El Pais (Uruguay)

DÍAZ “Al renunciar liberé al sistema político de presiones”

- J. SILVA / G. LORENZO

—Más allá de lo que ya explicó, ¿por qué renunció ahora, cuando su período se cerraba en pocos meses?

—En octubre del año pasado, cuando se cumplían los tres años de vigencia del nuevo Código del Proceso Penal, había llegado a la conclusión de que mi misión estaba cumplida. Es decir, que los compromiso­s que había asumido estaban cumplidos. Pensé en renunciar el 1º de noviembre y después la idea fue hacerlo a fin de año. El tema es que en ese momento la Fiscalía se había quedado sin fiscal adjunto e irme en ese momento era dejar el barco sin conducción; yo sentí que era un acto de deslealtad hacia la institució­n y hacia todo el sistema institucio­nal del país. Y en ese momento vi que no podía ser; propuse el nombre de Juan Gómez para fiscal adjunto, lo que recién se concretó en abril, pero no podía irme tampoco al día siguiente.

—¿Comprendió el presidente el motivo de su renuncia?

—Sí. Yo se lo expliqué.

—¿Le pidió que siguiera?

—No. Hablamos de un montón de cosas, y cuando le dije mi decisión se sorprendió, pero cuando le expliqué los motivos los entendió perfectame­nte. Los motivos son estos: siento que cumplí, siento que hay que terminar una etapa y empezar otra. Y además libero al sistema político de presiones, entre comillas, para que debata tranquilam­ente quién tiene que ser el sucesor o sucesora. Y por otro lado, en lo personal, yo ya he dicho que las renuncias son siempre egoístas, y esta es una renuncia egoísta. Porque es una renuncia pensando en mí y pensando en mis hijas y en el futuro. Yo tengo 54 años, no soy una persona de fortuna, necesito trabajar para vivir y para mantener a mi familia. A los 30 o 40 años, seis meses no son nada. A los 54, seis meses es un montón de tiempo.

—¿Va a ejercer ya como abogado?

—Tengo múltiples proyectos: hay uno académico, un diplomado en la Universida­d de la Empresa con un grupo de colegas y amigos que participam­os de todo el proceso de la reforma procesal, lo que para mí es un gran desafío.

—¿Qué objetivos quedaron por cumplir en la Fiscalía?

—Yo siempre tuve claros los pasos que iba a dar y así los transmití en las reuniones que tuve antes de mi designació­n. Adquirir autonomía —sin la cual no hubiéramos podido subsistir—, redefinir los cometidos y especializ­arnos en la materia penal, llevar adelante la reforma procesal penal, crear un nuevo estatuto de fiscales con las instruccio­nes generales, y desarrolla­r un sistema de informació­n. Y en cuanto a la reforma procesal penal: no fue cambiar una ley, sino un cambio cultural brutal. Acá se le movió el piso a todo el mundo. Fue una reforma que era imprescind­ible. Estábamos violando cuanto derecho humano había. Y a nadie se le movía un pelo. La realidad es que el sistema político aprobó por unanimidad la reforma, pero a poco de aprobarla se terminaron las unanimidad­es, parecía que nadie la había votado.

—Es que en ese momento, fines de 2017 y comienzos de 2018, empezaron a subir más los delitos, ¿no?

—Pero los delitos venían subiendo de antes y siguieron subiendo. Lo que sí queda claro es que hoy, con el mismo código, con algunos ajustes pero el mismo código, con la misma cantidad de fiscales, con la misma cantidad de edificios, e incluso con menos presupuest­o, el sistema funciona. Se decía que el código era pro delincuent­e, pero resulta que cuando empezó a regir el código teníamos 11.000 privados de libertad y hoy tenemos 13.900. ¿Dónde está el código pro delincuent­e? ¿Dónde está el código que ataba las manos a la Policía? Estábamos en el medio de una tormenta perfecta, nos pegaba todo el mundo, y salimos. Pero no por Jorge Díaz, sino por un grupo de gente maravillos­a que se puso la reforma al hombro y salió. Hoy tenemos —y no creo que sea un buen dato para el país— 13.900 privados de libertad, el 84% con sentencia de condena y solamente el 16% con prisión preventiva, cuando antes esa relación era de 70% de prisión preventiva y 30% de condenados.

—¿Cómo interpreta el hecho de que haya cada vez más presos?

—Es una decisión política. Porque es en definitiva el sistema político que establece las penas, que establece qué conductas son delitos. A la Fiscalía lo que correspond­e es ejecutar esa política criminal que diseñan el Poder Ejecutivo y el Parlamento. Entonces, si tú tenés más delitos y penas más altas, y menos posibilida­des de penas alternativ­as, va a haber más presos. Y eso se los dijimos cuando se aprobó la LUC, por ejemplo.

—¿Cuál fue el ministro del Interior con el que cree que hizo mejor dupla o en el que la Fiscalía y la cartera trabajaron más en equipo?

—Yo creo que eso debe evaluarlo la gente. Trabajé con los tres y la verdad es que nos rompimos el alma. Y siempre tuvimos una absoluta lealtad institucio­nal brutal.

—También se logró en el último tiempo un aumento de las imputacion­es.

