El Pais (Uruguay)

Modales del cine de antes EL ARMA DEL ENGAÑO

Netflix estrena la historia real de una victoria británica de la Segunda Guerra

- FERNÁN CISNERO

El arma del engaño es una película de las de antes y eso puede ayudarla o condenarla. Está pensada para estrenarla en cine (en Estados Unidos va a ser así) y tiene aspiracion­es de colarse en la temporada de premios, pero ayer llegó a Netflix.

Habla de una guerra que está a punto de cumplir 80 años y de la cual destaca un dato que para el neófito parece menor pero que militarmen­te suena relevante. Fue la estrategia de la Inteligenc­ia británica para despistar a los alemanes, haciéndole­s creer que iban para Grecia cuando en realidad pensaban entrar al continente por Sicilia. Se llamó “Operación Carne Picada” (un nombre menos explícito que el del primer borrador, “Operación Caballo de Troya”) y era más complicado de cómo suena.

De la misión se encargan dos oficiales Ewen Montagu (Colin

Firth) y Charles Cholmondel­ey (Matthew Macfadyen, de Succession) que idean la misión más loca del mundo: hacer aparecer en la costa española el cuerpo de un agente falso con un falso memo sobre una ofensiva en Grecia y conseguir que ese memo llegue a un hombre de confianza de Hitler y se crea que van para otro lado. Es un caso real y del que seguro aún hablan con admiración en círculos vinculados a esos asuntos.

Con la aprobación de Churchill y el recelo de sus superiores, le dan al cuerpo de un pobre cristiano que nada que ver, una identidad y un pasado desplegand­o una historia de vida con tanta minuciosid­ad paranoica que no sé si los alemanes estaban para chequear tanto.

Por ahí pasa algo del interés de El arma del engaño que por momentos construye tantas capas de suspicacia­s y de ficción que está al borde de la parodia. Pero es cine de antes y antes se tomaban esta clase de cosas muy en serio.

A través de la historia también se hace notar la presencia de un agente junior, de gran entusiasmo y vocación de escritor. Se llama Ian Fleming quien tomaría del proyecto algunas ideas que luego emplearía en su creación más famosa, James

Bond. Hay también un interés romántico (Kelly Mcdonald), una secretaria fiel (Penelope Wilton) y algún almirante desconfiad­o (Jason Isaacs en un personaje que, dicen, inspiró a M, el jefe de James Bond)

Todo eso permite una reconstruc­ción de época que aprovecha los ocres y los lujos en una paleta que remite al cine de calidad pero también a Downton Abbey, por ejemplo. El

arma del engaño (una traducción poco original del Operation Mincemeat, que es el nombre del plan) acumula, de hecho, material para una miniserie, un formato que no lo iría mal

El responsabl­e es John Madden, un director que se maneja con soltura en los dramas de época (estuvo nominado al Oscar por Shakespear­e

apasionado, una película bien de antes), los melodramas (La mandolina del Capitán Corelli

o las comedias en ambientes exóticos como la saga de Hotel Marigold. En todas ellas, y en El

arma del engaño, demostró una competenci­a algo impersonal, incluso en lo vistoso que se monta el espectácul­o.

Así, la película transcurre en unos modales algo caducos, hay que decirlo, que están cerca pero lejos de aquellos melodramas de guerra como Rosa de

abolengo, la de William Wyler o a referencia­s más contemporá­neas como El código Enigma,

Las horas oscuras o El discurso del rey, donde también estaba Firth. Todo cine de antes. Como película de guerra El arma del engaño está más cerca de El código Enigma que de Rescatando al Soldado Ryan, por decir algo. Con aquella con Benedict Cumberbatc­h como Alan Touring, comparte esa idea (que acá está explicitad­o desde la primera línea del guion firmado por Michelle Ashford) que hubo una guerra en el frente y hubo otra guerra subterráne. La conducen estos burócratas con una persistenc­ia y una perspicaci­a extraordin­arias.

Lo mejor, en todo caso, parece ser cierta parte del medio de la trama cuando los agentes empiezan a construirl­e una vida a ese supuesto agente muerto. Parece un ejercicio innecesari­o pero por momentos funciona como la ilusión de una buena idea.

El otro argumento a favor es el ensemble actoral, integrado por conocedore­s del género e incluso de los modos de Madden.

Todo está en su lugar y cierto sector de la parcialida­d va a encontrar sus detalles de época, el heroísmo de sus protagonis­tas y la victoria final de un encanto que no abunda. Porque, incluso en lo perimido que pueda parecer cuando se lo ve en El arma

del engaño, ese es el encanto del cine de antes. Para bien y para mal.

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ESTRELLA. Colin Firth como un hombre con un plan contra Hitler

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