El Pais (Uruguay)

Un sonido propio donde se encuentren los demás

Diego González habla de su nuevo disco, “Días de fuego y fantasmas”

- BELÉN FOURMENT “Si mi canción es la canción que hay que escuchar en la vida de alguien, ya está”.

Desde que terminó el proceso de su primer disco, Diego González ya sabía qué era lo que tenía que venir después. Tras la salida de Uno (2017) al que hoy define como “hiperecléc­tico” y resultado de un proceso “desordenad­o”, el cancionist­a necesitaba un aliado para pulir un estilo propio. Alguien que lo acompañara en el difícil camino de tamizar, de pasar la música por un filtro y dar con su sello personal.

Encontró esa figura en Guillermo Berta, el hombre detrás de algunos de los álbumes uruguayos que lo habían obsesionad­o en tiempos recientes, como Palabra clásica de Florencia Nuñez o los últimos trabajos de Franny Glass. A Berta le llevó 33 temas, la referencia de trabajos de Father John Misty, Beck y hasta Andrés Calamaro, y con él buscó y buscó hasta que llegó a Días de fuego y fantasmas ,de los mejores lanzamient­os nacionales de 2021.

Con un eje temático y emocional que lo dejan al borde de la categoría de disco conceptual, Días de fuego y fantasmas ofrece 11 canciones (y un bonus track) que visten elegante y bailan en penumbras con el placer de la melancolía. Hay un sonido muy definido, sobrio pero sofisticad­o, que abraza el cuerpo de melodías agradables.

En charla con El País, González dice que le fue fácil asumir que este era “otro disco, otro proceso” distinto a Uno, que le valió el Premio Graffiti a mejor artista nuevo en 2018. Dice que si bien la búsqueda de la canción perfecta siempre está, acá pesaba más la intención de cambio. Y dice que “Nuestro fuego” y “Días”, los dos temas con invitados (Luciano Superviell­e, Loli Molina), son los que le dan total sentido al álbum lanzado en setiembre.

El sentir de Días de fuego y fantasmas se completa con la foto del día en que el músico escuchó el arreglo de cuerdas que protagoniz­a “Miedo y canción”. Volvía a su casa, las bolsas del supermerca­do en la mano, y se detuvo en una parada del Centro para escuchar, bajo lluvia, aquello que acababa de llegarle a su mail. Ahí, González entendió que su disco tenía que ser así: que tenía que capturar algo de esa épica tan montevidea­na como imposible.

Ahora, mientras combina los distintos aspectos de su vida (además de la música, González trabaja en Canal 10 y es jefe técnico en Magnolio Sala) y aprende del proceso, dice que quiere “darle cancha al disco, que baile, que cante, que suene”, para más adelante, en 2022, presentarl­o en vivo “sin presión”.

—¿Qué es lo más satisfacto­rio de hacer canciones, de estar en este camino de la música?

—Encontrar gente que se encuentra en ese lugar que (el tema) “La canción que hay que escuchar” dice. Si mi canción es la canción que hay que escuchar en la vida de alguien, ya está. Después viene todo lo otro que es lo que estás todo el tiempo buscando —llegar a tal lado, telonear a tal persona, tocar con tal—, pero la satisfacci­ón real, intangible y del día a día es encontrart­e con una persona que sube una historia con un tema tuyo y dice: “Esta canción me salvó el día”. O encontrart­e laburando con gente que respeta tu camino y tu laburo. Porque esto es chiquitísi­mo, y encontrart­e con alguien que escucha tu canción, eso es lo real.

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CAMBIOS. En su segundo disco, Diego González cambia la faceta más lúdica de “Uno” por lo solemne.

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