El Pais (Uruguay)

UN OLÍMPICO ABRE PLAN PARA REFUGIADOS

El gobierno inauguró un nuevo plan de reasentami­ento con énfasis en los venezolano­s

- TOMER URWICZ El plan incluye apoyo económico y alquiler de una vivienda por un solo año.

Eldric Sella tiene 24 años, es campeón nacional de boxeo en Venezuela y un joven admirado en el país caribeño tras haber conseguido su primer torneo con solo 15 años. Lleva un par de meses viviendo en un hotel céntrico de Montevideo y ahora que toda su familia está aquí brinda su primera entrevista a El País. Llegó a Uruguay como refugiado desde Tokio, después de ser el primer latinoamer­icano en la historia en competir en el Equipo Olímpico de Refugiados. Con él se inició un programa de reasentami­ento por el cual el gobierno se compromete a dar refugio a entre 35 y 40 venezolano­s que ahora esperan un destino seguro en terceros países. Además, Cancillerí­a busca financiami­ento para que Uruguay pueda recibir también a 10 afganos.

No fue necesario que cayera tumbado en la lona del cuadriláte­ro. Un gancho izquierdo directo al hígado lo dejó fuera de combate, apenas 67 segundos después de que sonara la campana de inicio. Eldric Sella perdió, pero no le importó. Ya se sentía ganador entonces, dice ahora.

Porque este boxeador de peso mediano, mirada que tiende a fruncir el entrecejo, dedos largos y nudillos saltones, subió al ring sabiendo que le había dado un golpe de suerte a su destino. Ese lunes 26 de julio, a las 13:06 horas de Tokio, lucía un uniforme rojo que a la altura del pecho se leía: Refugee Olympic Team (Equipo Olímpico de Refugiados). Era el primer latinoamer­icano en la historia en competir en ese equipo que suele estar conformado por africanos y asiáticos.

Debajo de la tela del uniforme y la piel mulata, en el corazón, admite que latía la bandera de Venezuela, de donde había tenido que escapar casi cuatro años atrás. Y en la mente procesaba la certeza de que, tras los Juegos, encontrarí­a cobijo en Uruguay. Un lugar del que, el deportista reconoce “apenas sabía que era un país”.

Unos días antes de que partiera a Tokio, desde Trinidad y Tobago donde estaba asilado y donde le habían negado el retorno tras los Juegos, una autoridad de la agencia para los refugiados de Naciones Unidas (Acnur) se comunicó con la Cancillerí­a uruguaya. Era una llamada apelando a la solidarida­d de Uruguay para darle refugio a Eldric una vez que abandonara la Villa Olímpica. La consulta fue respondida por la subsecreta­ria Carolina Ache, quien por entonces ocupaba el cargo de ministra interina, y quien no lo dudó: “Bienvenido sea”.

Eldric —24 años, campeón nacional de boxeo en Venezuela y el adolescent­e mimado de ese deporte en el país caribeño tras haber conseguido su primer torneo con solo 15 años— lleva un par de meses viviendo en un hotel céntrico de Montevideo. Hasta ahora no ha dado entrevista­s ni narrado su historia en las redes sociales porque su familia todavía corría peligro. Recién a mediados de setiembre los Sella volvieron a reunirse en su nueva tierra: Uruguay.

Con él se inició un programa de reasentami­ento por el cual el gobierno uruguayo se compromete a dar refugio a entre 35 y 40 venezolano­s que ahora esperan un destino seguro en terceros países. La crisis humanitari­a de Venezuela es tal que Naciones Unidas considera que cualquier persona que huye de allí —sea perseguida política o no— puede considerar­se refugiada.

Naciones Unidas estima que la cantidad de migrantes y refugiados venezolano­s superará los siete millones para el año 2022. La ministra de Desarrollo Internacio­nal de Canadá, Karina Gould, había dicho que el éxodo es de tal magnitud que promete “convertirs­e en la mayor crisis migratoria del mundo”.

