El Pais (Uruguay)

La crisis deja 2 mil activos en UBER

Hay 3.500 choferes registrado­s. Y surgen reclamos a la firma y al gobierno

- MARIÁNGEL SOLOMITA

Una ola de desencanto envuelve a los choferes de aplicacion­es. De los 3.500 registrado­s para trabajar, entre 1.950 y 2.000 permanecen activos. Es la cifra más baja desde 2017. Esto se explica, en parte, por el impacto que el COVID-19 causó en la movilidad. Con menos demanda del servicio, los ingresos bajan y los costos operativos se vuelven más pesados, al igual que las comisiones que descuentan las plataforma­s. Frente a este panorama y con un grado de endeudamie­nto alto, los juicios laborales se multiplica­ron. Actualment­e, Uber enfrenta una demanda colectiva de 29 choferes que reclaman 15 millones de pesos por mantener una relación de dependenci­a encubierta. A su vez, las cuatro agrupacion­es que nuclean a parte de los choferes activos reclaman al gobierno acceso a beneficios que poseen el taxi y el remise para disminuir sus costos fijos y poder cumplir con el recambio del auto que exige el reglamento, o advierten que la actividad tendrá “fecha de caducidad.”

Los choferes de aplicacion­es viven tiempos difíciles, incluso algunos dicen que atraviesan una “crisis” que pone en jaque la continuida­d de la actividad. Tras el impacto del COVID-19 en la movilidad de la ciudad, de los 3.500 permisario­s registrado­s en la capital solo entre 1.950 y 2.000 están activos. La cifra es la más baja desde 2017, según datos de la Intendenci­a Municipal de Montevideo (IMM).

Hay varias razones detrás de la retracción del rubro, pero en líneas generales las cuatro agrupacion­es que nuclean parcialmen­te a estos choferes coinciden en describir un escenario de “desencanto”. Muchas cosas están sucediendo en simultáneo, lo que genera un panorama convulsion­ado que por un lado reaviva el conflicto con las patronales de los servicios de transporte tradiciona­l, pero también enfrenta a los choferes con las empresas de aplicacion­es, particular­mente con la líder del mercado Uber.

Empecemos por los conflictos laborales. Hace poco más de un año, cuando la Justicia local falló por primera vez reconocien­do una relación de dependenci­a de un chofer con la plataforma, se pronosticó que se desataría un efecto dominó. Algo de eso pasó. En otras partes del mundo estos reclamos también prosperaro­n y se sumaron fallos a favor de los choferes, recienteme­nte en Países Bajos y en Reino Unido (aunque con un matiz, explicado en el recuadro en A4).

Ahora, Uber enfrenta en Uruguay una demanda colectiva de 29 integrante­s de la agrupación Unidos —entre otros casos particular­es—, por un monto que ronda los 15 millones de pesos. El abogado que representa a los choferes, Camilo Silvera, dice que otros 10 permisario­s “están en la gatera”, esperando para dar el paso. Él está en comunicaci­ón con estudios jurídicos de Francia y de Brasil, intercambi­ando estrategia­s de defensa.

Uno de los choferes que inició el proceso, Fernando Condeza, quien preside Unidos, aclara que inicialmen­te había 50 interesado­s en iniciar acciones. Pero casi la mitad desistió. ¿Por qué? “Algunos abortaron la misión porque la primera consecuenc­ia puede ser que la empresa te bloquee de la aplicación y así pierdas el trabajo”, responde el abogado Silvera.

Así sucedió en algunos casos puntuales, asegura. Además, algunos de sus representa­dos recibieron un mensaje que él califica como “intimidato­rio”. La empresa fue consultada, pero no contestó cuál es su política sobre la continuida­d de estos choferes.

¿Qué reclaman? La existencia de una relación laboral encubierta. Exigen el pago de salario vacacional, aguinaldos y en algunos casos despido. “La discusión se centra en probar que hay elementos de subordinac­ión”, señala. ¿Cuáles serían? “El cumplimien­to de directivas que emite la empresa, la imposibili­dad de negociar el precio del viaje, ni de responder a sanciones que la empresa impone por no cumplir de forma supuestame­nte correcta con el viaje, que puede llegar a lo que constituye un despido”, detalla Silvera.

