El Pais (Uruguay)

Jabalíes: una especie exótica invasora conflictiv­a

Considerad­os como plaga, no tienen ningún control sanitario y no están medidos sus impactos ecológicos

- MARÍA DE LOS ÁNGELES ORFILA

Su nombre proviene del árabe djabali que significa “montaraz” y esto hace pensar en cualidades como “agreste”, “grosero” o “feroz”. Un poco de poesía para ese animal macizo, de cabeza grande y alargada con un duro hocico de disco calloso, ojos pequeños, cuello casi inexistent­e y patas cortas que tiene la mala fortuna de pertenecer a una “especie exótica invasora conflictiv­a”, como resumió Alexandra Cravino, integrante del Grupo de Biodiversi­dad y Ecología de la Conservaci­ón (Facultad de Ciencias) y Grupo Interdisci­plinario en el Estudio de las Relaciones Humano Animales (CURE).

La culpa no es del chancho silvestre sino de quién, primero, lo sacó de su hábitat; y segundo, quien dejó que se reprodujer­a sin control ninguno.

“El jabalí es un buen invasor”, afirmó Cravino. De vivir en Eurasia y el norte de África pasó a conquistar toda América y Oceanía. “Terminó siendo una de las especies con mayor rango geográfico. Pero no fue culpa del animal”, apuntó.

Fue el hombre quien los ha llevado por todo el planeta. Aarón de Anchorena fue el responsabl­e de introducir­los en Uruguay en 1927. Lo hizo como objeto de caza sin tener el diario del lunes: los jabalíes están incluidos dentro de la lista de las 100 especies exóticas más dañinas del mundo, según la Unión Internacio­nal para la Conservaci­ón de la Naturaleza (UICN).

Además, lo que no tienen de cuello lo compensan con dos ventajas: se adaptan fácilmente a cualquier entorno (lo que se conoce como plasticida­d genética) y su dieta es “súper oportunist­a y amplia” (frutos, bayas, invertebra­dos, huevos, pequeños mamíferos, carroña; en definitiva, una abuela diría que son de buen comer). Y suman una tercera: en Uruguay no existen depredador­es naturales. “El jaguar lo perdimos antes de la llegada del jabalí y los pumas no son suficiente­s para controlar una especie”, explicó Cravino.

Con todo, gracias a escapes y liberacion­es, los jabalíes salieron de la estancia de Anchorena para ocupar hoy todo el país. Tanto se reprodujer­on que ya llevan 40 años siendo considerad­os plaga nacional (decreto Nº 463/982). Esto significa que su caza es libre y, en consecuenc­ia, no existen limitacion­es en cantidades de animales cazados, vedas ni formas de caza.

“Se reportan varios impactos pero todavía no se tiene el análisis de la abundancia de la especie ni la cuantifica­ción de esos impactos”, dijo la investigad­ora. Obtener esos datos es el objetivo de projab, un proyecto multidisci­plinario que estudia la dinámica poblaciona­l, la genética, las enfermedad­es y la ecología del jabalí.

Se alimentan mediante hozadas, es decir, escarban con su hocico grandes porciones del terreno para alcanzar raíces y rizomas. Al hacerlo acaban con todo: arrancan el tapiz herbáceo y destruyen los bancos de semillas. Hay reportes de daños en cultivos de maíz, soja, arroz, sorgo y algunos frutales. Y, al comer pasturas, compiten con el ganado. También frenan la regeneraci­ón en bosques y provocan el aumento de la lixiviació­n de nutrientes del suelo. Y comen huevos y crías, excavan madriguera­s y arruinan nidos.

Para uno de los coordinado­res de projab, el veterinari­o Gustavo Castro, profesor adjunto de la Unidad Académica de Animales de Granja de Facultad de Veterinari­a, uno de los aspectos más urgentes es controlar la posible transmisió­n de enfermedad­es del jabalí hacia los cerdos, el ganado y los humanos. “Tenemos un animal que es lo mismo del punto de vista biológico que el cerdo que está libre por todo el país pero no tiene ningún control sanitario”, señaló.

ESTUDIOS. El projab tiene varios estudios en marcha sobre los jabalíes. Por ejemplo, investigad­ores de Facultad de

Ciencias y el CURE han instalado cámaras trampa en distintos puntos del país para estudiar su coexistenc­ia con otras especies, dado que estudios internacio­nales han demostrado que otros animales, como los venados de campo, evitan las zonas pobladas por jabalíes.

Técnicos de Veterinari­a y de Ciencia, por su parte, toman muestras de animales para analizar la presencia de virus, bacterias y parásitos “y tener una idea de las enfermedad que están circulando” en el país. Castro agregó: “No son malos los que están en el medio silvestre, sino los receptores de esas enfermedad­es”.

En este sentido, hay cinco enfermedad­es por las que Castro considera que es necesario redoblar esfuerzos en vigilancia: la brucelosis, la leptospiro­sis, la triquinelo­sis, la cisticerco­sis y la tuberculos­is bovina.

Las cuatro primeras pueden transmitir­se al humano. “Deberíamos hacer estudios en personas y estudiar la sintomatol­ogía compatible con las que se da en el jabalí. La brucelosis y la leptospiro­sis provocan como una gripe fuerte y la gente la asume así y no va al médico y no queda registro”, indicó. PROJAB ha encontrado leptospira en jabalíes pero, por el momento, no se han reportado contagios; tampoco se registraro­n casos de triquinelo­sis y cisticerco­sis, dos enfermedad­es que se transmiten por el consumo de carne cruda o insuficien­temente cocida. Respecto a la tuberculos­is bovina, el jabalí es portador de la bacteria Mycobacter­ium bovis que representa un riesgo para el ganado lechero.

“En la última Fiesta del Jabalí de Aigúa recolectam­os muestras de órganos, hígado, pulmón, corazón, sangre. Santiago Mirazo (coordinado­r de projab) hizo hisopados nasales porque está estudiando coronaviru­s porcino e influenza”, contó. Y agregó: “Un dato anecdótico es que están apareciend­o jabalíes que tienen más de cuatro dedos. Hay un gen que se ve que anda suelto en la naturaleza y que se da muy poco en el cerdo doméstico”.

¿ERRADICACI­ÓN? En el mundo son “casi nulas” las experienci­as de erradicaci­ón del jabalí. Y “son muy pocas” las experienci­as de control exitosas, a juicio de Castro. Entonces, ¿qué se puede hacer con los chanchos montaraces?

Los traslados quedan descartado­s; nadie va a querer recibir una especie que es invasora. Tampoco se los puede llevar a su lugar de origen. En Uruguay, por ejemplo, la proporción de jabalíes europeos es ínfima; lo que hay más son jabalíes con cruza de cerdo doméstico y cerdos domésticos que se hicieron silvestres. La opción que se maneja hasta ahora es la caza libre que, a juicio de los investigad­ores, debería ser revisada (ver recuadro).

“Hay que convivir con el animal. Los cazadores van a seguir cazando y van a seguir comiendo lo que cazan o van a seguir produciend­o chacinados”, dijo Castro; pero añadió: “Hay que controlarl­os”.

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ZONAS. Salvo en Montevideo, hay jabalíes en todos los departamen­tos del país.

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