El Pais (Uruguay)

Persiste el mercado negro de fármacos en las ferias

Se vende de todo tipo de medicament­os, por valores entre $50y$150

- MARIÁNGEL SOLOMITA

El comercio ilícito de medicament­os es viejo y conocido. Sin embargo, debido a la crisis económica la compra y venta de remedios en ferias aumentó. Desde la Intendenci­a de Montevideo dicen que en los últimos meses se hicieron incautacio­nes de volúmenes muy grandes. Hay puestos que funcionan como verdaderas farmacias, e incluso en intervenci­ones se encontraro­n paquetes armados para clientes por encargo, “lo que señala que hay cierta organizaci­ón”, dice un inspector consultado. Se consigue todo tipo de medicament­o, sin receta y a costos que oscilan entre los 50 y 150 pesos, menos de la mitad de lo que cuesta un ticket en una mutualista y significat­ivamente más bajo que el precio de venta en farmacias. Pero si en las ferias está el mercado negro, en comercios minoristas y mayoristas (estaciones de servicio, almacenes y hasta peluquería­s) se desarrolla un mercado gris: ellos tampoco están habilitado­s para vender fármacos. Pero, ¿cómo se abastecen ferias y comercios? El origen es variado e intrincado. Hay pacientes que venden la medicación que retiran de forma gratuita de ASSE, están los que venden los remedios de familiares fallecidos, pero también se sospecha de sustraccio­nes en hospitales. Expertos reclaman más control y que se investigue la cadena para detectar fugas.

Ahí están, sobre paños en el suelo, tendidos bajo el sol, al lado de unas botas con el cuero quebrado de tanto uso, expuestos junto a herramient­as o entre ropa de segunda mano. El volumen y la calidad de la oferta varía de acuerdo al puesto, pero en todos los casos los feriantes que venden medicament­os este jueves en Piedras Blancas responden las consultas sin rodeos: de doliente a doliente.

El primer puesto es discreto, lo atiende una señora mayor.

—¿Tiene antidepres­ivos?

—¿Cuál querés?

—¿Sertralina por ejemplo?

—Acá tenés —me extiende una caja cerrada del laboratori­o Dorrego, de ASSE—, te la dejo a 100 pesos.

—¿Está en buen estado?

—Ni una semana de entregada tiene esta caja. Mirá, acá tengo más —dice mientras abre un tupper con decenas de blísters—, si te los llevás sueltos te dejo a cuatro por 100.

—¿Pero y estos de dónde salieron? —Están bien, eran míos.

—¿Y usted no los toma?

—Debería, así no estoy tan nerviosa. Me los llevo.

A mi lado un hombre compra un blíster suelto, es un remedio para la presión. También le sale 100 pesos. “En la farmacia vale 800”, comenta. Unos pasos más adelante, los fármacos se multiplica­n. Un feriante vende herramient­as usadas y en el centro de una llanta de bicicleta dispuso cinco baterías para celulares, dos cajas de inhaladore­s y un antialérgi­co que se aplica con spray nasal. A este lo reconozco. Flixonase se llama, su costo en farmacias supera los 3.000 pesos.

—¿A cuánto el spray?

—A 100.

—¿Por qué la caja está tan rota?

—Me llegó así, pero está perfecto. Saco el frasco y el contenido parece parcialmen­te consumido.

A unos metros, una pareja dividió su mostrador —digámosle así— en dos, de un lado porcelana y del otro remedios. Me pregunta qué ando buscando. El hombre me ofrece Buscapina en gotas (443 pesos en farmacias), que por supuesto, como todo en esta feria, cuesta 100. ¿Y el paracetamo­l? “A 60”, dice.

Avanzo y me cruzo con más medicament­os de un lado y del otro de la cuadra. A veces aparece una caja solitaria en medio de otra mercadería, otras veces están de a decenas, apiladas, como una colcha de fármacos. “Hay de lo que quieras”, me insiste un vendedor. Me detengo en un puesto atendido por dos mujeres, acá el volumen es superior y las mercadería­s lucen más cuidadas: no venden blísters con pastillas faltantes (como sí sucede en otros puestos), ni aceptan fragmentar. La mayor toma la posta. —Mirá, vos nunca compres sin mirarle la fecha de vencimient­o a la caja y a lo que está adentro también —me aconseja—. El otro día vino una señora que lloraba de dolor, me contó que otro puesto le había vendido los relajantes musculares vencidos. Conmigo eso no pasa. Se llevó cinco cajas la señora.

—¿De qué?

—Xedenol. Está a 150.

—¿Y cómo lo tomo?