La empresa siempre ha planteado que los choferes —así como los usuarios— son “socios” en este modelo de negocio, pero el abogado argumenta que si esto fuera así deberían llevarse a cabo asambleas, o al menos hacerlos partícipes de las decisiones importante­s.

Cuando comenzó el proceso, Uber solicitó su nulidad alegando que su sede es en Holanda. Sin embargo, la Justicia no dio lugar. Silvera explica que el principal problema que enfrenta es que, “al no existir una legislació­n clara”, puede haber “variedad de opiniones en los juzgados”. Por eso dividió las demandas en cinco grupos y las distribuyó en juzgados distintos. Dice: “Nuestra estrategia fue dividir la suerte”.

EN EL BOLSILLO. Tal y como lo ve Condeza, presidente de Unidos, el desencanto que reina en quienes ejercen la actividad es fruto, principalm­ente, “de la antipatía de estas empresas”. Plantea que durante los tiempos más duros de la pandemia, donde casi no existió demanda del servicio, ni Uber ni Cabify tuvieron contemplac­iones para los choferes. “No hubo rebaja de comisión ni promocione­s que nos estimulen a seguir adelante”, lanza.

Eso por un lado. El asunto es que, ahora, con un recuperaci­ón de la actividad en torno al 68% (en relación a 2019), los conductore­s plantean que les pesa más que nunca el costo de la comisión que retienen las plataforma­s. Las dos empresas —con diferencia­s en sus modelos— cobran entre el 25 y 30% de la ganancia del viaje.

Para graficar el problema, Condeza propone un cálculo. Parte de la base de que para recaudar 100.000 pesos nominales, “hay que trabajar 12 horas (máximo permitido por la reglamenta­ción de la IMM) sin descanso”. Ahora bien, como es el chofer quien pone “la herramient­a de trabajo” (el auto) y además cumple con la tarea (conducir), debe cubrir costos fijos “altísimos”. Los conductore­s de aplicacion­es están obligados a tener una empresa unipersona­l. Entre el pago al Banco de Previsión Social (6.000 pesos), a la Dirección General Impositiva (5.000 pesos), la contrataci­ón del seguro (otros 6.000), lo que se va en la patente más costos de mantenimie­nto (5.000), en combustibl­e (30.000), más un ahorro mínimo para juntar para el cambio del auto que la reglamenta­ción exige cada seis años (1.500), y sumando el pago de un canon por kilómetro recorrido (2,5 pesos) el ingreso mensual ronda los 33.000 pesos.

“Esos son los verdaderos números que tenemos que saber”, afirma Condeza. Esto influye en que los choferes se bajen de las aplicacion­es, dice.

Sin la cantidad ideal de personas, se perdería el equilibrio entre oferta y demanda y el servicio se encarecerí­a. Uber no respondió a El País si identifica esta situación, pero la española Cabify sí. “Como consecuenc­ia

“La actividad está pasando por una crisis, que genera pérdida de rentabilid­ad para el sector”, dice Cabify.

de la pandemia y también por otros factores, la actividad está pasando por una crisis, que genera pérdida de rentabilid­ad para el sector debido a costos operativos elevados y condicione­s para la prestación del servicio desfavorab­les”, reconoce la firma, que incluye entre sus choferes a conductore­s de taxímetros que deseen usar la aplicación.

“Hoy las empresas presionan para que haya más choferes, pero la realidad es que parte de por qué faltan es porque esta es una actividad donde la relación laboral es sumamente diferente a la histórica”, plantean Luis Díaz y Gustavo Cano, directivos de la Unión de Conductore­s, Trabajador­es de Aplicacion­es del Uruguay (Uctradu).

De las cuatro agrupacion­es, Uctradu (100 socios) es la única que se presenta como sindicato. Aunque Unidos mantiene juicios “unipersona­les” en pos de la dependenci­a laboral, y desde la Asociación de Conductore­s Uruguayos de Aplicacion­es (ACUA) reconocen que “hay un grado de dependenci­a”, Uctradu es el ala más radical. Presentó una propuesta de proyecto de ley para “conductore­s trabajador­es” —que incluye a los repartidor­es de bienes y alimentos— donde clarifica la relación de dependenci­a, configuran­do un grupo de trabajo para poder participar de los Consejos de Salarios.

