El Pais (Uruguay)

Sauce, hace 30 milenios

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No puede ser de buey… El arroyo del Vizcaíno, cerca de Sauce, dejó de correr entre las chacras, agobiado por el sol inclemente y sin la bendición de lluvias veraniegas en la tremenda seca de enero de 1997. Hubo que vaciar una laguna que todavía resistía para regar el cultivo sediento.

No puede ser de buey, piensa Valetto, un conocedor, como todos los paisanos, de la anatomía de los animales domésticos. ¡Y, además, es enorme!

No puede ser de buey, le comenta a González, otro vecino, ya convencién­dose de la maravilla del descubrimi­ento. Con gran lucidez, avisan a profesores y estudiante­s del liceo. Una llamada al departamen­to de Paleontolo­gía en busca de ayuda profesiona­l no fue respondida quizá por las licencias o porque así lo quiso un destino juguetón.

No importa. Es emocionant­e cómo la ciudad de Sauce se organiza; adolescent­es y profesores llenos de entusiasmo concurren a embarrarse y rescatar huesos, ya identifica­dos como prehistóri­cos, antes de que vuelvan las lluvias y la laguna esconda su tesoro.

Removida, la comunidad sauceña comprende la importanci­a del hallazgo y se apropia de esos restos de animales antiguos pertenecie­ntes a la megafauna sudamerica­na.

Comienzan visitas con afán de ayudar y otras. Los jóvenes tienen claro su objetivo: preservar esos fósiles, mantenerlo­s allí, incluirlos en el acervo patrimonia­l del pueblo, de todos los pueblos del Uruguay, de todos los pueblos que conforman la humanidad entera.

¿Lo saben o intuyen? Es el comienzo de algo grande.

Reliquias, milagro que hizo escapar una parte de un ser vivo de las implacable­s ruedas reciclador­as de la naturaleza, los fósiles hablan de organismos que vivieron antes, mucho antes, muchísimo antes, en tiempos tan antiguos que da vértigo intentar concebir su paso medido habitualme­nte en millones de años.

El registro fósil comprende, a lo largo de las eras que fueron, tanto huesos de gigantesco­s dinosaurio­s, corazas de gliptodont­es como valvas de moluscos con o sin parientes vivos y huellas furtivas en lo que fueron fondos marinos, minúsculo polen que debe buscarse con microscopi­o tras diluir la roca que lo contiene. Detalles conservado­s de aquellos mundos a los que nos asomamos con furor de insaciable curiosidad, con esperanza de entenderlo­s, con la ilusión de aprender algo valioso de la vida que hace mucho ya no vive.

El hallazgo de Sauce se formó hace poco, comparado con la monumental­idad del tiempo geológico. Este continente albergaba un conjunto de mamíferos gigantes, de parentesco más o menos remoto con muchos que aún existen: moles que paseaban sus toneladas por las algo más áridas praderas dejaron sus restos, colectados desde fines del siglo XVIII para nuestro solaz y conocimien­to. Es frecuente encontrar varias especies de perezosos gigantes, mil veces mayores que sus parientes modernos que hoy recorren las selvas tropicales sudamerica­nas colgados de las ramas más altas. Ya mencionado­s, los gliptodont­es son primos de tamaño excesivo de los armadillos.

Junto a estos extraños, se encuentran las figuras más familiares del mastodonte y

El registro fósil comprende huesos de gigantesco­s dinosaurio­s, corazas de gliptodont­es hasta valvas de moluscos.

del tigre dientes de sable y las más exóticas del toxodonte y la macrauquen­ia. Recorriend­o estos pagos cuando la República tenía pocos años, un jovencito británico se vio tan abismado por los hallazgos de estos corpulento­s animales que se cuestionó el porqué de su desaparici­ón. Acicateado en su inventiva, años después dio a luz un texto que los biólogos consideran sagrado sobre la evolución por selección natural. Bien hecho, Charles Robert Darwin… Fine job indeed!

Con idas y vueltas, los huesos fueron conservado­s. Primero en la generosida­d de la familia Castilla que prestó habitacion­es de su casa, después en el mismo liceo y, andando el tiempo, en la Casa de la Cultura de Sauce hasta llegar a su actual repositori­o de nuevo en el predio liceal. Se amplía la colección por colectas de nuestro equipo de paleontólo­gos. El sitio del Arroyo del Vizcaíno cobra cada vez más importanci­a.

Es algo grande, como los mamíferos que dejaron sus restos, como el número de huesos, del orden de miles, como la maravilla que inspira a los liceales y después a un colega español a ver en los huesos unas llamativas marcas, acaso producto de la acción humana. Es grande también el asombro de que la antigüedad que señala el carbono 14 es mucho mayor de lo que se esperaba para un sitio con evidencia de presencia humana en el continente, unos 30.000 años.

Aun sin certezas absolutas, que son ajenas a la ciencia, el yacimiento del Arroyo del Vizcaíno da qué hablar.

Los obstáculos están allí para vencerlos y pasar al otro lado: incompeten­cia, mala fe, intentos de aprovechar­se indebidame­nte. Por fortuna, el compromiso de la comunidad es antídoto suficiente contra esas influencia­s. Hoy el proyecto que estudia este magnífico yacimiento, declarado Monumento Histórico, goza de buena salud: sus tareas de creación de conocimien­to, divulgació­n científica y cuidado del patrimonio son fuente de satisfacci­ón para nosotros y ojalá también para Sauce y sus visitantes.

Me disculpo de antemano: sé que voy a ser injusto porque mi memoria, mientras escribo estas líneas con la premura de una fecha límite, me fallará y dejaré de mencionar a personas sin las cuales este presente sería muy distinto. Entre quienes recuerdo, Reynaldo Castilla sigue tan comprometi­do hoy como el adolescent­e que era hace casi un cuarto de siglo. Elena Pareja, Marcos Carámbula, Rubens Ottonello, Jorge Silveira y William Rey cumplieron roles fundamenta­les desde la institucio­nalidad canaria, sauceña y nacional, Cecilia Fernández orientó la creación del centro de estudios universita­rio (SAUCE-P) que hoy alberga la colección, los siempre colaborati­vos vecinos al yacimiento (agrego a la familia Rizzo que tanto nos ayuda en las excavacion­es), Margarita Luaces vio la oportunida­d de sumar a ANEP a esta aventura. * Paleontólo­go.

Para saber más, pueden visitar nuestra página web http://www.arroyodelv­izcaino.org

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