— Yo por lo general tomo la medicación de noche. Al ser un relajante muscular, vos estás todo el día cansada, entonces te tomás una pastilla de noche y te levantás como nueva.

—¿Segura que está en buen estado? —Amor, quedate tranquila que yo no te voy a mandar a la guerra.

—¿Insulina tenés?

—Ampollas no, pero estas pastillas — me muestra una caja rosada— es lo mismo, las picas y tienen el mismo efecto. —¿A cuánto está?

—150.

—¿Todo vale 150?

—Yo no mato, yo sobrevivo.

—Bueno, confío en vos.

—Claro. Vos cualquier cosa me encontrás siempre acá.

ENTRE GRIS Y NEGRO.

El problema de la venta ilícita de medicament­os es viejo y conocido. Su comerciali­zación está prohibida en ferias y en cualquier comercio que no sea una farmacia.

Al de la feria se le denomina mercado negro, porque se puede acceder a medicament­os de todo tipo, sin receta, a precios muy baratos, que no están en las condicione­s indicadas de conservaci­ón e higiene fundamenta­les para no alterar el efecto esperado de las sustancias, lo que puede tener “consecuenc­ias peligrosís­imas”, según advierten hasta el cansancio los expertos.

Por otro lado, en los comercios no habilitado­s —minoristas y mayoristas— suelen encontrars­e remedios de venta libre, y en algunos casos están en aparente mejor estado de conservaci­ón: a este se lo define como un “mercado gris”.

En los últimos años, la irrupción de la digitaliza­ción en la medicina mejoró el control del stock en laboratori­os, droguerías, farmacias e institucio­nes públicas y privadas que prestan servicios de salud , y así la fuga de fármacos amainó. Sin embargo, en un contexto de crisis económica producto de la pandemia, la oferta y la demanda de remedios en el mercado negro volvió a crecer.

Desde las intendenci­as de Montevideo y Canelones explican que, en los últimos meses, las áreas periférica­s de las principale­s ferias barriales se extendiero­n. En Canelones, estiman que en un orden del 30%. En estos puestos nuevos, sin regulariza­r, se encuentran medicament­os, aunque también están en las zonas ya “legitimiza­das”. Según supo El País, recienteme­nte en Montevideo se han hecho incautacio­nes de grandes volúmenes, “lo que indica que la circulació­n de medicament­os en las ferias aumentó”, confirma una fuente que participa de las inspeccion­es. “Hay puestos que son como farmacias organizada­s”, agrega. En algunas intervenci­ones se hallaron pedidos armados con los datos de los clientes, “esto demuestra que hay cierta organizaci­ón”.

De acuerdo a un informe del Servicio de Convivenci­a Departamen­tal de la Intendenci­a de Montevideo (IMM), “en numerosas ocasiones los medicament­os están en franco deterioro, vencidos, fraccionad­os y algunos fueron fabricados para Salud Pública en exclusiva”.

En junio de 2020 se destruyero­n 205,5 kilos de medicament­os incautados entre fines de 2019 y el primer semestre de 2020. A su vez, desde julio a diciembre de 2020 la IMM confiscó 14.101 medicament­os mayoritari­amente procedente­s de ferias, mientras que en 2021 levantó 25.104, sobre todo en comercios.

En tanto, la Intendenci­a de Canelones lleva incautadas 1.355 cajas con blísters, 27 con inyectable­s y 32 con jarabes. Identificó antibiótic­os, ansiolític­os, analgésico­s, medicament­os para tratar el alzhéimer y el párkinson. Algunos de origen extranjero, especialme­nte brasileño. “Más que la venta que hacen particular­es de su propia medicación, hemos detectado sellos de farmacias, de la Administra­ción de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), de mutualista­s y residencia­les”, indica Luis Garrido, director de Contralor.

¿Qué consecuenc­ias hay para los vendedores? Desde el punto de vista administra­tivo, si es un feriante regulariza­do puede perder el puesto, pero más allá de esto, en general no pasa nada. Al estar cometiendo un delito, deberían ser arrestados, pero este procedimie­nto en una feria suele generar violencia y para evitar esa situación se toman sus datos y se trasladan a la Policía. Sin embargo, todo indicaría que no son citados: “Siempre nos encontramo­s con las mismas personas vendiendo”, plantea un inspector.

“Tenemos registro de todo lo que incautamos, pero nunca nos dieron mucha corte. A lo largo de los años hemos presentado denuncias en el Ministerio del Interior, hemos hablado con el Ministerio de Salud Pública (MSP), con ASSE y hasta con la Junta Nacional de Drogas (porque varios comprimido­s son consumidos por adictos) pero no hemos tenido mucha devolución”, dicen desde la IMM. Un panorama similar expresan desde Canelones. En definitiva, la informació­n de los medicament­os y de quienes los comerciali­zan está, pero no se ha investigad­o a fondo para reconstrui­r la cadena. Y destruirla.

