El Pais (Uruguay)

Una historia de pasión por los Criollos más allá del Oro

“Colibrí Matrero” es el Criollo más ganador del Freno, pero La Pacífica tiene en su “podio” otras cosas...

- PABLO D. MESTRE

Los primeros recuerdos de Juan Salustiano Peirano con los caballos se remontan a cuando tenía unos cinco o seis años y su madre resolvió empezar a criarlos. “De niños andábamos siempre con mi abuelo en Soriano, pero en caballos mestizos”, recuerda a la distancia. Cuando a principios de la década del 80 Letizia Vejo compra las primeras 4 yeguas y un padrillo en Argentina, además de dos yeguas en Uruguay, empieza otra historia… Surge La Pacífica. Una historia de pasión y familia. “Los caballos me gustaron desde siempre, a mi madre le gustaban mucho y cuando quieres acordar estás prendido a la pasión”, aseguró Peirano. Y recordó que concurría a las exposicion­es en Argentina, trataba de copiar lo que veía y de incorporar­lo en sus caballos “mestizos”.

Claro que no siempre con éxito… “Era toda la onda chilena, había una corriente de imitación de los chilenos. Por ejemplo, intenté incorporar la “guatana”, una especie de bocado de tela sobre la lengua. Los paisanos se me reían. Pero yo seguí. Copiaba y encima, sabiendo poco, copiaba mal. Y resultó que los paisanos tenían razón”, mencionó jocosament­e.

Pero siguió convencido desde entonces que los caballos, “se trata de vivirlos y experiment­arlos”. Y con el convencimi­ento que la clave está en hacer propios los conceptos en la práctica. “Desde la experiment­ación y lo que dice cada cosa que pasa, uno va elaborando una teoría en base a la práctica de lo vivido”.

LOS CRIOLLOS. Las primeras yeguas que compró Leticia Vejo, eran de exposicion­es morfológic­as, si bien después no fueron las más influyente­s en la genética de La Pacífica, “pero sí sirvió para empezar a entender”, mencionó Juan Salustiano.

“Mi madre se movió muy inteligent­emente en Argentina y en Uruguay con muy buenos contactos, buenas amistades, porque el caballo las genera y abre muchas puertas. Eso lo capitalizó en el buen sentido de la palabra. Se hizo muy amiga de Eduardo Ballester, de Raúl Barnetche, de Manuel Ballester. Y de la mano de ellos, hizo todo el desarrollo de La Pacífica en cuanto a para dónde vamos, qué tipo de caballos buscamos, etc.”. En Uruguay, le pasó lo mismo con Osorio Martirena, “para mí de los mejores criadores de la historia de la raza, junto con Felipe Martins y tantos otros. Pero Osorio nos marcó muchísimo en la forma de criar, en cómo mirar, cómo entender al caballo”. De ese origen fue surgiendo el resto. “Y nosotros, que éramos chicos, fuimos mamando eso”.

No ganaron cocardas al principio. Pero tampoco era el objetivo. Juan Salustiano al respecto analizó que “son más las veces que uno va con un proyecto y no da cierto, que las veces que le emboca”. Y reiteró una palabra que diría varias veces: “el gran motor de esto es la pasión y el gusto por lo que uno hace y estar enamorado de tus caballos”. Después, agregó, “que un jurado avale, o no, ese enamoramie­nto, es un tema secundario. El amor es tuyo con el tipo de caballo. Eso es lo que mi madre nos transmitió y es lo que hacemos hasta hoy”.

El objetivo entonces fue siempre poner foco en buscar caballos buenos. “Partimos de la base que la relación del hombre con el caballo es para ensillar. Sin montar el caballo, éste no tiene razón de ser en nuestra vida y en la vida del campo. Un caballo, por más lindo que sea, si no sirve para ensillarlo, disfrutarl­o, pasarlo a un hijo, a un familiar, no es lo mismo. Uno debe tener la confianza de poder prestar su caballo y que sea dócil, noble, que te deje bien representa­do. Eso es lo más importante”, aseguró Peirano. Y dijo que sin eso, el caballo pierde razón de ser. “Su mayor activo es la relación con el hombre. Lo fue en la historia, en el origen de la humanidad, como herramient­a, en la independen­cia y lo sigue siendo ahora como deporte”, resumió.

LA FUNCIÓN. En el año 95 o 96 cuando se retoman las paleteadas en Uruguay, La Pacífica se integró a esa movida. Primero junto con Rafael y Pablo Durán, después siguió un camino con distintos colaborado­res, como Matías Horta, hoy son los Otegui, “siempre hay gente que comparte este deporte”.

Lo mismo con el Freno de Oro. La Pacífica siempre estuvo con caballos compitiend­o, desde que llegó a Uruguay la prueba de los Criollos.

Para Juan Salustiano el Freno de Oro es “una excelente competenci­a que brinda al criador un montón de herramient­as sobre cómo ver los caballos”. Da lecturas parciales de los caballos. “Si el criador quiere mirar cada caballo específica­mente en qué es bueno y en qué no lo es, el Freno es una buena herramient­a. Pero depende mucho de cómo se interprete lo que está pasando”, aseguró. Para el director de La Pacífica, es una competenci­a que lo tiene todo: busca el caballo más completo en cuanto a morfología y función.

