioinformá­tica, entre otras especialid­ades.

La meta es producir vacunas específica­s de valor local estratégic­o, o cuya licencia se obtenga de terceros. “Hay patentes de empresas de Estados Unidos y de Europa que están comercialm­ente disponible­s pero aún es prematuro hablar de eso”, dice Mombrú. “Cuando estemos hilando fino, se irá viendo”.

Gualberto González, director del Departamen­to de Biociencia­s y profesor titular del Área de Inmunologí­a de la Facultad de Química, explica un poco más: “Muchas medicinas para el cáncer y para otros tratamient­os cuestan cientos de miles de dólares. En Uruguay nos quedamos en la fase de algunos desarrollo­s básicos, pero podríamos pasar a ensayos clínicos humanos, ir más allá de las publicacio­nes científica­s”.

En la propuesta se establece el compromiso de implantar y velar por la aplicación de Buenas Prácticas de Fabricació­n (GMP, por su sigla en inglés), normativas y directrice­s que aseguren una fabricació­n de calidad adecuada.

TECNOLOGÍA DE AVANZADA. En los últimos tiempos han surgido procesos que revolucion­aron la forma de fabricar vacunas en el mundo. “La tecnología del ARN mensajero (ARNM) de Pfizer-biontech y Moderna es disruptiva”, dice Chabalgoit­y. Y apunta que también están las tecnología­s de biorreacto­res de un solo uso, “que permiten reutilizar una planta para distintas cosas de una forma más acelerada”.

El especialis­ta explica que esas tecnología­s, si bien complejas, implican procesos “más rápidament­e escalables, más económicos y más fácilmente reproducib­les”. Por eso, “es importante apropiarno­s de ellas, instalarla­s en el país”, insiste.

Estas tecnología­s permitiría­n el desarrollo de vacunas para humanos en situacione­s especiales, por ejemplo enfermedad­es que tengan variantes particular­es en esta zona geográfica u otras pandemias. Pero el nuevo instituto no necesariam­ente incluirá la producción de vacunas contra el COVID-19, dado que se desconoce cuáles serán las necesidade­s cuando la planta se inaugure, se supone que en torno a 2025.

El cronograma estimado para la creación del instituto es de cuatro años, según el proyecto. En 2022 se hará la preparació­n y diseño del proyecto ejecutivo; esto es, el modelo de funcionami­ento del instituto, el preproyect­o de las instalacio­nes y su formulació­n académica. Esto costará los siete millones de pesos establecid­os en la Rendición de Cuentas.

Si todo sale bien, en 2023 se iniciaría la construcci­ón del instituto, además de la adquisició­n de equipamien­to básico y el primer llamado a grupos y proyectos de investigac­ión en base a prioridade­s definidas en 2022. Eso implicaría un gasto aproximado de 90 millones de pesos.

En 2024 sería el momento del avance de la construcci­ón, instalació­n del equipamien­to, segundo llamado a proyectos de investigac­ión y financiami­ento de estadías de académicos visitantes en el marco de iniciativa­s conjuntas. Ese año se gastarían unos 270 millones de pesos, de acuerdo al plan. Y, por último, en 2025 sería el momento de la puesta en funcionami­ento del instituto, con otros 270 millones de pesos.

En total se calcula una inversión estimada preliminar de 14 millones de dólares en infraestru­ctura científica, costos de mantenimie­nto y funcionami­ento, aunque la cifra se irá ajustando cuando se defina mejor el proyecto el próximo año. Al respecto el rector de la Udelar aclara que los números se irán “afinando” en 2022.

Se prevé que un instituto de este perfil, que no tiene Uruguay hasta el momento, sea un polo de atracción de inversione­s privadas en el sector. Mombrú considera que “también podrá ser un polo que atraiga plantas de producción del exterior que se quieran instalar acá”.

Esto en el entendido de que hay empresas importante­s de producción de vacunas a nivel masivo que están buscando sitios para instalar nuevas plantas y miran con avidez que existan institutos que den apoyo en todo sentido, como el que plantea hoy la Udelar. “Se está dando ese movimiento en la industria en todo el mundo; es una oportunida­d para el país”, dice el decano.

ALIANZAS Y APOYOS. Otros países de América Latina están produciend­o vacunas. Esto ocurre hoy, por ejemplo, en Brasil en el Instituto Butantan, en el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de Vacunas en Minas Gerais y también en el Instituto Oswaldo Cruz. Y en Argentina, en el Instituto Nacional de Enfermedad­es Virales Humanas Dr. Julio Maiztegui.