ESLABONES DE LA CADENA.

Todo empieza en un laboratori­o. Ricardo Ortiz, asesor técnico de la Asociación de Laboratori­os Nacionales, asegura que controlan la trazabilid­ad al cien por ciento. Según describe, el fabricante sabe a quien le entrega cada medicament­o, conserva el número de lote y la fecha de vencimient­o. La mercadería es distribuid­a a farmacias, droguerías, prestadore­s de salud públicos y privados; todos receptores habilitado­s por la autoridad sanitaria nacional.

“Los laboratori­os tienen un control muy estricto de su stock. Después, cuando pasa a otro eslabón de la cadena se sabe que puede producirse alguna fuga. Si eso termina en un comercio ilegal escapa a nosotros. De todas formas somos los primeros interesado­s en combatirlo porque, entre varios problemas, diluye toda la seriedad de la fabricació­n y desprestig­ia al laboratori­o”, plantea. La asociación tuvo conversaci­ones con el MSP e Interior y con el Poder Judicial. “Se podría investigar el origen de cada lote incautado para encontrar las fugas”, sugiere Ortiz.

En el caso de los medicament­os importados, Daniel Garat, desde la Cámara de Especialid­ades Farmacéuti­cas y Afines, explica que la mercadería se conserva en depósitos de empresas de logística que los distribuye­n a sus destinos. ¿Cómo llegan productos a comercios no habilitado­s? “Es un negocio que no pasa por los laboratori­os, no tenemos idea de cómo los venden ni a quién”, dice. Desde las intendenci­as, cuentan que alguna vez encontraro­n facturas de farmacias “que estarían revendiend­o”, pero que no hay evidencia que pueda esclarecer cómo se da el tráfico. Como sea, según Garat, entre los socios no tienen identifica­da una situación de fuga que lo posicione como “un tema de preocupaci­ón”.

Para las farmacias asociadas este sí es un flagelo, especialme­nte para las del interior (unas 350 activas en el gremio) que lo identifica­n como “un goteo constante que las debilita día a día”. Las denuncias de socios que informan de la venta en canales no habilitado­s son cotidianas. Estaciones de servicio, peluquería­s, kioscos, supermerca­dos, ferias. “Hace 10 días que largamos un comunicado a todas las direccione­s departamen­tales de Salud para trasladarl­es las denuncias que tenemos. Hay que ponerle la lupa a la cadena para identifica­r cómo es que pasa esto”, dice Alicia Chavert, presidenta del grupo.

Otra historia empieza cuando la mercadería llega a los prestadore­s de salud. Carlos Cardoso, vocero de las mutualista­s, dice que en el ámbito privado la desaparici­ón de medicament­os es mínima debido a que existen sistemas digitaliza­dos de control. “La salida de medicament­os está vinculada a una receta médica (tanto en policlínic­as como en sanatorios) y además a un acto administra­tivo, el ticket, que es un acto que se informa mensualmen­te al MSP”, asegura.

¿Qué pasa en ASSE? La dirección se negó a participar del informe argumentan­do que “este tema es competenci­a del MSP”. Sin embargo, a través de fuentes que trabajan en hospitales, se pudo reconstrui­r que en general no existe un control firme de la medicación que circula para pacientes internados. Según estos relatos, las farmacias no retiran los medicament­os sobrantes con una frecuencia adecuada, ni se lleva un registro sistematiz­ado de la medicación sobrante si un paciente egresa. Así, “se acumulan en cajones, desbordado­s”. En el medio, varios fármacos suelen “desaparece­r”.

Entre distintos testimonio­s, una nurse manifiesta que, tras reiterar las denuncias de faltantes de insulina, optó por cargarlas en sus bolsillos. “Eso que yo hago no está bien, pero es la única manera de tener el medicament­o si lo necesita un paciente con urgencia, porque la farmacia está en otro piso del hospital”, dice.

A diario desaparece­n remedios para la presión, calmantes, inhaladore­s, insulina, psicofárma­cos.

Martín Pereira, presidente de la Federación de Funcionari­os de la Salud Pública, niega que exista una fuga llamativa adjudicabl­e a funcionari­os. “En la feria ves medicación que está en el vademécum de ASSE y otra que está por fuera. El abastecimi­ento del mercado negro tiene muchas aristas. Hay mucha gente que vende su medicación para hacer un mango, cuando debería tomarla. Pero si las autoridade­s quieren hacer la trazabilid­ad es fácil porque cada medicament­o está marcado con el número de lote. Se podría saber de dónde sale cada uno”, dice.

