El Pais (Uruguay)

“Eso de que vamos a volver a lo de antes es una mentira”

- JORGE BUCAY INFORMACIÓ­N DE LA NACIÓN (GDA)

Comprador, Jorge Bucay dice que cómo no va a tener una relación larga y leal con el público uruguayo, si nos considera su patria de adopción. Confiesa que, por ejemplo, este año ha pasado más tiempo acá que en Argentina y que tiene grandes amigos (menciona con mucho afecto a Sergio Puglia) y que siempre lo tratamos con mucho cariño.

“Tengo una profunda admiración por tu país”, dice. Vino por primera vez hará unos 20 años, estima.

Ahora, todo indica, hay una nueva oportunida­d de demostrarn­se ese cariño mutuo: el 20 de octubre Bucay —terapeuta gestáltico y pionero en eso de presentars­e ante grandes auditorios en una suerte de terapia colectiva— estará en el Auditorio Adela Reta presentand­o Los cuentos que me ayudaron a ser quién soy, un título bastante explícito.

En la charla con El País, dos veces se refiere a cuentos para ilustrar su método: uno dedicado a la verdad y otro al carisma. Son simples, directos y consiguen su objetivo de disparar reflexione­s de esas que, alguna vez, alguien definió como autoayuda. Bucay sabe cómo hacerlo y de esos va a haber 10 en el Auditorio.

—¿Por qué esos relatos, y por lo tanto la literatura, siguen siendo tan reveladore­s para entenderno­s a veces más que un diagnóstic­o, por ejemplo?

—En una sesión de terapia tengo que identifica­rme con el punto en cuestión. Y a partir de ahí comprender y modificar. Pero hay algunos puntos de nuestro “darnos cuenta” que están en un lugar ciego. Hay partes de mi que no puedo ver por mí mismo y me las muestra un cuento, por ejemplo. El primero que me impactó fue “El patito feo”. ¿Quién no lo conoce y quién no se conmueve con esa historia? Todos hemos sido discrimina­dos alguna vez. Y el rescate final del patito, que es en realidad su búsqueda de sí mismo, es algo que nos toca profundame­nte. Yo puedo explicarle a alguien mil veces que debe aceptarse como es pero el día que le presento el cuento y le digo “ese eras tú”, quizás lo entienda de otra manera. Esa es la fuerza modificado­ra de la metáfora.

—Y la interpreta­ción siempre es personal, aunque el ritual sea colectivo.

—Hay un cuento que se ajusta para cada persona, en cada momento. Si uno pudiera encontrar el cuento para ese momento y contárselo o escucharlo, su vida podría mejorar. Mi intento como orador es llevar al otro a que arribe a su necesidad de escuchar esa historia, aunque no se dé cuenta. Cuando me convocan para que hable del valor terapéutic­o del cuento, mis colegas más jóvenes siempre me preguntan cómo sé qué cuento tengo que contar. Ese es el arte terapéutic­o. —¿Cuánto hay de la necesidad que tiene el público de escuchar esas cosas y cuánto de sus dotes de showman, en su éxito sostenido desde hace 30 años?

—Es verdad. No puedo negar que hay algo de eso. He conocido a lo largo de mi vida, cientos de terapeutas mucho más inteligent­es y formados que yo, que decidieron contar cuentos y sin embargo no les pasa lo que me pasa a mi con el público. No hay una explicació­n para eso. Bueno, sí hay un cuento que puede ayudar a entenderlo.

—Ya sea en la terapia o en sus charlas, usted ha tratado con gente poderosa, pero también con gente más humilde. ¿Hay diferencia en los mensajes?

—Sería muy elegante que yo inventara una respuesta políticame­nte correcta pero la verdad es que, por ejemplo, en el consultori­o lo importante es el paciente. Uno puede darse lustre que atendió a Fulano o Mengano, pero en la sesión no hay ninguna diferencia. Quizás, sí, en el tipo de problemas, pero a todos nos duelen las mismas cosas. Borges decía que hay siete dramas sobre los cuales se puede escribir y son esos siete que nos angustian a todos. O sea el desencuent­ro entre Romeo y Julieta es siempre el desencuent­ro entre dos que se aman aunque se cuente de miles y miles de maneras. Hay 723 versiones de la Cenicienta. A todos nos pasan las mismas cosas y el sufrimient­o humano es siempre el sufrimient­o humano.

—¿Qué cuentos le parece que querremos escuchar cuando pase la pandemia?

—A veces uso imágenes de películas. El planeta de los simios, por ejemplo. Un astronauta desciende en un planeta donde los monos son inteligent­es y los humanos son tratados como bestias. Durante toda la película, Charlton Heston busca entender cómo pasó eso y también cómo volver a la Tierra. Al final de la película encuentra enterrada en una playa la Estatua de la Libertad y se da cuenta que siempre estuvo en la Tierra y que había viajado en el tiempo, no en el espacio. Esa imagen la uso para explicar lo que nos dejará la pandemia: no se puede volver a un lugar que ya no existe. Esta historia de que vamos volver a lo de antes, que vamos a volver a cómo éramos, es una mentira. Tendrá fines políticos, económicos, sociológic­os pero es una mentira porque el mundo tal como lo conocimos antes de pandemia ya no está más. La gran responsabi­lidad no es reconstrui­r aquel mundo, es construir un mundo nuevo. Es una oportunida­d de oro. La pandemia es una catástrofe y la catástrofe deja tras de sí un mundo que no es aquel que era. Pretender volver a eso es querer repetir lo mismo. El gran desafío, y —esto es lo que voy a decir allí en Montevideo— es hacer un mundo mejor. Y es tarea de todos.

—Está bien, pero vamos a quedar muy raros, no se nos puede pedir tanto. Va a haber que adaptarse.

—Alvin Toffler en su libro La tercera ola decía que el mundo iba a entrar en crisis porque había demasiados cambios, demasiado rápido. Imagínate lo que ha cambiado todo en un mes. Esa adaptación que decís, está haciendo que la gente entre en crisis. Pero bueno, crisis es un término interesant­e. Es el momento en el que lo anterior ya no sirve y hay que adaptarse a lo nuevo. Los chinos dicen que es una mezcla de peligro y oportunida­d. Crisis es un momento de decisión. Estamos en ese punto. Y es una oportunida­d.

Jorge Bucay presenta “Los cuentos que me ayudaron a ser quién soy”, el miércoles 20 en el Adela Reta.

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