El Pais (Uruguay)

EL DEBATE POR LA LEY DE GÉNERO

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“Hubo hasta destratos en la propia audiencia, por la pasión que ponen algunos en audiencia. Eso pudo haber llevado a un desborde que fue certificad­o por un médico, y por eso se le concedió la licencia correspond­iente”, explica. Y amplía: “Eso nos llevó a adoptar una postura y ahí llegó Alfaro. La Fiscalía no necesita de nada raro, irregular, mucho menos ilícito para defender sus posturas. ¿Cuál fue la decisión? Si hay alguna omisión, si hubo algún error imputable a la fiscal Viera, se nombró a un equipo profesiona­l, capacitado, que subsanó todo lo que pudo haber sido una omisión en la registraci­ón en el sistema”. Viera, en tanto, anunció que pronto se jubilará.

LEY DE GÉNERO. No sólo Nicolás C. firmó un juicio abreviado reconocien­do la autoría del delito que se le imputa —retribució­n o promesa de retribució­n a menores para que realicen actos sexuales— mientras asegura que él es inocente, y que fue timado en su buena fe. José Luis P. (no es su verdadero nombre) piensa lo mismo, y sus testimonio­s parecen calcados.

“Yo firmé para terminar esto de una vez. Intentaban ingresarme cosas que no se ajustaban a la realidad, pero ante el planteo de un fiscal, el juez siempre se va a inclinar para el lado de la víctima, aunque la víctima esté mintiendo. Ante esa indefensió­n y que no me dejaron ingresar pruebas que demostraba­n mi inocencia, porque supuestame­nte ‘revictimiz­aban’ a la víctima, decidí firmar”, dice por teléfono, mientras cumple condena en su hogar, en el interior del país.

José Luis no hace distinción entre Viera y Alfaro, para él ambas representa­n a una corporació­n que crucifica al supuesto victimario de entrada. “La Justicia no es ecuánime. En materia de violencia de género, el hombre siempre es culpable, aunque sea inocente, y la mujer no miente”, dice el empresario, quien conoció a la principal víctima en un sitio de escorts VIP para adultos.

“Vos cuando entrás a una página web para adultos, ¿con quién te querés contactar? Con adultas, de 18 para arriba. Si la chica te dice que tiene 19, ves las fotos y aparenta 19 o más, después vas a un hotel y ahí en la entrada debe presentar una cédula para pasar a la habitación, la muestra y la dejan pasar. ¿Tengo que pedirle el certificad­o de nacimiento también?”, se pregunta.

En una investigac­ión publicada en esta sección a fines de mayo de 2020 se comprobó que, salvo una de esas páginas, el resto no solicitaba ningún tipo de documentac­ión que demuestre la mayoría de edad de quienes ofrecen allí sus servicios.

Para Balbi, también, la Ley de Violencia Basada en Género torció la balanza a favor de las víctimas. “No tengo dudas, no tengo dudas. Hay que cambiarla. Entiendo que la ley de género viene a remediar todo un mundo machista, masculino, de toda la historia, pero no se puede remediar solo con una ley. Eso termina llevando a injusticia­s”, sostiene en su estudio de Plaza Independen­cia. “Parece que la mujer no miente. No, ¡miente el hombre y miente la mujer! Acá hay que determinar si eso que dice cada uno está reforzado por otro tipo de pruebas. Pareciera que la ley de género le da un plus a la mujer en relaciones de pareja, hay una presunción de que ella dice la verdad. Hay casos notorios que demuestran que no es así”.

Williman, docente del Consultori­o Jurídico de Facultad de Derecho de la Udelar, discrepa: cree que la Fiscalía no “corre con el caballo del comisario” ante un magistrado. “Me ha tocado estar de los dos lados, defendiend­o imputados y defendiend­o víctimas, y en principio nadie tiene asegurado ganar o perder el juicio. Para eso hay que litigar. Creo que Fiscalía va convencida de que tiene razón y podrá demostrarl­o y los abogados que van a juicio van convencido­s de su posición. Nadie puede decir que el juicio está ganado o perdido en Uruguay, no con nuestro sistema judicial”.

El fiscal de Corte se exaspera al explicar algo que le resulta de perogrullo: “(La Ley de Género) es una ley dictada por el Parlamento. Uno pretende la aplicación de las leyes, estamos en democracia, en un estado de derecho y los fiscales pretenden la aplicación de las leyes. El Poder Judicial juzga y hace actuar a los juzgados. Es ley, otra cosa no le puedo decir”, comenta Gómez. Pero igual dice otra cosa: “Si protege más a las mujeres por algo será. Será un análisis de la historia y de la situación que el género femenino ha tenido en esta sociedad. No se olvide que es una ley reciente, de 2018”. Otros abogados, en cambio, repiten como un mantra: “Justicia con perspectiv­a de género no es justicia”.