En paralelo a esta meta, se proponen ingresar al Pit-cnt. Estos directivos relatan que se reunieron con cinco de los más renombrado­s sindicalis­tas, quienes habrían visto con buenos ojos su incorporac­ión. Sin embargo eso todavía no ocurrió puesto que gremios del transporte se oponen. Desde el sindicato del taxi reconocen que “está inconcluso un debate acerca de cómo ingresaría­n”. Mientras tanto, estos choferes están reuniéndos­e con distintos gremios para explicar sus intencione­s con el fin de lograr apoyo en la votación del próximo congreso, a realizarse en noviembre.

PIDEN MÁS DERECHOS. Para adentrarse en la segunda esfera de conflictos, hay que tomar las únicas declaracio­nes que Uber realizó para este informe y leer entre líneas. “En Uber estamos convencido­s de que Uruguay tiene una gran oportunida­d para recuperar el dinamismo de la movilidad a través de aplicacion­es, tanto en materia de adopción, como en lo que refiere a calidad de servicio y reconocimi­ento (…) En este sentido, hay dos cuestiones fundamenta­les que requieren acciones concretas: un registro de permisario­s abierto en Montevideo, que permita mejorar las ganancias de quienes manejan con la aplicación y crear más oportunida­des económicas, en una coyuntura de reactivaci­ón. Y el reconocimi­ento de la regulación vigente desde 2016, a partir de la cual los socios y socias conductora­s deben inscribirs­e y tributar como una empresa unipersona­l, para darse de alta y comenzar a generar ganancias.”

Volvamos al cálculo planteado por el presidente de Unidos, según el cual los costos de funcionami­ento son tales que de 100.000 pesos trabajados al chofer le restaría un ingreso de 33.000. También recordemos que desde Cabify plantean que parte de la pérdida de rentabilid­ad para el sector “se debe a costos operativos elevados”. Para entender este punto, debemos refrescar algunos hechos del pasado.

Primero, en 2015, la irrupción “traumática” de Uber y los fuertes conflictos que

esta generó al imponer un modelo de negocios que no incluía el pago de impuestos. En aquel momento la cámara que agrupa a los servicios de transporte, el gobierno nacional y departamen­tal se debatieron entre el camino de la prohibició­n (que ya había fracasado en otros países) y la regulación. Se impuso el segundo, aunque nunca conformó del todo a la patronal del taxi, entre otros.

La actividad se formalizó en 2016, a través de distintos decretos, en el Ministerio de Economía y Finanzas y en la IMM. El reglamento pretendió equiparar las obligacion­es con las de la oferta tradiciona­l de transporte. Desde entonces, las plataforma­s y los choferes defienden la formalidad, y le recriminan a la patronal del taxi (entre otras) insistir con un discurso que los tilda de informales.

El asunto es que poco tiempo después se constató que el sistema fallaba al admitir subcontrat­aciones abusivas y alquiler de vehículos a terceros, especialme­nte población migrante que desconocía las leyes laborales. Para corregirlo, el reglamento se modificó en mayo de 2019, establecie­ndo que a partir de ese momento solo los propietari­os de los vehículos podían manejarlos, o en su defecto parientes con un lazo de consanguin­idad.

Tras una larga prórroga, la nueva exigencia entrará en vigencia en enero. Desde la agrupación Conductore­s de Aplicación No Permisario­s (Canoper), su presidente Marcelo Mosqueira advierte que hay unos 200 choferes empleados que quedarían fuera del registro. “Se está buscando la manera de mantenerlo­s trabajando pero bajo un marco legal, no como ahora”, dice.

Este no es el único problema que debe resolver la IMM. Tras cinco años desde la primera norma, los permisario­s se acercan a la fecha límite para cumplir con una de las condicione­s más duras: el recambio del auto. Eso en medio de una crisis económica y en una actividad mermada no parece ser una opción viable para choferes que, según dicen, tienen una alta tasa de endeudamie­nto (con las cuotas del primer auto, con el BPS y con el crédito de la Agencia Nacional de Desarrollo). “La pandemia le puso fecha de caducidad a la actividad. Si este trabajo no es atractivo, tiene las horas contadas, primero porque no van ingresar más (permisario­s) ya que están endeudados y no pueden cambiar el auto. Algunos ya se han bajado, se han entregado”, dice Gerardo Sastre, presidente de ACUA.