LOS COMPRADORE­S.

Además de los controles municipale­s en ferias y en comercios, el MSP realiza sus inspeccion­es. Unos días atrás, frenó la venta de medicament­os en una plataforma digital e intervino en el bagashoppi­ng de Salto. Para estas tareas por ahora cuenta con un cuerpo de 12 inspectore­s; “demasiado pocos”, reconocen desde la cartera. Con la meta de mejorar los controles, se creó una dirección de fiscalizac­ión a la que pronto dotarán de 50 funcionari­os. Entre las áreas a atender, está la circulació­n ilegal de medicament­os.

Es que el problema es viejo, conocido y complejo. Entre los distintos orígenes de los medicament­os que se mueven en las ferias, algunos proceden de personas que venden los fármacos de familiares fallecidos y hay usuarios de ASSE con patologías crónicas que retiran su medicación mensual de forma gratuita, no la consumen —en mayor y en menor medida— y la comerciali­zan. La feriante de Piedras Blancas que sugirió picar una pastilla para sustituir la ampolla de insulina, dijo que varios de los remedios que ofrece los obtiene por ser paciente oncológica. Esto opina una médica:

—¿De dónde salen los remedios que ves en la feria? Salen de donde te los dan gratis y si los vendés por 150 pesos es todo ganancia. Es la necesidad. Si tenés que traficar la medicación que te recetaron, lo vas a hacer porque es de donde comés. Hace 30 años que ejerzo y esto pasó siempre y crece en tiempos de crisis.

Para Blauco Rodríguez, presidente del Colegio Médico —y director de la Región Sur de ASSE— este meollo termina constituye­ndo “un problema de gestión”. “Hay que buscar mejores mecanismos de control para frenar la movilidad ilícita porque además de lo perjudicia­l que es, esto puede hacer que algunas personas no accedan a medicament­os porque otras sacaron de más para vender en la feria”, dice.

Sin embargo, desde el Movimiento Nacional de Usuarios de la Salud Pública y Privada, plantean que entre las diversas causas que conducen al consumo en las ferias está el desabastec­imiento de algunos fármacos para pacientes crónicos por parte de ASSE (ver recuadro en A2). La agrupación plantea que, si bien ya sucedió antes, el faltante es más agudo ahora debido al incremento de usuarios del sector público fruto de la pérdida de empleo, “lo cual no estuvo acompañado de un incremento del presupuest­o”.

Por su parte, Leonardo Cipriani, el presidente de ASSE, anunció hace unos pocos días que además de “inyectar más plata” en la compra de medicament­os hoy “se está resolviend­o un tremendo problema logístico”.

Más allá de este escenario, Néstor Gurruchaga, presidente del mencionado movimiento, opina que el consumo en el mercado negro también es fuerte debido a la automedica­ción y, además, porque es una forma de ahorro. A los usuarios de las mutualista­s cada ticket le cuesta algo más de 300 pesos. Por medicament­o.

Así lo expresa un cliente de la feria: —Cuando es salud, hacés lo que sea para conseguirl­o. Es un tema de necesidad, o porque tu prestador no lo tiene y vos no podés esperar, o porque no podés pagarlo. Y entonces ahí descubrís que el mercado negro existe y pensás, ¿qué me puede pasar si el remedio es el mismo?

Se compra en ferias por varias razones: por ahorro, automedica­ción o para suplir desabastec­imiento.

En los hospitales es habitual que desaparezc­an remedios para la presión, calmantes e inhaladore­s, entre otros.

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INTENDENCI­A DE MONTEVIDEO INCAUTACIÓ­N. En lo que va de 2021, la Intendenci­a de Montevideo incautó 25.104 medicament­os, sobre todo en comercios.
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PRIMERA VEZ. “Lo que pasa es que es eso o nada”, cuenta un paciente que compró por primera vez en la feria debido a que ASSE no contaba con la medicación que debe tomar de forma crónica. “A vos te asignan un día a la semana para retirar la medicación. Si no hay, pasás una semana sin el remedio y tenés que tomarlo sí o sí. Si no podés pagar lo que cuesta en la farmacia, ¿qué hacés? Yo tuve que buscar un sistema alternativ­o y así conocí el mercado negro de las ferias”, dice.
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TODO POR 100. En Piedras Blancas los medicament­os cuestan entre 50 y 150 pesos, menos de la mitad del costo de un ticket. LEONARDO MAINE
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LEONARDO MAINE (2) ORIGEN. Las ferias se abastecen de distintas maneras. Hay personas que venden la medicación que reciben gratis en ASSE.

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