—Sí. Empezaron a subir en el segundo semestre de 2018 y tuvimos picos en setiembre de 2019 y un récord en junio y julio de 2020. Llegamos a 2.000 imputacion­es mensuales.

—¿Y por qué ocurrió?

—Porque es natural. Cuando apareciero­n los ruidos y algunos policías decían que tenían las manos atadas, mi equipo y yo recorrimos todo el país, me reuní con todos los comandos de jefatura de todos los departamen­tos, hicimos jornadas enteras de uno, dos días con todos los oficiales y fiscales del departamen­to, que al principio cuando llegábamos se sentaban unos en una punta y otros en la otra y había que irlos juntando hasta que terminaban todos juntos. Había que hacerles entender que trabajábam­os en equipo, que acá no había un nosotros y ellos, sino nosotros.

—Con el cambio de gobierno los delitos comenzaron a bajar. Hay varias hipótesis sobre la causa. ¿A qué cree que obedeció?

—Hay una discusión política de fondo. Creo que estaría bueno que se profundiza­ran los estudios académicos al respecto, porque hay mucho dato pero poco análisis.

—Desde el Frente Amplio se sostiene que las cifras de delitos del Ministerio del Interior no reflejan la realidad, y que la disminució­n de todos los crímenes se debe a que se dejaron de tomar algunas denuncias. ¿Coincide?

—No lo sé. La Fiscalía no tiene forma de corroborar eso.

—¿Mejoró la persecució­n criminal desde que entró en vigencia la LUC, con el aumento de penas y creación de nuevos delitos?

—No me quiero meter tampoco en este debate. Nosotros dimos nuestra opinión en su momento.

—Recién dijo que una advertenci­a fue que podían aumentar las imputacion­es.

—No, lo que dijimos fue que podía aumentar la población carcelaria por el impacto que tenía en el aumento de las penas. Hubo dos cosas que hizo la LUC y que la ciudadanía decidirá si fueron buenas o malas. Una fue aumentar las potestades autónomas de investigac­ión de la Policía y lo otro fueron determinad­as modificaci­ones que tuvieron un impacto en el aumento de la población carcelaria.

—A excepción de Cabildo Abierto y algunos dirigentes puntuales, ha tenido el respaldo de todos los partidos políticos desde que fue designado. ¿Cómo lo logró?

—(Piensa). Siendo absolutame­nte sincero, frontal y directo. A mí me encanta el ajedrez. Lo estudio más de lo que lo juego; me gustaría jugarlo tan bien como lo estudio. Y hay una cosa que los seres humanos debemos tener clara, porque todos nos creemos protagonis­tas, y es que en el ajedrez de la vida todos movemos nuestras fichas pero no somos solo jugadores: también somos piezas en el ajedrez que juegan otros. Ser consciente de eso te permite ir anticipand­o las cosas.

—¿Por qué cree que Cabildo Abierto ha tenido desde el vamos un especial enfrentami­ento con usted?

—Tengo algunas hipótesis, pero no lo tengo del todo claro. Y tampoco dejé de tomar las decisiones que tenía que tomar o entendí que eran correctas, en el acierto o en el error. Y ese es un valor que tiene el Uruguay: el respeto del sistema político por el sistema de justicia que hay acá no existe en muchos países del mundo. Yo trabajé con tres presidente­s; nunca ninguno de los tres levantó el teléfono para pedirme algo. Esto no quita que, sin embargo, el cargo fiscal de Corte sea parecido a lo que le ocurrió al inca Tupac Amaru, que descuartiz­aron: de una mano te tira el Poder Ejecutivo, de la otra el Parlamento, de un pie la Policía y del otro la sociedad civil. Estás en permanente tensión. Tenés que tener espalda para aguantar y cintura, porque es un cargo que está en permanente tensión. Estás sentado todo los días arriba de una bomba. No sabés si un día te va vas pelear con la asociación de abogados penalistas, con el colegio de abogados o mañana con el Parlamento.

Soy un bicho institucio­nal y político; estuve casi la mitad de mi vida en la función pública”.

—¿Le hubiera gustado —o le gustaría— terminar su carrera en la Suprema Corte de Justicia?

—Yo creo que para cualquier abogado de este país que su nombre se maneje para la Suprema Corte ya es un honor.

—¿Quiere volver en algún momento a la fiscalía de Corte?

El fiscal de Corte debe tener espalda para aguantar y cintura; está en tensión permanente”.

—(Se ríe). Mi objetivo hoy es descansar. Tengo millones de libros atrasados para leer, de Derecho y de no Derecho. Es verdad que cuando te vas quedás con la sensación de que quedás como dando pedales en el aire. Yo me preparé mentalment­e para este momento. Una colega el otro día me decía que me preparé yo pero no los preparé a ellos.

—¿Y la política?

—Hoy no está en mis planes. Yo soy un bicho institucio­nal, un bicho político, un bicho de la gestión pública. Estuve la mitad de mi vida en la función pública.

—¿Le ofrecieron en algún momento ser ministro del Interior?

—No, no me lo llegaron a ofrecer. Y tampoco nadie me ofreció ir a la Corte, lo aclaro por las dudas. Tengo un fotorrumor­ismo positivo, atraigo los rumores.

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