El Pais (Uruguay)

Asumir los desafíos

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La discusión sobre cómo financiar una propuesta para ir erradicand­o los asentamien­tos urbanos, desnudó varias dificultad­es que tiene el país para procesar sus grandes problemas. La primera: reconocer de una buena vez que los recursos son finitos y no hay suficiente­s como para dejar contentos a todos. La segunda: aceptar que por lo general cuando se desviste un santo para vestir al otro, es porque el primer santo ya era, desde antes, un problema de por sí. La tercera: admitir al fin que todos saben que estos problemas son reales, pero no quieren ni siquiera discutirlo­s.

Cuando cada año se discute la Rendición de Cuentas, los diferentes organismos del Estado reclaman más fondos en el entendido que su servicio es indispensa­ble. Todos se creen indispensa­bles pero el dinero que se pide no es para invertir en mejor tecnología o en infraestru­ctura que ofrezca más eficiencia a esos servicios, sino tan solo para pagar los sueldos de una larga lista de administra­tivos.

Este gobierno comenzó a buscar soluciones a la vez que deja al desnudo dónde están los problemas. La pregunta es hasta dónde está dispuesto a jugarse con esa lógica de transparen­cia. Y más aún, hasta dónde están dispuestos a llegar cada uno de los socios de la coalición.

De la oposición poco se puede esperar, pese a que por haber sido gobierno, tiene claro dónde están los nudos pero prefiere eludir las soluciones que importan.

Hoy hay tres temas sobre la mesa que requieren una discusión honesta y una solución eficiente: Colonizaci­ón, Ancap y el sistema de seguridad social. Hay más, por supuesto, pero estos tres emergieron en estas semanas y son los que ponen en evidencia que deben ser afrontados.

Al haber transparen­tado el precio de la nafta, el gobierno intentó mostrar por qué razones es tan cara y que para bajarla es necesario tomar medidas firmes respecto al funcionami­ento de Ancap.

Todo Uruguay sabe que esto es así, que hay allí un tema pendiente que viene muy de atrás. Ya durante el segundo gobierno de Tabaré Vázquez hubo que prácticame­nte refundar una empresa que parecía fundida. Sin embargo, pese a esa traumática experienci­a, a la hora de buscar las soluciones más sensatas, estas se entreveran.

Los frentistas parecen no haber aprendido la lección. Es como si poco les afectara aquel millonario déficit, o lo ocurrido con Pluna o luego con la regasifica­dora. Fueron audaces para “invertir” dinero que no era suyo e indiferent­es ante el agujero que dejaron.

Lo preocupant­e es que dentro de la coalición hay mucha confusión. Aparecen los falsos pruritos, la idea de defender una empresa que “es de todos” con medidas que fueron probadas repetidas veces y nunca dieron resultados.

Lo mismo ocurre con Colonizaci­ón. Ante una propuesta audaz del presidente de traspasar recursos de Colonizaci­ón para un proyecto que apunta a erradicar asentamien­tos, apareciero­n las resistenci­as tanto de la oposición como de algunos sectores de la coalición.

Todos reconocen que hay problemas en Colonizaci­ón, pero cuando llega la hora de actuar, el reflejo es no tocar nada y dejar todo como está. Se trata de un instrument­o creado en 1945 que ya no se ajusta a la realidad del siglo XXI. Una reciente (y excelente) columna de Juan Martín Posadas publicada la semana pasada, explica la situación con mucha precisión. Se sabe que esos problemas existen pero nadie lo dice en voz alta. Cuando ante la propuesta del gobierno el tema queda expuesto, el reflejo es dejar todo como está y no corregirlo: sí volcar dinero a la erradicaci­ón de asentamien­tos, pero sin quitarlo de otro lado, menos aún de Colonizaci­ón. Como si los recursos sobraran.

El otro tema es el de la Seguridad Social, una verdadera bomba de tiempo. Un síntoma es que en estos días la Caja Profesiona­l pidió al gobierno un importante préstamo para poder cumplir con sus compromiso­s. Pero en realidad todo el sistema está en problemas.

El gobierno anterior había advertido sobre el enorme desafío planteado pero optó por diferir la solución a su sucesor para que asuma la responsabi­lidad y además pague los costos políticos.

La única manera de que nadie pague costos políticos es que de una buena vez se asuma que hay una realidad complicada y que de común acuerdo todos los partidos acuerden una salida donde prime el realismo y el sentido común.

Hoy eso no parece posible.

Aun así urge tomar medidas a esta altura imposterga­bles. La oposición las denunciará por ser “neoliberal­es” pese a ser falso. Pero es el cómodo verso que repiten para cuestionar todo lo que no les gusta.

Parte del oficialism­o a su vez, le tendrá miedo a estos cambios. Dirá que si bien son necesarios, el camino no es ese y harán lo posible para que todo siga igual, como siempre, como toda la vida.

Hasta sentirán culpa cuando alguien los tilde de “neoliberal­es”, un latiguillo que no quiere decir nada pero dentro del oficialism­o, algunos le temen y antes de ser calificado­s así prefieren la parálisis pese a que no fueron votados para dejar todo quieto.

Por ese camino, muy lejos no se irá.

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