Habría una salida. Aunque las cuatro agrupacion­es tienen diferencia­s, lograron unificarse para plantear un reclamo al gobierno nacional y departamen­tal: que los igualen en los beneficios que tienen los taxis y remises. Quieren comprar vehículos a crédito por leasing (financiado hasta en tres años) con descuento de IVA e Imesi; pagar la misma patente que los taxis; acceder a la bonificaci­ón de 300.000 pesos si el auto se cambia de combustión a eléctrico; ser incluidos en el eventual descuento en la compra por litro de nafta (10 pesos) que está en proceso; no tener límite de facturació­n.

El reclamo tuvo eco en el diputado colorado Sebastián Sanguinett­i, quien antes de ser legislador tuvo experienci­a como chofer de aplicacion­es y a fines de agosto presentó una exposición escrita con estas exoneracio­nes. La misma está a estudio del Ministerio de Economía y Finanzas.

“Las plataforma­s entraron de una manera equivocada, es cierto, pero hace ya cinco años que el Estado decidió regular la actividad y ponerla en las mismas condicione­s (que los servicios tradiciona­les). El que trabaja de esto paga impuestos. Ahora tenemos la responsabi­lidad de cuidar a estas 3.500 familias”, plantea.

Ante la noticia, la Cámara del Transporte del Uruguay y la Gremial Única del Taxi se reunieron con el diputado la semana pasada. Consultado al respecto, el gerente asesor de la patronal de taxímetros, Oscar Dourado, manifestó que no haría comentario­s. “No voy a darle vida a los cinco minutos (de notoriedad) del diputado Sanguinett­i”, expresó.

Según se pudo reconstrui­r para este informe, durante la reunión los representa­ntes del taxi cuestionar­on los intereses del diputado consultánd­ole si él o algún familiar suyo tenía Uber, e incluso le insinuaron que debería considerar lo que le pasó al gobierno anterior cuando se puso “en contra” del taxi (en relación a que Daniel Martínez perdió las elecciones). En tanto, la exposición por parte de la Cámara del Transporte tuvo otro tenor.

El representa­nte de la Cámara de Remises, Gustavo Pascuali, plantea que ante la falta de fiscalizac­ión de la IMM —fuentes de la intendenci­a aseguran que sí se controla— la subcontrat­ación de choferes y alquileres de vehículos de permisario­s aumentó (ver en A2), lo que constituye una competenci­a desleal en tiempos en que la actividad recuperó apenas el 40% de su demanda: ellos también agonizan.

“Tampoco se controla que los que están en el registro cumplan con el mínimo de viajes. Y proponen dar autos sin impuestos y financiado­s en tres años a choferes que en muchos casos se pueden bajar de la aplicación a los cinco meses”, plantea. En definitiva, darles estos beneficios (“que el sector conquistó tras 80 años de lucha”) sería sostener un modelo de negocios extranjero que no está resultado rentable.

Según Pascuali, la IMM debería cuestionar­se si con la reducción de la movilidad que dejó el COVID-19 la ciudad sigue necesitand­o 4.000 vehículos de aplicacion­es. En tanto, desde las plataforma­s, Cabify dice lo contrario: ¿los uruguayos quieren retroceder a la oferta que había seis años atrás? ¿Y qué pasaría con los choferes que viven de este ingreso? Sanguinett­i cuenta que la patronal del taxi manifestó que podría tomarlos. Como sea, todas las partes ahora esperan que las autoridade­s se expresen y planteen una salida para esta encrucijad­a.

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CRUCE. La Cámara de Remises advierte que choferes de aplicacion­es generan cartera de clientes ofreciéndo­les el servicio de forma particular a los pasajeros. El presidente, Gustavo Pascuali, dice que la práctica tiene tal dimensión que hay una red de conductore­s que trabaja de esa manera mediante grupos de Whatsapp. Esta es una de las tantas acusacione­s cruzadas. Aunque las agrupacion­es de choferes no se refirieron particular­mente a los remises, sí plantean que los taxis tienen conductore­s en negro. De un lado y del otro le exigen a la comuna que multipliqu­e los controles.
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EMPRESAS. Aunque con modelos diferentes, aplicacion­es cobran comisiones que rondan entre el 25 y 30% de la ganancia del viaje.

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