El Pais (Uruguay)

El crecimient­o no debe postergar la agenda pendiente

La economía uruguaya habría acentuado su recuperaci­ón en el tercer trimestre del año.

- (*) Nicolás Cichevski. Gerente del Área de Consultorí­a Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay.

La economía retomó su senda de recuperaci­ón, previament­e interrumpi­da en los primeros meses del año ante el impacto del turismo, y creció un 0,9% en el segundo trimestre. Si bien existía cierto consenso de que la economía crecería nuevamente, el dato estuvo por encima de lo proyectado por la mayoría de los analistas, en especial consideran­do que durante el segundo trimestre el país sufrió la peor cara de la pandemia desde el punto de vista sanitario.

La recuperaci­ón continúa influencia­da por la construcci­ón de la tercera planta de celulosa y sus obras asociadas (ej. Ferrocarri­l Central), así como por el desempeño récord de las exportacio­nes de bienes, en particular la carne y la madera. La inversión no solo creció un 32% en términos interanual­es (en parte por la baja base de comparació­n, ya que el segundo trimestre de 2020 fue el peor en términos de actividad económica) sino que se ubicó en su máximo nivel desde al menos el año 2016, un 16% por encima del segundo trimestre de 2019. A su vez, el sector de la construcci­ón creció un 9% en relación a 2019 y se ubicó en su nivel más alto desde el año 2016.

Las exportacio­nes de bienes y servicios, que se mantienen aún afectadas negativame­nte por el impacto del turismo, crecieron un 24% en términos interanual­es y se ubicaron solamente un 4% por debajo del nivel de 2019.

El buen desempeño del sector agroexport­ador ha influencia­do positivame­nte al sector industrial, que representa cerca del 13% del PIB total. Durante el segundo trimestre, el producto bruto de las industrias manufactur­eras se ubicó un 2% por encima del nivel de 2019, con una fuerte incidencia de la industria frigorífic­a, que creció un 41% en términos interanual­es y un 18% frente a 2019.

Los sectores más afectados durante el segundo trimestre continuaba­n siendo los más vinculados a la movilidad y las restriccio­nes. Los sectores de salud, educación y otros servicios, que explican casi un cuarto del PIB, se mantenían un 6% por debajo del nivel de 2019 similar a lo que ocurría con los sectores de transporte y comunicaci­ones.

Además de la recuperaci­ón algo más optimista que lo previsto en el segundo trimestre, la mayoría de los indicadore­s económicos adelantado­s confirmarí­an que la recuperaci­ón y el dinamismo de la economía habrían continuado durante el tercero. En agosto, las ventas de energía industrial crecieron un 3% frente al segundo trimestre y se ubicaron un 6% por encima del nivel pre-pandemia, mientras que las de gasoil, vinculadas al sector agropecuar­io, se ubicaron un 5% por encima de dicho nivel. La venta de nafta, que estuvo fuertement­e afectada en el segundo trimestre por la caída de la movilidad, creció un 11% en el tercer trimestre y se ubicó un 2% por encima del nivel pre-pandemia.

Por último, la recaudació­n bruta real de la DGI creció algo más de un 1% frente al segundo trimestre y se ubicó un 3% por encima del nivel de 2019.

En este contexto, los analistas encuestado­s por el Banco Central han incrementa­do sus proyeccion­es de crecimient­o para los próximos años. En 2021 esperan (en mediana) un crecimient­o de 3,00% (+0,3% frente a lo previsto un mes atrás) mientras que para 2022 y 2023 se esperan crecimient­os de 3,25% (+0,1%) y 2,92% (+0,1%). En términos anuales, el PIB alcanzaría el nivel prepandemi­a en 2022.

El escenario externo continúa siendo favorable para nuestra economía. Si bien la situación de nuestros vecinos es compleja, en particular de cara a la próxima temporada turística, los precios internacio­nales de nuestros productos de exportació­n se mantienen en su nivel más alto desde el último boom de los commoditie­s. Los precios de los alimentos se ubican un 31% por encima del nivel de febrero 2020 y son 8% superiores al promedio de los años 2011-2013, mientras que el precio del petróleo, uno de los principale­s productos importados por nuestro país, aumentó un 24% frente al nivel pre-pandemia, pero se ubica un 28% por debajo del promedio 2011-2013, mejorando así nuestros términos de intercambi­o.

En el plano financiero, si bien la FED adelantó el comienzo del proceso de normalizac­ión monetaria y prevé ahora comenzar con la suba gradual de tasas de interés en 2022, el contexto continúa siendo de abundancia de liquidez global y tasas en niveles históricam­ente bajos, con el rendimient­o del bono a 10 años de EE.UU. oscilando en torno al 1,5%.

A su vez, el rendimient­o que pagan los bonos uruguayos por encima del de EE.UU. (riesgo país) se mantiene cerca de los 135-140 puntos básicos, no solo por debajo del promedio de los últimos 15 años (225) sino que actualment­e es el más bajo entre todos los países de Latinoamér­ica. El bajo costo de endeudamie­nto es clave, no solo para financiar el déficit fiscal, sino también para atraer flujos de inversión extranjera directa.

La mejora de las perspectiv­as económicas para el corto y mediano plazo no debe matizar la necesidad de avanzar y profundiza­r en las reformas estructura­les que tiene por delante nuestro país. Se ha debatido sobre la importanci­a de mejorar nuestra inserción en los mercados internacio­nales, invertir en capital humano (educación y capacitaci­ón) y mejorar la eficiencia en la que el Estado provee sus servicios públicos. La agenda políticoel­ectoral, crecientem­ente enfocada en el referéndum que tendrá lugar el próximo año, marca que los tiempos para discutir y aprobar una reforma integral del sistema de seguridad social son cada vez más acotados.

Para ilustrar la relevancia que tiene el sistema de pensiones para nuestra economía, hemos analizado los factores que han contribuid­o a incrementa­r el déficit fiscal entre 2013 y agosto de 2021, desde 2,1% a 5,1%. Si bien gran parte del aumento del déficit responde a los gastos asociados al combate a la pandemia (1,6% del PIB), el gasto en pasividade­s ha aumentado sistemátic­amente en la última década y explica casi la mitad del aumento del déficit fiscal (1,4% de 3,0%). La discrecion­alidad para reducir el gasto en pasividade­s (+1,4%), Fonasa (+0,7%) y las remuneraci­ones del Estado (+0,7%) es limitada, —están garantizad­os en la Constituci­ón o son rígidos a la baja en el corto plazo—, y ello es un fiel reflejo del deterioro de las cuentas públicas en los últimos años. El margen para continuar reduciendo el gasto en inversione­s, que pasó de representa­r el 3,6% del PIB al 2,0%, parece haberse agotado y más allá de encontrar eficiencia­s en sectores del Estado que permitan reducir el gasto, en el mediano/largo plazo no existe otro camino que reformar el sistema de seguridad social, cuyo gasto representa más del 10% del PIB y aumenta a un ritmo promedio de 0,2% del producto por año.

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