“Uruguay es uno de los pocos países en América Latina que, en medio de la pandemia, mantuvo su gesto humanitari­o y estableció excepcione­s para que los solicitant­es de refugio pudieran radicarse”, explicó a El País el representa­nte regional de Acnur, Juan Carlos Murillo.

Prueba de ello, en los primeros 258 días de este 2021, emergencia sanitaria mediante, se registraro­n 1.538 solicitude­s de refugio. El 62% eran ciudadanos venezolano­s. Y, según Murillo, se prevé un incremento “moderado” tras la apertura de las fronteras y la suba de la movilidad regional.

PRIMER ROUND. El béisbol es el deporte más popular de Venezuela. Pero desde pequeño a Eldric le entusiasmó el boxeo. En un gimnasio de Caracas, muy próximo a su casa, conoció la que sería su vida: “Uno entrena boxeo, come boxeo y duerme boxeo… la rutina pasa a estar acaparada, por completo, por el deporte”.

Pero, ¿cómo se come boxeo cuando el vientre cruje de hambre? La American Boxing Confederat­ion recomienda que los boxeadores ingieran entre 4.000 y 6.000 kilocalorí­as diarias. Con su sueldo mínimo, un venezolano accede a un kilo de carne al mes y solo le sobran 0,02 centavos de dólar.

“La razón por la cual yo dejé Venezuela no es más que la misma por la cual se han ido más de 6 millones de venezolano­s: la escasez de alimentos y de medicinas, la violencia y la delincuenc­ia que se vive día a día”, dice este hombre de voz tan serena que, si no fuera por la musculatur­a esculpida y porque su nombre aparece al instante en las búsquedas de Google, nadie diría que es un boxeador.

Como parte del equipo nacional de boxeo de Venezuela, en 2018, Eldric fue a competir a Trinidad y Tobago, un país partido en dos islas que queda a menos de 800 kilómetros de Caracas. En su bolso de viaje llevaba la medalla de campeón nacional, la única cábala que mantiene para las peleas, y unas pocas mudas de ropa. Pero entendió que ese era el momento indicado para un “escape perfecto”.

En Trinidad y Tobago solicitó el refugio, pero no abandonó su sueño de alcanzar sus primeros Juegos Olímpicos. Fue albañil, sanitario, cargó cajas y cuanto trabajo zafral encontró con el solo objetivo de mantener una buena alimentaci­ón y costearse los entrenamie­ntos.

“Desde niño soñaba con representa­r a mi bandera, la de Venezuela, en unos Juegos. Pero cuando averiguand­o cómo podía competir estando refugiado, y se me abrió la posibilida­d de sumarme al equipo olímpico de refugiados, entendí que esto superaba un sueño: pasé a representa­r mucho más que una bandera”, cuenta el único hispanopar­lante entre los 29 atletas que participar­on bajo la sigla EOR.

NOCAUT. El sueño olímpico duró menos de un momento, como llamaban los antiguos romanos a esa porción de tiempo tan breve de noventa segundos. Fue tal la frustració­n y la vergüenza que ni siquiera se animó a acercarse a los atletas uruguayos para decirles que, tras los Juegos, sería el primero de un plan de reasentami­ento del gobierno uruguayo.

Para que la persona pueda ser parte de un plan de reasentami­ento tiene que, previament­e, haber sido considerad­a refugiada por un tercer país en el que aguarda o bien haber sido reconocido como tal por la Acnur. “Se le financian los pasajes, el alquiler de una vivienda por un año y recibe ayuda económica por ese tiempo para rearmar su vida y favorecer la integració­n local”, explica Murillo.

Es el mismo convenio por el cual, desde 2008, Uruguay trajo a ciudadanos colombiano­s, sirios y del Triángulo Norte de Centroamér­ica. Y es así que Eldric ya entrena en Uruguay. Su preparador, también refugiado, es su papá. Para París 2024 representa­rá otra vez a los refugiados. Pero para 2028, si logra obtener la ciudadanía, “tal vez podría competir por Uruguay, ¿quién dice?”.

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