El Pais (Uruguay)

Acuerdo por los océanos

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Una de las dificultad­es que se encuentran al intentar proteger los ecosistema­s marinos y sus recursos es conciliar los intereses exclusivos de los Estados sobre ellos, y los intereses inclusivos de toda la Humanidad. Esas dificultad­es tienen varias dimensione­s.

Una de ellas es el tiempo. Los gobiernos suelen tener perspectiv­as de corto plazo, la Naturaleza se mueve en plazos de muy larga duración, en pasos impercepti­bles que se acumulan con el tiempo y, llegado un determinad­o umbral, se convierten el circunstan­cias irreversib­les.

Otra dimensión es la del espacio.

Los ecosistema­s persisten en no ajustarse obedientem­ente a las pulcras líneas rojas que los Estados trazan en sus mapas y cartas náuticas. Ello lleva a la colisión entre, por una parte, los conceptos jurídicos y políticos (e incluso emocionale­s) de soberanía y jurisdicci­ón; y, por la otra, la estructura de los ecosistema­s definidos por la geografía, el clima y la biología. Los esfuerzos para establecer un equilibrio entre estos dos elementos no han sido demasiado exitosos.

Un ejemplo son las normas sobre administra­ción de los recursos pesqueros en la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. La Convención distingue entre las especies de peces que se encuentran en las zonas económicas exclusivas de dos o más Estados ribereños, las que existen tanto de la zona económica como en el área más allá de ella, y las altamente migratoria­s. La necesidad de asegurar la explotació­n sustentabl­e y racional de algunos de esos recursos compartido­s conduce a la instalació­n de organismos pesqueros regionales (o binacional­es, como sucede en el Frente Marítimo argentinou­ruguayo), la formulació­n de nuevos acuerdos regionales o en una escala global (Acuerdo sobre las poblacione­s de peces transzonal­es y las poblacione­s de peces altamente migratorio­s de 1995), y a una plétora de normas de derecho blando (Código para la pesca responsabl­e) y resolucion­es de FAO.

En marzo se reanudaron en Nueva York, luego de la demora causada por la pandemia de COVID, las negociacio­nes para elaborar un proyecto de acuerdo relativo a la conservaci­ón y el uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicci­ón nacional. Estas incluyen solamente la alta mar y los fondos marinos fuera del límite exterior de la plataforma continenta­l de los países ribereños. Es el área más complicada porque en ella rigen las libertades

Avanza la elaboració­n de un proyecto de convención para proteger la biodiversi­dad en alta mar.

de la alta mar.

El proyecto de tratado sobre biodiversi­dad se refiere a un conjuntos de asuntos clave, como los recursos genéticos marinos, los beneficios derivados de ello, su administra­ción racional, los estudios de impacto ambiental y la transferen­cia de tecnología y capacitaci­ón. Uno de los temas más importante­s es la definición de “mecanismos de gestión basados en zonas geográfica­s”. Todo un tema.

Un aspecto importante es que el proyecto de tratado se esfuerza en dejar bien claro que no colisionar­á con los derechos, jurisdicci­ón ni deberes de los Estados estipulado­s en la Convención sobre el Derecho del Mar y que sus provisione­s deberán ser interpreta­das y aplicada en el contexto y de una manera consistent­es con aquella.

La intención es que la Asamblea General de las Naciones Unidas resuelva en agosto convocar una nueva sesión para avanzar en el proyecto.

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