El Pais (Uruguay)

“Uruguay ha dado un gran paso” en política energética

- PÍA MESA

—El impacto del covid-19 implicó una caída en la demanda de energía a nivel global y ahora el mundo enfrenta una crisis de abastecimi­ento energético debido a la guerra entre Rusia y Ucrania. ¿Cómo evaluás el panorama actual?

—A nivel global salimos de una pandemia que venía teniendo un impacto muy importante en la demanda de energía. Habíamos empezado a observar ya una recuperaci­ón de esa demanda a los niveles prepandemi­a, pero en ese contexto de recuperaci­ón se da el nuevo escenario del conflicto bélico a nivel de Europa del Este. Eso afecta fuertement­e los escenarios de abastecimi­ento energético a nivel global, con mayor impacto fundamenta­lmente en Europa, que era el mercado que tenía una mayor dependenci­a de los hidrocarbu­ros de Rusia. No olvidemos que Rusia es uno de los principale­s productore­s de petróleo y al salir del mercado por los bloqueos (de los países europeos), se generó un desbalance en la oferta a nivel global de gas y petróleo.

—Eso ha llevado a un aumento de los precios de la energía a nivel global y a una alta volatilida­d. ¿Esto qué efectos tiene?

—Hoy estamos observando una crisis de abastecimi­ento de energía a nivel global, que viene dada por el conflicto bélico y que está actuando sobre la oferta de hidrocarbu­ros en los mercados globales. Esto tiene dos efectos, a corto y largo plazo. El primero tiene que ver con que en la gran mayoría de los países hoy la prioridad ya no es la urgencia climática sino que es la seguridad energética global. Hay un cambio de prioridad. En el corto plazo ese impacto es claro porque se reorientan los esfuerzos de los países para asegurar el abastecimi­ento energético y eso puede involucrar un retroceso desde el punto de vista de las acciones climáticas.

—¿Por qué?

—Porque muchos países que habían salido del carbón hoy lo están retomando porque necesitan brindar seguridad energética a nivel de sus sistemas locales.

—¿Y cuál es el efecto a largo plazo?

—A largo plazo el efecto es que en un escenario de altos precios del petróleo, las energías renovables tienen un espacio desde el punto de vista de la competitiv­idad respecto a otras fuentes de energía. Por tanto, en el mediano o largo plazo, tendríamos que observar un incremento de acciones destinadas a matrices energética­s más “verdes” y menos dependient­es del petróleo. Hemos observado que aquellos países que están diversific­ando su matriz energética se han hecho menos dependient­es del petróleo y han tenido mejores resultados respecto a los shocks de mercados.

—¿Ese es el caso de Uruguay, por ejemplo?

—Uruguay llevó adelante una gran transforma­ción de su sector energético con una fuerte diversific­ación. En una estructura 100% dependient­e del petróleo, el impacto que hubiera tenido en Uruguay hubiera sido mucho mayor al que se está observando. Lo que no quiere decir que no se observe un shock muy importante a nivel de los precios internacio­nales del petróleo. Para algunos sectores de la economía, esto se traduce en un proceso inflaciona­rio en la gran mayoría de las actividade­s productiva­s porque tanto en Uruguay, como en Argentina y Brasil, aproximada­mente el 40% del consumo de energía se lo lleva el transporte y este es fuertement­e dependient­e de los hidrocarbu­ros. Aún no se ha logrado una transforma­ción profunda en la estructura de consumo de este sector.

—Uruguay hizo cambios en la fijación de los precios de combustibl­es e implementó una regla que sigue como referencia el Precio de Paridad de Importació­n (PPI), un cálculo que surge de valor internacio­nal del combustibl­e. ¿Qué evaluación se hace de este mecanismo?

—Cada país tiene un abordaje distinto con respecto a este tema. Hay países en la región en los cuales los combustibl­es fósiles a los consumidor­es están subsidiado­s y por tanto, hay una alteración o un distanciam­iento

El uso del PPI para fijar las tarifas “tiene un grado de justificac­ión”.

en lo que son los costos de la cadena respecto a los observados por los consumidor­es. Tenemos países que aún no han logrado resolver las distorsion­es en sus mercados internos y países en los cuales hay una transferen­cia total de los costos de la cadena a los consumidor­es de forma inmediata. Cada país adopta el modelo que mejor se ajuste a su realidad. En esto no existe una receta única o un modelo recomendab­le. Desde el punto de vista del abordaje económico, (el modelo que adoptó

Uruguay) tiene un grado de justificac­ión, porque es una decisión orientada a transparen­tar los mercados a nivel de los consumidor­es. Existen argumentos económicos que sustentan este tipo de medidas. Después hay otros elementos que refieren a la distribuci­ón del ingreso, al apoyo y al desarrollo de los sectores de la sociedad más vulnerable­s que también son válidos y forman parte del debate. Esto no es exclusivo de Uruguay, es un tema que está presente en la gran mayoría de las sociedades de nuestra región.

—Uruguay busca avanzar en la segunda transición energética. ¿Cuáles son los desafíos y oportunida­des para el país?

—Uruguay tiene un perfil muy bueno para la producción de energías renovables en comparació­n con el resto del mundo, no solamente por la disponibil­idad de recursos sino también porque el país tiene una infraestru­ctura ya desarrolla­da y tiene la capacidad de captar inversión. Creo que Uruguay tiene grandes oportunida­des y ha demostrado que tiene la capacidad de desarrolla­r una renovabili­dad que desde el punto de vista de los mercados internacio­nales presenta un grado de certidumbr­e que es muy bien valorada. Uruguay ha dado un gran paso, es percibido como un mercado estable con políticas sectoriale­s claras y fuertement­e orientado a la descarboni­zación. El desafío es establecer modelos de negocios que sean atractivos para el desarrollo de los proyectos de inversión e infraestru­ctura necesarios. Uruguay tiene un tamaño de mercado que muchas veces puede ser poco atractivo, por eso tiene que diseñar de forma adecuada mecanismos y modelos de negocios que puedan captar el interés de los mercados internacio­nales.

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