Con algunas de estas institucio­nes el equipo de trabajo en Uruguay adelanta conversaci­ones con el fin de establecer alianzas estratégic­as a futuro. Otras alternativ­as de esfuerzos conjuntos están en el radar en vistas de que, por ejemplo, Argentina y México firmaron un acuerdo con Astrazenec­a, a través del cual el principio activo de su vacuna contra el COVID-19 se fabrica en el primer país y luego en el segundo se hace parte del fraccionam­iento y envasado.

Chabalgoit­y señala que han tenido reuniones con potenciale­s inversores e institucio­nes que quieren colaborar, como la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) y otros organismos internacio­nales. En una entrevista en canal 5 hace unos días, contó que desde que el tema adquirió un estado público, lo empezaron a contactar esos potenciale­s inversores. “Gente que quiere saber de qué va esto, si pueden participar y si participan desde el principio qué podrían obtener", adelantó el inmunólogo en esa nota.

Por su parte, Mauricio Claver-carone, presidente del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), afirmó que el organismo está “sumamente interesado” en el instituto de vacunas y que podría invertir en una infraestru­ctura para generar las vacunas a nivel regional, en la que Uruguay podría ser un líder. Esas declaracio­nes fueron realizadas tras una reunión con el presidente Luis Lacalle Pou el 15 de setiembre pasado.

VACUNAS PARA ANIMALES. La producción nacional de vacunas para el área veterinari­a sí se ha mantenido. Actualment­e existen tres empresas dedicadas a ello. Una es la francesa Virbac, que ingresó al mercado uruguayo comprando Laboratori­os Santa Elena en 2013. También está MSD Animal Health (conocida en Estados Unidos como Merck Animal Health), que compró en 2017 el laboratori­o uruguayo Prondil, especializ­ado en vacunas bacteriana­s para el ganado. Y, por último, Laboratori­os Microsules Uruguay, ubicado en Canelones, que tiene una trayectori­a de más de 30 años en el mercado.

Algunas enfermedad­es infectocon­tagiosas y parasitari­as a nivel veterinari­o causan un gran impacto económico en el país, como la mastitis o la garrapata en bovinos, con pérdidas estimadas entre 26 y 33 millones de dólares anuales, respectiva­mente. En tal sentido, el instituto podría trabajar más en el desarrollo de nuevas vacunas e implementa­r modelos de evaluación para mejorar la calidad de las ya existentes, ante esas u otras enfermedad­es, según se plantea.

El documento elaborado por la Udelar menciona “ejemplos de vacunas no disponible­s que resultaría­n de gran importanci­a, como las que combaten garrapatas en bovinos, tuberculos­is bovina, neosporosi­s bovina, mastitis bovina (…), entre otras parasitosi­s”.

Se aclara que el país no dispone de una infraestru­ctura como la que se propone, pero sí cuenta con recursos humanos altamente calificado­s para llevar adelante este emprendimi­ento y que el instituto generará puestos de trabajo.

En el sistema nacional existen hoy unos 1.700 investigad­ores, de los cuales cerca de 850 son del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (Pedeciba). El nuevo instituto, dicen sus impulsores, también sería una oportunida­d para formar más investigad­ores en Uruguay. El tiempo dirá si este impulso llega a buen puerto o si, como tantos otros proyectos en este país, el Instituto de Investigac­ión en Vacunas muere antes de nacer.

 ?? ?? ACADEMIA. En el sistema nacional, en la actualidad, hay 1.700 investigad­ores. El nuevo instituto sería otra oportunida­d de formación.
ACADEMIA. En el sistema nacional, en la actualidad, hay 1.700 investigad­ores. El nuevo instituto sería otra oportunida­d de formación.
 ?? ?? DOSIS. La idea de crear un instituto que fabrique vacunas nacionales está en carpeta y ya hubo contactos de posibles inversores.
DOSIS. La idea de crear un instituto que fabrique vacunas nacionales está en carpeta y ya hubo contactos de posibles inversores.
 ?? ??
 ?? ?? INMUNÓLOGO. Alejandro Chabalgoit­y es uno de los impulsores y dice que el instituto podría usar tecnología como el ARN mensajero.
INMUNÓLOGO. Alejandro Chabalgoit­y es uno de los impulsores y dice que el instituto podría usar tecnología como el ARN mensajero.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Uruguay