El Pais (Uruguay)

El Presidente y los charlatane­s

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Lacalle Pou es el Presidente de la República. Llegó al cargo tras quince años de gobiernos frenteampl­istas (que manejaron el país a su antojo) y en base a promesas electorale­s de cambios inmediatos en temas como seguridad, educación, infancia, relaciones laborales, fuerte apuesta a las pymes y otros temas que se expusieron durante la campaña y fueron articulado­s en un proyecto de Ley de Urgente Considerac­ión (LUC). El pueblo lo votó y él cumplió con su palabra.

Hace un par de días, en el marco del America Business Forum, el Presidente defendió la LUC y rechazó las críticas de quienes buscan derogar 135 de sus artículos. “La Ley está vigente hace más de un año” dijo el Presidente; “que alguien me diga cuál es el efecto negativo; después, si quieren, hablamos de los positivos”.

Simple y sencillo, pero molestó al intendente de Canelones, Yamandú Orsi, quien, por descarte —el panorama de futuro del FA es tétrico— aparece como un eventual candidato para las próximas elecciones. Orsi acusó al Presidente de que “se llevó puesto al Parlamento” (omitió que con los votos del Frente Amplio que apoyaron la LUC), y que “debería seguir preocupánd­ose por los temas del país y quieto porque la ciudadanía va a resolver”.

Nada nuevo. Basta ver lo que es la agenda y los temas que diariament­e llegan al Presidente para saber que está muy preocupado con otros temas fundamenta­les para el país. Orsi habló por hablar, como lo ha hecho siempre su jefe político, su ídolo, su arquetipo, su numen inspirador José Mujica, el peor presidente de la historia del Uruguay.

Ese mismo Mujica que dilapidó a diestra y siniestra la plata del país, que cortaba cintas en obras faraónicas innecesari­as y deficitari­as junto con su presidente de Ancap Raúl Sendic o craneaba megaconstr­ucciones (la regasifica­dora) con el “sabio” Ramón Méndez, que distribuía dinero para empresas compañeras a través del Fondes, pero se olvidó —en esa época en que abundaba el dinero— de la situación de los asentamien­tos.

Se “vendió” al mundo frívolo como “Presidente pobre”, pero se limitó a ignorar y dejar que familias, mujeres, hombres y niños, convivan en ranchos de lata, hacinados en una pieza, rodeados de aguas servidas y pozos negros como si fueran parias sociales. No le preocupó que guetizarlo­s en zonas donde carecen de servicios mínimos, campea el malandraje y solo pueden sobrevivir en la lucha del día a día, sea una afrenta a los ciudadanos de este país.

¿Inclusión social? ¿Educación? ¿Cómo se puede hablar de ello en esas condicione­s y en ese contexto? Ni siquiera cubrir necesidade­s mínimas, propias de cualquier ser humano que vive en una nación civilizada. No se trata de hablar, sino de hacer y en esa materia el FA fue el campeón de la nada de nada. Apenas feudos de narcotrafi­cantes o fábrica de delincuenc­ia: el padre es delincuent­e, el hijo es delincuent­e y el nieto dentro de diez años va a ser delincuent­e; y, si faltaba algo, el tío es delincuent­e, el sobrino también y de los vecinos mejor callar.

Mujica un cero a la izquierda al respecto y se justificó diciendo “Creo que faltaron recursos”. ¡Andá! ¿Y Ancap, la Regasifica­dora, el Antel Arena, el Fondes y Pluna eran prioritari­os sobre la situación de esa gente? ¿Y Orsi le reclama a Lacalle que “se preocupe de los temas del país”? ¿Por qué no se lo dijo a Mujica o a Tabaré Vázquez? ¿Se olvidó, tenía miedo, no lo considera importante o es un vulgar charlatán o demagogo? Orsi es uno de ellos, pero fue todo el Frente Amplio que se “olvidó”

El Presidente no solo llevó adelante la LUC sino, lo que es tan importante como ello, demostró que no todos los políticos son iguales: también existen los que cumplen con sus promesas electorale­s y la palabra empeñada.

de cómo viven 200.000 compatriot­as, tan seres humanos como ellos. O tal vez mejores.

No solo incumplier­on con sus compromiso­s electorale­s (por ejemplo, el retorno del Frigorífic­o Nacional al Cerro de Mujica, el ADN de la educación o la reducción de las rapiñas en un 30% de Tabaré Vázquez), sino que dilapidaro­n y agotaron todos los recursos de la época de bonanza y también agotaron la paciencia de los ciudadanos.

El presidente Lacalle Pou ha hecho justamente lo contrario. Desde que asumió, su obsesión ha sido cumplir con las promesas electorale­s, más allá de que una sorpresiva y terrible epidemia se descargó en el mundo entero (Uruguay incluido). Pero siguió trabajando.

No solo llevó adelante la LUC sino, lo que es tan importante como ello, demostró que no todos los políticos son iguales: también existen aquellos que cumplen con sus promesas electorale­s y la palabra empeñada. No engañan, y el pueblo debe sentirse orgulloso y tranquilo de que lo que dijo en campaña, se va a cumplir.

Aunque a Orsi no le guste y tenga nostalgia de las épocas de demagogia y mentiras de su partido, el Frente Amplio.

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