El Pais (Uruguay)

CRISTINA PERI ROSSI La ceremonia: Cecilia Roth leyó el discurso de la escritora

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—Dijo que el Cervantes ha sido un acto de justicia. ¿Por qué?

—Porque unía a España con Hispanoamé­rica a pesar de las distancias geográfica­s y de que en España el durazno se llama melocotón, y la pollera (palabra horrenda) falda, a cual de las dos peor.

—Una vez explicó: “Cuando me preguntan por qué no vuelvo a vivir a Montevideo, yo respondo que es por nostalgia, porque sufrí una nostalgia muy grande durante trece años por no poder volver a Montevideo y ahora no estoy dispuesta a vivir con nostalgia de Barcelona. Por lo tanto, me he convertido en lo que nunca quise ser: alguien con dos patrias y con dos memorias”. ¿Haber ganado el Cervantes remienda en un punto esas patrias separadas? ¿Sigue sintiendo nostalgia?

—Soy una persona nostálgica, tierna y melancólic­a (además de apasionada y empática) y me causan nostalgia los atardecere­s, la música de Chopin, la muerte de Mónica Vitti, las canciones de

■ Cristina Peri Rossi, que recibió este viernes el Premio Cervantes, aseguró que los versos no salvan “a los que mueren por las bombas y los misiles en la culta Europa”.

El galardón fue entregado por el rey de España y recogido por la actriz argentina Cecilia Roth en nombre de Peri Rossi, quien no pudo asistir a la ceremonia en el Paraninfo de la Universida­d de Alcalá de Henares (Madrid) por problemas de salud.

En el discurso leído por Roth recordó su primera lectura del Quijote, y destacó cómo los motivos de las guerras han sido “el ansia de poder y la ambición económica, algo típicament­e masculino”. El ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, ha ensalzado la figura de Peri Rossi, “exiliada, mujer, lesbiana” y en cuya trayectori­a no ha habido “ninguna concesión al mercado”, porque su literatura ha seguido “un pulso propio” y ha “preservado intacta la autenticid­ad”. El Cervantes, el galardón más relevante de las letras hispanas, se traduce en una estatuilla, recogida también por Roth, y en un premio económico de 125 mil euros, alrededor de 144.800 dólares.

Ella Fitzgerald, el sabor del agua mineral de Uruguay, los asados criollos, las confitería­s de Berlín y la rambla de Piriápolis. Es posible que si me fuera de Barcelona sintiera nostalgia por el restaurant­e Flo, por el Barrio Gótico, y por los cines Verdi. Si me descuido y sigo viva tendré nostalgia de no haber obtenido otra vez el Premio Cervantes.

—Su obra tiene, podría decirse, a la poesía como centro de gravedad. ¿Por qué decidió escribir otros géneros?

—Mis primeros cuatro libros publicados en Montevideo (Viviendo, Los museos abandonado­s, El libro de mis primos e Indicios pánicos) antes del golpe militar de 1973 fueron tres de relatos y una novela, solo el último, Evohé, que por cierto tenía como subtítulo poemas eróticos y causó gran escándalo en Montevideo donde fue prohibido, era de poesía. Escribo en todos los géneros —salvo dramaturgi­a— y me parecen complement­arios, no electivos. No me siento más narradora que poeta, ni más poeta que narradora y me gusta muchas veces combinar ambos géneros en el mismo libro. El género lo determina lo que quiero decir, no hay una elección previa y por supuesto menos aún posterior.

La nave de los locos,

—La novela que publicó en 1984 y se reeditó en Uruguay ahora, por HUM, aborda muchos temas, pero sobre todo es una novela sobre los exilios. ¿Cómo ha cambiado (o no) la idea de exilio para usted, que se fue a España y no regresó pero que, sobre todo, ha sido exiliada de muchos lugares y muchas veces?

—Alguna vez dije que todos somos exiliados en algún sentido. Por ejemplo, a veces somos exiliados de una persona que nos echa de su subjetivid­ad o somos exiliados de la economía capitalist­a por la pobreza, o de la comunista por las prohibicio­nes. Los homosexual­es que han vivido en el armario eran exiliados de sí mismos, condición que gracias a la lucha continua y valiente empieza a permitir la integració­n. El exilio comienza en La Biblia con la expulsión de los judíos de Egipto, sigue con Virgi

—Viviendo en Barcelona es muy difícil imaginarme como es el feminismo en cualquier país de América Latina: a Barcelona llegan peruanas a limpiar las casas, bolivianas a cuidar niños, ecuatorian­os a servir de camareros, venezolano­s a recoger chatarra. Hay alguno que viene como jugador de fútbol y se convierte en un nuevo rico. El feminismo está completame­nte justificad­o en cualquier país de América Latina y del mundo pero yo solo he sido testigo de su prodigioso crecimient­o en España. Mi feminismo adelantado a su época —sutil, ideológico, realista, y muchas veces periodísti­co— está en la concepción general de mi obra como la obra de una mujer comprometi­da.

—¿Cómo se encuentra ahora su salud?

—Mi salud ha cronificad­o todos sus males, de modo que no estoy bien.

—¿Por qué escribe? ¿Su casa sigue siendo la escritura?

—Escribo contra la muerte, contra la fugacidad, contra las injusticia­s. Escribo porque amo las palabras y porque hacen música en mis oídos. También porque me permiten superar la realidad de la enfermedad o cualquier otra realidad desagradab­le. Sí, mi casa sigue siendo la escritura, aunque a veces la abandono para visitar otras casas, como las viejas películas del cine negro, las canciones de Mina o de Lara Fabián, o las conversaci­ones con amigos acogedores.

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