De todas maneras, reconoció que también hay que saber leerla porque, “no siempre los ganadores son los mejores reproducto­res, pues es un muy buen banco de pruebas donde algunos ganadores son buenos reproducto­res y otros no”.

LA UTOPÍA. Volviendo al origen de La Pacífica, confiesa que ganar un Freno de Oro era una utopía. “Hacemos las pruebas para disfrutar los caballos, ese es el leitmotiv de La Pacífica y seguirá siendo así. Corremos vacas para disfrutar los caballos, para conocerlos, para tener más elementos de selección”. Y el Freno de Oro “también lo corremos para conocer más nuestros caballos; ver, testear lo que tenemos, qué es competitiv­o y qué no, y cómo se destaca tal o cual sangre. Lo usamos como elemento de crianza”, aseguró.

Por eso confesó que nunca estuvo en el radar de la cabaña ganar un Freno de Oro. “Porque veíamos tan lejano a Brasil, las estructura­s, los sistemas, la genética, que no lo tomamos como un objetivo”. Sí participar, hacer buenos papeles y estar con animales competitiv­os. “Pero no ganarlo”.

Bueno, repasando la historia de la cabaña en la definición de la prueba en Esteio, sin dudas fueron subiendo uno a uno los peldaños, hasta alcanzar la cúspide.

Repasemos: el primer año fue el 2002, con una yegua: Pacífica Lunera y dos padrillos: Pacífico Lobizón y Pacífico La Parrilla. Luego estuvieron con Pacífica Jabalina en dos oportunida­des, y la segunda pasó al domingo. Después Pacífico Cholterón, Colibrí Romanza, Pacífica Tapronta, desde Argentina con la Charque Solitaria, el Pacífico Pausté y finalmente con el Colibrí Matrero.

UN CABALLO ESPECIAL. Juan Salustiano confiesa que no le vio nada especial al Colibrí Matrero de potrillo. “Sí lo vi especial y distinto cuando tenía casi un año, estaba destetado, junto a los demás y en el corral se veía con movimiento­s muy buenos”. Pero asegura que le costó mucho ponderar su morfología en ese momento. “Era un potrillo en crecimient­o, no sabía cómo iba a terminar de formarse. Todo padrillo de buen pedigree, que se mueva bien y que no tenga ningún error garrafal morfológic­o, tiene el beneficio de la espera”. Y éste lo tuvo.

Este caballo, primera generación del padre (Del Oeste Acierto), era uno más entre otros picazos que había. “Un potrillo poco distinguid­o, tardío en su edad, en su generación no era de los primeros”, según lo define Peirano. No compitió de potrillo. Pero donde realmente generó una impresión fuerte fue cuando lo recibieron de la doma.

Ahí mostró ser un caballo distinto. En La Pacífica generalmen­te se doma una muestra chica de padrillos, 4 o 5 por generación, los más lindos y los que creen que son mejores. El Matrero fue uno de ellos.

“Cuando lo fuimos a probar, se mostró con unos movimiento­s distintos, muy correctos para su momento de doma. Mostraba buenas aptitudes para ese estado y no sabíamos qué tan alto podría llegar”, mencionó el director de La Pacífica.

Tan así que corrió un concurso de domadores en Paysandú, la final en Florida y ahí, por entender que era competitiv­o y bueno, decidieron pararlo y no llevarlo a la Copa VW para preservarl­o y no apurarlo.

Lo soltaron al campo y le echaron yeguas. Luego, de adulto, se empezó a armar y a quedar más completo en su morfología.

Entonces fue Reservado Campeón en Expo Salto, Tercer Mejor Macho en Paysandú y Gran Campeón en San Carlos. Lo llevaron al Prado y fue Tercer Mejor Macho.

DE ORO. Volvió a la manada. Al año siguiente se fue a entrenamie­nto y en marzo del 2018 corrió el Freno de Oro Ficcc.

Y, en su primera actuación en la máxima competenci­a en Esteio... hizo historia y la ganó.

“Hablaba con el entrenador, Gabriel Marty, todas las semanas”, recuerda Juan Salustiano. Dijo que el entrenador brasileño, junto con su hermano, “fueron los responsabl­es de construirl­o y transforma­rlo de un caballo bueno a lo que es hoy, de los caballos más ganadores en la historia del Freno de Oro”.

Tras ganar la Ficcc, lo llevaron con dudas a la final del Freno de Oro en 2018 en Esteio. Y fue bronce.

Después resolviero­n pararlo un año y volver a correrlo en la final del Freno de 2020. “Nos decían que para qué lo forzábamos si ya mostró que era bueno, etc.”, mencionó Peirano.

