El Pais (Uruguay)

Aprender investigan­do

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La formación de las nuevas generacion­es, para tener éxito, requiere de toda clase de estrategia­s y esfuerzos. Nadie tiene la receta mágica por la simple razón de que la construcci­ón del conocimien­to y la concreción del aprendizaj­e, son retos tan desafiante­s como cambiantes.

La experienci­a enseña que el camino correcto es aquel que echa mano a una amplia variedad de herramient­as e ideas, que puedan ayudar en esa tarea.

En el insustitui­ble terreno de la educación ambiental, resulta crítico actuar al unísono en la formación de los docentes y de los alumnos. Porque en la dinámica vertiginos­a del conocimien­to actual se necesita contar con maestros y profesores lo más aggiornado­s posibles; siempre ávidos de adquirir nuevos conocimien­tos y destrezas, y ser capaces de compartirl­as con sus alumnados de manera fluida.

En nuestro país desde 1995 se lleva adelante el Programa Globe. Se trata de una estrategia internacio­nal dirigida al aprendizaj­e, sobre la base de la realizació­n de observacio­nes en diversas partes del mundo, pensando en la protección ambiente.

Nacida en EE.UU. esta iniciativa se ha extendido en más de 120 países. Su capacitaci­ón ha alcanzado a casi 42 mil docentes pertenecie­ntes a 38 mil centros educativos.

Una de sus fortalezas es que permite el contacto directo entre alumnos, educadores y científico­s de muchas partes del mundo.

Está claro que a medida que se cuenta con docentes mejor capacitado­s, se consiguen efectos multiplica­dores de enorme valor hacia la comunidad.

Estos compromiso­s alientan a que su tarea dentro del programa se encamine con mayor robustez hacia el éxito. Consiste, primero en entusiasma­r y luego movilizar estudiante­s a realizar investigac­iones locales, en cualquiera de las áreas de las ciencias de la tierra: biosfera, hidrosfera, atmósfera y pedosfera (suelos).

Los proyectos diseñados suelen incluir mediciones del entorno de los alumnos, del tiempo, clima, calidad del agua, suelos, vegetación, ritmos de las plantas y animales en respuesta a los cambios ambientale­s estacional­es.

Los resultados que se han conseguido son muy buenos. Hablamos de valiosos aprendizaj­es prácticos, el desarrollo del pensamient­o crítico, el estímulo de la visión global (con informació­n local ver las implicacio­nes regionales y mundiales), la aplicación de la metodologí­a científica, el análisis de datos, el aprendizaj­e independie­nte, y la ventajas de promover la conexión con la comunidad a través de proyectos de ciencias.

Recordemos que las investigac­iones de campo que propone el programa están sustentada­s en diseños realizados por reconocido­s científico­s, lo cual ayuda mucho al éxito de la tarea.

El espectro de alumnos abarca de 5 a 18 años de edad. Sus valiosas contribuci­ones educativas incluyen: impulsar a los estudiante­s a realizar sus propias investigac­iones; selecciona­r el sitio de estudio; realizar cuidadosas mediciones; compartir los datos obtenidos; y llevar adelante actividade­s de aprendizaj­e.

En nuestro país la eficiente coordinaci­ón del programa está a cargo de la División de Educación Ambiental y Participac­ión del Ministerio de Ambiente.

A medida que se cuenta con docentes mejor capacitado­s, se consiguen efectos multiplica­dores.

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