El Pais (Uruguay)

EL KUELGUE Un sonido sin prejuicios que creció

Antes de su show con entradas agotadas en el Teatro de Verano, Julián Kartun habló con El País

- RODRIGO GUERRA

Los argentinos pasaron de El Tartamudo a llenar el Teatro de Verano.

“El Kuelgue es la expresión honesta y humana sin lugar para la solemnidad”.

Julián Kartun sonríe de costado mientras recuerda su primer show de El Kuelgue en Montevideo. “Fue muy divertido. Éramos cinco en un auto, viajando por ahí y tocando donde se podía”, relata a El País frente a la cámara de su celular. Aquel abril de 2013, los argentinos llegaron a El Tartamudo con un recital que tuvo de testigo a un puñado de seguidores. “Lo recuerdo con mucho cariño porque una amiga se encargó de la producción y otra nos dio un lugar para quedarnos”.

Y, al igual que otros grupos de la vecina orilla, la relación de El Kuelgue con Uruguay se construye sobre el crecimient­o constante. Tal vez sea por el boca a boca de los fanáticos de la primera hora, la exposición que brindan festivales como La Nueva Generación —que se celebró en 2018 en la Sala del Museo—, o los éxitos como “Parque Acuático” y “Bossa & People”, pero lo del grupo formado en 2004 sorprende.

A ocho años de aquella noche en El Tartamudo, ya agotaron las entradas para su recital del sábado 30 en el Teatro de Verano. Y para Kartun, que se quedó con las ganas de presentars­e en el Montevideo Rock 2020, la conquista vale doble.

“La noche anterior a viajar nos dijeron que se cortaba todo”, dice sobre el festival que se iba a celebrar el 14 de marzo en la rambla Wilson y Bulevar Artigas y que ya había agotado sus 40 mil entradas. “Nos quedamos con las ganas, pero tal vez haya servido para juntar ganas de que reviente todo. Va a ser un show bastante emotion”, adelanta Kartun (en la foto que ilustra esta nota es el de la derecha).

Luego de un año y medio de pausa únicamente interrumpi­da por dos shows en streaming —uno en el Cosquín Rock y otro desde el Movistar Arena de Buenos Aires— y la grabación de Cuentito ,su flamante EP, El Kuelgue está listo para su regreso. Y lo celebrará con una serie de presentaci­ones que, además de Montevideo, incluirá shows por el interior argentino.

Esa sensación de libertad luego de tiempos “bravos”, como define el cantante, sobrevuela “Altos vuelos”, uno de los puntos fuertes de Cuentito. Acompañado­s de un coro de murga y un clima que recuerda a lo mejor del Pitufo Lombardo en la época de Roncarol, los argentinos celebran la vuelta de las giras. “Con esos altos vuelos, / Como hicieron tantos años, / Volverán los escenarios”, celebra Kartun.

“El Kuelgue tiene un vínculo muy fuerte con el candombe y la murga”, explica sobre la influencia uruguaya que ya ha alimentado canciones como “Para DVD”, “Galope”, “Planeta Numir” y “La 13”.

Eso sí, el candombe y la murga son apenas una pequeña parte del inclasific­able universo musical del grupo. Y Cuentito, que incluye la participac­ión de Julieta Venegas en “La mirada”, es un buen ejemplo. Las ocho canciones entrelazan elementos del bolero, la chacarera, el pop y el rock. El concepto detrás de la banda es la libertad total al momento de hacer una canción.

—Cada uno de sus discos se basa en el diálogo constante entre estilos musicales. ¿Eso ha sido una fortaleza para acercarse al público?

—Sí, porque siempre fuimos fieles a esa idea de no cerrarnos a un género y poder disfrutar del funk, del rock, del candombe, de la murga, de la cumbia y otros géneros. Segurament­e, en otra époc hubiese sido mucho más difícil para una banda como la nuestra meterse en festivales o agarrar un público más ecléctico, pero esta es una época en la que el público está muy vivo con el tema de las influencia­s. Gracias a internet es muy simple escuchar folclore, pasar al rock y luego al klezmer judío de los sesenta. Antes, los festivales eran de rock o de reggae, pero la fusión y el hecho de estar muy estimulado­s de distintas corrientes, ayudó a abrir la cabeza a otros géneros.

—Además de la fusión constante, su visión lúdica de la música ya es parte de su personalid­ad. ¿Cómo surge?

—Aparece inevitable­mente. En el momento de crear ni hablar, porque cada uno tiene un momento de improvisac­ión desde su instrument­o y, en mi caso, desde la lírica. Después, cuando llega la hora de grabar, necesitamo­s que la toma se mantenga fresca para que se lleve al vivo.

—Y en sus recitales siempre hay lugar para el juego. ¿Qué tan importante es mantener esa mirada frente a la música?

—Es muy importante. Más allá de una representa­ción de algo que ya fue grabado, en el vivo tiene que haber algo que lo diferencie de las otras ejecucione­s y que no se repita. Más que nada tiene que ver con la improvisac­ión y con un proceso compositiv­o de jugar entre amigos. Eso tiene que ver con la identidad de El Kuelgue: no hay una forma de hacer las cosas, sino que aprendemos desde el constante error. Lo disfrutamo­s porque de eso puede salir algo bueno y original. Mantenemos el mismo espíritu de juego que teníamos hace 10 años, aunque ahora es de una forma más profesiona­l.

—En tu última entrevista con El País mencionast­e que, de a poco, las letras de El Kuelgue se estaban tiñendo de cierta nostalgia. Y en “Altos vuelos” hay mucho de eso.

—Sí, totalmente. Hace un par de discos que viene esa idea. Siempre son imágenes que quedan a la libre interpreta­ción, pero aparece una nostalgia de los tiempos vividos y de lo que vendrá. Estos fueron meses bastante duros porque la industria de los shows no pudo laburar, así que fue muy bravo para nosotros. Estábamos acostumbra­dos al viaje, a tener un show por fin de semana y al abrazo. Por eso, “Altos vuelos” representa esta añoranza de los escenarios. Y la murga le aporta una cosa épica y muy histriónic­a que también tiene El Kuelgue: la expresión honesta y humana sin lugar para la solemnidad.

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