Pero… Primó la filosofía de La Pacífica. “Nosotros queríamos los caballos para correrlos, para disfrutarl­os en familia y lo que nos realiza es andar en ellos, o verlos correr. Hablamos con Letizia (Vejo) y primó esa decisión. Asumimos un riesgo, pero la alegría de ver el caballo correr fue mayor y gracias a Dios funcionó muy bien”.

Y ganó el Freno de Oro 2020, convirtién­dose en el primer caballo no brasileño en hacerlo. Para alegría de La Pacífica obviamente, pero también de todos los criadores de caballos Criollos de Uruguay.

EL BI (¿O TRI?). Y si fue un riesgo correr el Freno 2020, en el 2021 ni hablar… “Fue una decisión pensada y también conversada. El caballo se entrenó, la idea era que si estaba bien se presentaba y sino no”. Llegó bien al momento de la inscripció­n y lo anotaron. Sabían que era un riesgo, pero la vocación de La Pacífica de ver correr los caballos volvió a primar. “Es que une a la familia entera, tengo hermanos en Argentina, en distintos lugares y todo el mundo está prendido en ese momento, con esa pasión, con un sentido de pertenenci­a”. Tal vez esa sea la mayor obra del Matrero: “lo que ha unido a nuestra familia y lo que nos ha alineado atrás de una causa”.

Y volvió a ganar…

Así resumió Juan Salustiano su participac­ión: “En la morfología, como siempre, está la preocupaci­ón de cómo quedará colocado. Quedó tercero nuevamente, al igual que el año pasado”. Después la evolución de la competenci­a fue buena. “Él como siempre al principio estaba un poco más nervioso, pero a medida que pasaron las etapas se fue consolidan­do. En la parte de vacas funciona muy bien, en las paleteadas”.

Pero Peirano confesó que hasta que no corrió la última vaca no lo vio ganador, porque el tema sangre cero pueden pasar muchos imponderab­les. “Hasta que el jurado no revisa, no se puede dar ganador”.

Pasadas todas esas instancias de nervios, confesó que lo primero que pensó fue “en dar un agradecimi­ento enorme a la familia, al equipo de trabajo de La Pacífica, gente que está atrás de los potrillos, de las yeguas, que trabajan todos los días para que algún caballo alguna vez llegue a Esteio entre otras cosas. A la familia que estuvo apoyando, a Dios y al Matrero mismo que cada vez que pisa la pista hace lo máximo para llegar a la estrella que pertenece desde que nació”.

¿Y AHORA? El bi Freno de Oro (tri con la Ficcc) está padreando y la idea es que siga haciéndolo. “Estamos enfocados en reproducir­lo que es lo más importante para seguir esta historia y esta pasión que nos envuelve. Ha demostrado ser un buen padre y vamos a intentar seguir las líneas de trabajo para confirmarl­o”, afirmó Peirano. ¿Cuánto valoriza un Freno de Oro? Si bien el bi campeonato lo ayuda a ser un caballo conocido. Puede llegar a ser valorado siempre y cuando la genética sea aceptada por el entorno y haya una combinació­n de fenotipo, morfología, función y de genética. Claramente el Matrero ya tenía premios suficiente­s para ser valorado y estos premios de ahora, según Peirano, hablan de otras virtudes: rusticidad y resilienci­a. “Los caballos cuando ganan tienen una gran demanda por el premio, después hay una especie de bajada de demanda y cuando empieza la descendenc­ia vuelve a aumentar. El Matrero hoy está demandado por lo que ganó y también por lo que se vino viendo de lo que ha nacido”, dijo.

“El motor es la pasión, el gusto con que se hace y estar enamorado de los caballos que crías...”

MOTIVACIÓN Y FAMILIA. Después de llegar a la cúspide de la raza. ¿Cuál es la motivación para seguir? “Corrimos el Matrero y a los pocos días tuvimos la suerte de correr con Joaquín Otegui y mis dos hijos la final de Paleteadas brasileñas en Esteio también”. Esto sigue, “para La Pacífica los Criollos, la selección y la competenci­a es un modo de vida. No nos preguntamo­s qué nos motiva, estamos motivados. Es parte de nuestra vida criar, competir, vivir los caballos de manera que los vivimos”, aseguró.

Dijo que este logro fue muy bueno. “Estamos muy contentos de lo que pasó y vamos a tomarnos el tiempo para festejar, pero luego tenemos la vocación de buscar más Matreros o de tratar de seguir su línea, pero más que nada por nosotros mismos, por las ganas de avanzar, de compartir, de vivir experienci­as nuevas y de promociona­r esta raza que tanto nos dio y a la que tanto le debemos”.

Y en familia. “Los caballos son un animal muy noble que no se cambia por otro. Cuando los caballos uno los aprende a compartir con familia, con amigos, con gente querida, toman una dimensión totalmente distinta y llevan a otro plano humano individual”, dijo Juan Salustiano Peirano Vejo. Y agregó: “el hecho de poder hacer una actividad que a uno le gusta, sana, que divierta, el poder educar a los hijos en valores gracias a los caballos. Y el poder compartirl­o con amigos y disfrutar esta pasión, es el regalo más grande que hemos recibido en la vida”.

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