Irak convoca a comicios entre la corrupción y riesgo de escalada
Régimen aceptó elecciones parlamentarias tras protestas sin precedentes
Marcado por la guerra, Irak celebra elecciones parlamentarias anticipadas el 10 de octubre, unos comicios que el gobierno prometió tras un movimiento de protestas sin precedentes, en un país hundido en la corrupción y la crisis económica.
Irak viene saliendo de casi dos décadas de conflicto e insurgencia desde la invasión de 2003 encabezada por Estados Unidos que depuso al dictador Sadam Husein.
Aunque la seguridad ha mejorado los últimos años, las elecciones amenazan con traer más volatilidad al país, golpeado por los atentados del grupo Estado Islámico (EI) y por asesinatos políticos. En este contexto, se teme una baja participación entre los 25 millones de electores, muchos de los cuales están desencantados y ven a la clase política como inepta y corrupta.
Pese a ser un gran productor petrolero, Irak está cerca de quedar “económica e ideológicamente en bancarrota”, considera Renad Mansour de Chatham House, en Londres. El sistema político es “incapaz de (...) aportar suficientes empleos o servicios”, agrega.
Según cifras de la ONU, casi un tercio de los cerca de 40 millones de iraquíes viven en la pobreza, y la pandemia y la caída de los precios del petróleo el año pasado agravaron la prolongada crisis. “El país aun está inmerso en la corrupción, que afecta a todas las instituciones”, afirma el analista iraquí Ishan al Shammari.
El primer ministro Mustafa al Kazimi, quien asumió el cargo en mayo de 2020, adelantó las votación programada para 2022 como una de las pocas concesiones al movimiento de protesta antigubernamental encabezado por jóvenes hace dos años.
Decenas de miles de iraquíes salieron a la calle contra la corrupción, el desempleo y el mal estado de los servicios públicos, pero sus protestas terminaron tras ser golpeadas por una ola de violencia y la pandemia del covid-19.
Pocos observadores se atreven a decir si Kazimi podrá seguir al frente del gobierno después de las discusiones que suelen darse tras una votación en Irak.
RIESGO DE ESCALADA. Desde la caída del régimen sunita de Sadam, la política iraquí ha estado dominada por facciones que representan a la mayoría chiita.
Pero las divisiones son cada vez más evidentes, incluso en sus actitudes con el poderoso vecino sunita, Irán, que compite con Estados Unidos por la influencia sobre Irak.
De los 329 escaños del Parlamento, el mayor bloque es el del líder chiita Moqtada Sadr, un exdirigente miliciano opuesto a todo tipo de influencia externa en Irak. Las facciones proiraníes más poderosas son las del bloque ligado a Hashed al Shaabi, que incluye a grupos paramilitares y ayudó a derrotar al EI.
El EI llegó a controlar un tercio de Irak antes de perder su autoproclamado califato a caballo con la vecina Siria a fines de 2017.
Los Hashed fueron integrados al aparato estatal de seguridad iraquí, y muchas de sus figuras fueron electas al parlamento en 2018.
El politólogo Fadel Abou Raghif advirtió del “peligro del deterioro en la seguridad después del anuncio de los resultados” de las elecciones, teniendo en cuenta que la mayoría de bandos políticos están vinculado a grupos armados.
Las elecciones amenazan con traer más volatilidad al país, según analistas.