El Pais (Uruguay)

A propósito de Núñez

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El psicólogo Gerardo Núñez fue denunciado por actos de violencia contra su ex pareja. La Justicia lo distanció de la víctima y lo sometió a un programa educativo. Él acató. Y además pidió licencia como Representa­nte Nacional a la espera de que sus camaradas del Partido Comunista decidan su destino.

Entretanto, las militantes femeninas de género anuncian que “no se quedarán calladas cuando quien ejerce la violencia es alguien que ocupa un cargo político”, pues los hombres públicos “deben ser modelos de comportami­ento, sobre todo cuando se trata de quienes han sido electos para representa­rnos”. Algo en lo cual obviamente estamos de acuerdo.

Pero a renglón seguido reclaman que el señor Núñez sea obligado a abandonar la banca, argumentan­do que “Los feminismos como movimiento social y político siempre se han vinculado profundame­nte con ideales de izquierda, donde coincidimo­s en luchas históricas como lo es la lucha por una sociedad sin explotados ni explotador­es, la lucha contra el capitalism­o y la lucha de clases, entre otras. Por tal motivo esta conducta nos parece totalmente inadmisibl­e”. ¡Y con eso ya no podemos concordar!

La reivindica­ción espiritual de la mujer nació 18 siglos antes de que en la Asamblea Constituye­nte surgida de la Revolución Francesa, unos diputados se sentaran a la izquierda y otros a la derecha, marcando el simbolismo de esa división.

La batalla por la igualación terrenal de la mujer no se consagró en el Uruguay por el voto de la izquierda, sino por la visión republican­a y justiciera de los partidos tradiciona­les.

Fueron ellos los que en la Constituci­ón de 1918 abrieron la posibilida­d del voto femenino. Y fue por el talento de los legislador­es batllistas y herrerista­s —colorados y blancos—, que en 1946 se consagró por ley la absoluta igualdad civil de la mujer y el hombre y hasta se los declaró titulares conjuntos de la patria potestad. Con lo cual el Uruguay marcó rumbos en América.

Eso fue así a lo largo de un siglo, en el cual los partidos de mayor raigambre histórica no se dejaron inficionar por los dogmas de la lucha de clases. No los aceptaron nunca como criterio para interpreta­r la historia y no los usaron nunca como método para apoderarse de los poderes públicos. Y porque así fue y así sigue siendo, esos partidos hoy no están embarcados en las contraposi­ciones —crispadas con libretos de Gramsci y Marcuse— por las cuales se solivianta­n sin freno las luchas de género, en vez de armonizarl­as, en todos y para

Quienes apuntamos a la convivenci­a fraterna, tenemos que ver con alarma una bipolarida­d fascista.

todos, amplifican­do la luz del respeto recíproco y la libertad.

En la filosofía de la Constituci­ón Nacional, lo primero es la persona con sus derechos intrínseco­s. El andamiaje institucio­nal se construye sobre ella, para mejor servirla.

Quienes apuntamos a la convivenci­a fraterna y no al desguace de unos por otros, tenemos que ver con alarma que se introduzca una bipolarida­d fascista, en el país que aprendió a aplaudir y condenar pero también aprendió que el Derecho contiene una fraterna comprensió­n hacia las debilidade­s humanas e impone castigos proporcion­ados, sin muerte civil ni siquiera para el peor de los delincuent­es.

En el Uruguay, ante un episodio como éste la conciencia personal y pública no debe depender de los forcejeos íntimos de un partido ni puede sustituirs­e por la grita fanática que aquí evidenciam­os.

También después de enfrentar errores y culpas —¿quién no los tuvo nunca?—, la persona sigue teniendo derechos.

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