Alicia Deus, abogada de la principal víctima de Operación Océano, disiente profundame­nte con aquellos que creen que la Ley de Género le quita garantías al proceso. “Se han cumplido todas las etapas legales que establecen las leyes vigentes, el Código Penal y la Constituci­ón. Creo que no se han vulnerado ni violentado ninguna de las garantías para los imputados. Han recurrido e impugnado absolutame­nte todas las resolucion­es que han podido recurrir. Hasta pedido de nulidad, varios. Todos han sido rechazados, el Tribunal Superior les ha rechazado todos los recursos. Quizás entienden que todo el sistema está flechado por el feminismo”, ironiza.

Además, señala Deus, la mayoría de los delitos impuestos en esta causa son regidos por la ley 17.815 (que refiere a la retribució­n o promesa de retribució­n a menores para que realicen actos sexuales). Es una ley de 2004, que precede a la Ley de Violencia Basada en Género.

VÍCTIMAS Y REVICTIMIZ­ACIÓN. Candela G. —tal como este cronista la llamó en el libro Sugar Daddy, la trama de la Operación Océano (2020)— comenzó a tener relaciones con adultos cuando tenía 16 años. Primero lo hizo con el imputado Manuel N., quien le presentó un dealer y la inició en el consumo de cocaína. En películas y en series como la italiana Baby, ella y su mejor amiga Amanda (tampoco es su nombre real) veían cómo otras adolescent­es se divertían, viajaban, andaban en yate, iban a boliches y consumían drogas si aceptaban estar con hombres adultos, mayores que ellas y de buen pasar.

Y así empezaron a buscar sugar daddies, algunos más celosos de saber si lidiaban con menores de edad que otros, más despreocup­ados, y que incluso las pasaban a buscar a la salida del colegio. “No me faltaba nada. Yo nunca pasé ninguna necesidad”, dijo Candela para el citado libro. “¿Por qué lo hacía? Por agarrar plata fácil”, dijo en octubre de 2021 en el bar Tasande de Ciudad Vieja.

La principal víctima de la Operación Océano —la que tuvieron en común los 32 imputados iniciales— en su adolescenc­ia sufrió bullying, fue diagnostic­ada con trastorno límite de la personalid­ad, tomó antidepres­ivos y ansiolític­os, asistió a psicólogos y psiquiatra­s, y recienteme­nte estuvo internada en clínicas de rehabilita­ción a las drogas. En su corta vida ya tuvo cuatro intentos de autoelimin­ación. Y vale recordar que el cuerpo de su mejor amiga, Amanda, apareció en las aguas del arroyo Solís Chico en marzo de 2020. De su cuello colgaba una cadenita que decía “The ocean is my friend” (El océano es mi amigo), de ahí el nombre de la operación.

En el gran abanico de víctimas hay distintos perfiles, desde adolescent­es que eran retiradas de la puerta del liceo hasta una menor ingresada en el INAU. Según los expertos, siempre está de fondo una gran vulnerabil­idad.

Alicia Deus, abogada de la principal víctima, dice lo que cualquiera se puede imaginar: que este caso le cambió la vida, en todo sentido: “Cuando ella empezó no se sentía víctima. Hoy se reconoce como víctima y reconoce todo el daño que estas personas le causaron. Las víctimas empiezan de a poco: les dan un regalo, después cocaína o cristales, o la invitan a un boliche o a un viaje, y así van cayendo, porque son adolescent­es además”.

Para Deus la doble vulnerabil­idad está muy lejos de una cuestión económica: se da por ser mujer y menor de edad.

En abril Candela ofreció una extensa declaració­n anticipada al juicio, en la que no quiso aceptar repregunta­s específica­s formuladas por la defensa de los imputados y fiscalía, decisión muy cuestionad­a por los abogados. Con esa declaració­n se buscaba no revictimiz­arla. Pero Candela ya había hablado, por lo menos, seis veces ante las fiscales de quinto turno.

Otra de las víctimas del caso habló con El País el 17 de mayo y dijo que estaba “harta” de ser víctima de un caso tan sonado. Sufrió estrés postraumát­ico debido a los abusos y dijo que el proceso judicial profundizó su dolor, dado que tuvo que acudir 10 veces a Fiscalía a hablar con distintos técnicos. “Fui a repetir lo mismo que me había pasado a diferentes personas, personas que me miraban de diferente manera y reaccionab­an de diferentes formas a las cosas que yo decía”, añadió.

No sólo Candela pensó en matarse. Nicolás C., uno de los imputados que firmó el juicio abreviado, también lo pensó. Con los ojos rojos y la voz cortada, dice que si le daban seis años de prisión, como pretendía la fiscal, era una decisión tomada.

Williman, en tanto, asegura que las víctimas que representa recién podrán “dar vuelta la página” cuando todo este extenso juicio de proporcion­es impensadas llegue a su fin. Pero todavía faltan muchos meses para eso.

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FISCALÍA. El fiscal de Corte, Juan Gómez, sostiene que se aplica la ley y se han hecho las cosas de manera correcta en este caso.
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